Monja escritora, mística y milagrosa La venerable monja mística de Ágreda (II)
"Su Majestad Felipe IV creyó que la monja era una iluminada, siendo esa la causa de la atención real y de que el Rey a ella 'contara todo'"
"Es la incompatibilidad entre el principio absoluto del poder, de procedencia divina, sagrado, y la realidad de un poder ejercido por un valido o privado, un favorito, a quien el Rey delegó todo el poder, el 'poder sagrado'"
"Comienza el autor recordando que el texto disponible es una segunda versión, pues la primera fue destruida (quemada) por la autora misma en 1645, al seguir el mandato de su confesor franciscano, el ocasional y no el habitual, que así lo ordenó"
"Dicen en Burgo de Osma que hay problemas con los milagros de Sor María para hacerla Beata"
"Comienza el autor recordando que el texto disponible es una segunda versión, pues la primera fue destruida (quemada) por la autora misma en 1645, al seguir el mandato de su confesor franciscano, el ocasional y no el habitual, que así lo ordenó"
"Dicen en Burgo de Osma que hay problemas con los milagros de Sor María para hacerla Beata"
I.- Sor María de Jesús, monja escritora en el Barroco español:
A.- De Política:
Hace décadas --para desarrollar el tema de “La Monarquía española bajo los Austrias Menores”, en un seminario de Historia del Derecho, ante los restos “incorruptos” de Sor María de Jesús, en la Iglesia conventual de las monjas concepcionistas franciscanas de Ágreda (Soria)-- tuve que leer unas cartas de la monja remitidas al Rey, Felipe IV, el pusilánime.
Fue pronto polémica la cuestión de la importancia de esa correspondencia (también las del Rey a ella), pues si unos historiadores la consideraron como bobadas de una monja meapilas del siglo XVII, otros la consideraron importante, de alto valor político para conocer el crepúsculo de lo que fue aquella Monarquía, barroca, hispánica y católica. Por eso, se llegó a afirmar que en el reinado de Felipe IV, de 1621 a 1665, hubo dos etapas: una, hasta 1643, año de la caída de Olivares, el Valido, y otra, desde entonces, bajo la influencia de la monja agredeña, soriana y Venerable, que muere en el mismo año que el Rey, en 1665. Su Majestad creyó que la monja era una iluminada, siendo esa la causa de la atención real y de que el Rey a ella “contara todo”.
El historiador, don Luis Suárez Fernández, en su artículo Felipe de España. Un monarca en la coyuntura católica del S. XVII. El tiempo de Sor María Jesús de Ágreda, que fue conferencia pronunciada en 2001, luego texto publicado en la Monografía universitaria de la Universidad Internacional Alfonso VIII, de Soria, recordó que la Monarquía española se había establecido sobre el principio del “máximo religioso” que se podría formular, exigiendo Sor María de Jesús a Felipe IV ser católico antes que rey; un poderío real absoluto, aunque con “obligaciones religiosas”, deberes muy serios.
Don Luis Suárez concluyó: “Ella, la monja, se situaba dentro de una línea que en España contaba con larga tradición, aquella que entendía que los poderes políticos, incluso los más altos, se encuentran sometidos a un orden moral superior”. Y cartas que son “todo un programa de gobierno desde una experiencia profundamente religiosa”.
Es interesante lo que escribe, con prudencia, don Ricardo García Cárcel, en el libro por el coordinado, Historia de España. Siglos XVI y XVII (Cátedra, 1ª edición 2003): “El personaje de la corte más estudiado en los últimos años ha sido sor María de Ágreda”. A esa primera referencia, que está en la página 307, seguirá la segunda, que está en la página 368: “Sor María de Ágreda, posiblemente, fue una de las personas que más influyó en los últimos años del reinado de Felipe IV, o al menos, la persona que más pidió en sus oraciones por el éxito de las empresas de la monarquía e intercedió ante Dios para alcanzar el perdón de un rey, que reconocía haber tenido una vida muy pecaminosa e inmoral”.
Y surgió un problema de teoría política y jurídica, que planteó el historiador francés Bartolomé Bennassar en su libro La Monarquía española de los Austrias, premio Nebrija, editado por la Universidad de Salamanca en 2006. Es la incompatibilidad entre el principio absoluto del poder, de procedencia divina, sagrado, y la realidad de un poder ejercido por un valido o privado, un favorito, a quien el Rey delegó todo el poder, el “poder sagrado”. Destacó Bennassar, sin mencionar a la monja de Ágreda en las 240 páginas de su libro, que desde la llegada al trono de Felipe III (1598) y hasta la muerte de Carlos II (1700), España fue gobernada por un valido. Sor María de Jesús fue enemiga de los validos y del valimiento, asunto muy interesante en las cartas, que lamentan hasta la imprudencia de Olivares, el Valido. Alfredo Alvar señala, de la que llama “monja visionaria”, dos características: tuvo respeto al Rey y desdeñó el Valimiento.
