Venid a mí los que estáis cansados y agobiados Sabado santo: los sepulcros sin nombres

Sabado santo: los sepulcros sin nombres
Sabado santo: los sepulcros sin nombres José

Miramos momentos de la historia de la esclavitud, de las guerras entre los pueblos y nos parece imposible que aquello ocurriera. Lo hacemos con la tranquilidad de que eso no está ocurriendo hoy.. pero ¿es así? O más bien lo contrario. Cuántos seres humanos hoy están muriendo sin nombre, sin lugar, sin compañía, sin sepulcro personalizado y nominado... Hoy falta la dignidad del sepulcro nominado con la identidad de lo humano y de lo vivido. Los cristianos no podemos callarnos ante los sepulcros sin nombres de nuestro tiempo presente.

Sábado santo: sepulcros si nombres

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f.elconfidencial.com_original_865_c0f_e06_865c0fe06cc10ffd9ca147589311f978 José

En el pueblo pequeño de colonización que estoy conociendo y con los que comparto vida observé en su cementerio que había una tumba especial, fuera del lugar común. se trataba de un vecino que había muerto en Francia y que padecía de obesidad. Me contaban que había sito toda una lucha para poder traer su cadáver y cómo tubieron que hacer un sepulcro especial para depositar sus restos. Aquel sepulcro tenía nombre claro y con identidad, amén de inscripciones de amigos del joven difunto dando cuenta de su amistad y cariño. Su padre me hablaba de él tambén emocionado. Su dolor se sentía aliviado al ver ese sepulcro con nombre y en la cercanía.El sepulcro, aun en el mayor dolor se convertía en elemento de consuelo en el duelo. Traigo a colación este detalle en el sábado santo, en el que la Iglesia se sitúa en el silencio que aguarda la vida, la resurrección, la luz, frente al sepulcro de la nada y del sin sentido.

A Jesús le dejaron un sepulcro para poder ser enterrado, allí se podía ir a llevar flores y perfumes. Estaba localizado y eso facilitaba el duelo. El sábado santo invitaba a un lugar y a un encuentro para dar fe de la muerte y aceptarla en sus límites. Sólo les movía a aquellas mujeres el deseo de que no le faltaran los últimos cuidados a un cadáver muy descuidado. Sorprende ese deseo humano de dignificar lo más destruido con el calor de la madre y de los amigos, mucho más allá de la justicia.

En este sábado santo, desde esa cercanía de aquél que no tenía donde reclinar la cabeza, ni enterrar su cuerpo, si no se lo daban en gratuidad, nos sentimos llamados a mirar en la historia a todos aquellos que tienen como sepulcro la inmensidad del mar, tras caer abatidos en pateras de injusticia y de precariedad. Los arriesgados del mundo que con el deseo de vivir y de poder dar vida a otros, se lanzan a la aventura de un mar de turbulencias y olas, que se resiste a dejar llevar a la orilla del bienestar a los que vienen de la desgracia. Vienen con la dignidad de lo humano, con el deseo de la vida y se encuentran con lo indigno del fracaso, del abuso y con la muerte no deseada pero infligida en un viaje que no ha de tener retorno.

Nos cuentan que hay asociaciones de familiares que se unen para caminar y sufrir la ausencia de sepulcros de sus hijos, De aquellos que salieron con el refuerzo de todos y que han caído en el mar de los anónimos y desconocidos en una fosa común donde nunca tendrán nombre ni identidad.  O de aquellos que fueron enterrados en nichos donde sólo se les podía dar un numero de fecha o de orden.  La muerte de los sin nombres ni identidad. Los que no cuentan porque no pueden ni ser contados. De los que queda solo el dolor eterno de la ausencia llorada por aquellos que los amaban y que no pueden ni conformarse con la certeza de un sepulcro.

Son los sepulcros sin nombres los que en este sábado santo se ponen a la puerta de la piedra de la roca del resucitado para salir a la justicia del Verdadero, del que no se olvida ni de un pelo de nuestra cabeza. El padre de todos que hace salir su sol sobre buenos y malos y que envía la lluvia sin distinción. El sepulcro callado del sábado es el grito de un deseo de justicia para todos los que murieron injusta y silenciosamente.  Es el grito de los sin nombre los que entiende el Inri del nazareno como el emblema de su verdadero rey, el que los llama a ellos elegidos y preferidos de Dios.

Hoy sábado santo se nos llama a nominar en nuestro corazón a los rotos y olvidados de la historia, a la muerte sin sentido que abrasan y descartan a millares a personas de buena voluntad que sólo desean vivir y dar vida. El sábado del sepulcro nos llama, desde el silencio, a la contemplación que lleva a la revolución para exigir que ningún muerto en la pobreza, en la injusticia, en la exclusión, en la opresión quede en el olvido ni en el anonimato.

Hoy es un buen día para orar esperanzados que venga su reino y que se cumpla su voluntad sobre todos los inocentes sufrientes de la historia. Hoy es un día para reivindicar que nuestras playas no sean murallas de muerte y de rechazo. Hoy es el día para dejarnos llevar por la luz de Cristo para nombrar a los amados con los que él se identifica… porque fui migrante perseguido, huido, arriesgado, herido, pobre… y tú aprendiste mi nombre, para no permitir de ningún modo que mi sepulcro estuviera sin signos de identidad, en la injusticia de un anonimato descarnado e infernal.

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