El historiador británico e hispanista, J.H. Elliott, en el libro El Conde-Duque de Olivares (Editorial Crítica, 6ª edición, noviembre de 1991), en el Capítulo XVI, El naufragio, escribe: “” Las habladurías cortesanas y la leyenda popular adjudicaron a la reina un papel primordial en el derrocamiento del conde-duque. En las relaciones contemporáneas de los hechos aparece como protagonista (la reina) de una “conspiración de mujeres”, en la que también participaron la amargada duquesa de Mantua, la vieja aya del rey, doña Ana María de Guevara, y la futura confidente del mismo, Sor María, superiora del convento aragonés de Ágreda””. (Y aquí señalo un error de Elliott, pues escribe del “convento aragonés de Ágreda”, que no es aragonés, sino soriano; y recuerdo que Elliott falleció el 10 de marzo de 2022, siendo muy interesante su último y colectivo trabajo de investigación, Memoriales y cartas del Conde Duque de Olivares, en edición de Marcial Pons). Cartas y cartas, genero político y epistolar.
Y no deseo concluir este apartado, sin recordar dos hechos, para reflexionar, de pasada, a lectores y lectoras, sobre aquel tiempo, que fue el de la Edad Moderna, y que es de actualidad hoy:
1º.- En tiempos de los Austrias españoles, se habla de España como Estado multinacional (y neoforalismo con Carlos II), ordenando Felipe IV en su testamento a sus herederos “que guarden y hagan guardar a todos mis reynos y a cada uno de ellos sus leyes, fueros y privilegios”. Nacionalidad plural que chocaría con el centralismo de los siguientes reyes, no Austrias, sino Borbones, como el actual Felipe VI, el Rey jurista, según Cremades.
2º.- La “solución” Olivares no prosperó. Los costes de la cirugía unitarista fueron absolutamente contraproducentes. La ruptura secesionista de la política de Olivares: Cataluña y Portugal se separan de la Monarquía en 1640; Portugal de manera definitiva, y Cataluña retornaría a la monarquía en 1652.
B.- De Mística:
Leí únicamente párrafos sueltos de Mística Ciudad de Dios, la obra central de Sor María de Jesús, habiendo leído el trabajo de François Bonfils, sobre la diferencia entre escritura inspirada y de invención, titulado En las fronteras de la Revelación. Inspiración divina e invención literaria en la Mística Ciudad de Dios de María de Jesús de Agreda (el estudio está incluido en la Monografía universitaria de la Cátedra Internacional Alfonso VIII, de Soria, sobre la literatura conventual femenina en el Siglo de Oro).
Comienza el autor recordando que el texto disponible es una segunda versión, pues la primera fue destruida (quemada) por la autora misma en 1645, al seguir el mandato de su confesor franciscano, el ocasional y no el habitual, que así lo ordenó, al parecer, no por heterodoxias religiosas, sino por la convicción, tan de aquel tiempo y de otros posteriores, de que las mujeres no deberían escribir. La nueva versión también lo sería a instancia de su nuevo confesor, publicándose la obra, o segunda versión, después de su muerte, ya en 1670: una obra extensa en varios volúmenes, que fue muy leída, llegándose a afirmar que hubo más de 168 ediciones españolas.
En el número 61, de mayo de 2011, el Vicepostulador de la Causa de Beatificación, P. Gaspar Calvo Moralejo, ofm, escribe: “En la Mística Ciudad de Dios, la gran obra mariana de Sor María, recuerda gozosa que el nombre de María de Jesús ya se le daba a la Virgen en los primeros tiempos. Era el mejor distintivo para denominar a su Madre”. Y se puede leer en el libro místico de la Venerable: “A ti, concebida, no solamente en gracia sino en gloria; pues ¿qué gloria, Virgen Santa, cómo ser concebida tan inmaculada y santa, y llena de gracia, que merece ser gloria?”
François Bonfils cuenta en la introducción a Mística Ciudad de Dios, que Sor María de Ágreda, recuerda los motivos que la condujeron a escribir la obra mística: “Ella contesta a una orden de Dios, que la ha elevado a los más altos grados de la contemplación, revelando los misterios más escondidos, recibiendo la ayuda de ángeles y despojándose de sí misma, y que, cuando llegó al más alto estado de contemplación, vio a la Virgen y recibió la orden de contemplar sus perfecciones y describirlas”. Ella insiste en que su obra fue “revelada” e insiste: ” dictada y manifestada por la Virgen a su esclava, la abadesa indigna de Ágreda”. Y es, como reitera Bonfils, que la dimensión mística representa, sin duda, uno de los rasgos más característicos de la personalidad de la religiosa de Ágreda”.
Y ya lo escribimos en la 1ª Parte: Sor María de Ágreda fue mujer en tiempos difíciles para las mujeres como también lo fue Santa Teresa; fue monja contemplativa como Santa Teresa, lo que hace poco recordó el papa Francisco; fue de muchas escrituras como Santa Teresa; fue de familia de conversos como Santa Teresa; se quedó Sor María, hasta ahora, en Venerable, ni Beata ni Santa como Santa Teresa, canonizada ésta en 1622 por el papa Gregorio IV junto a los jesuitas Ignacio de Loyola y Francisco Javier, aunque incorrupta Sor María de “cuerpo entero” y Santa Teresa sólo de brazo. Y por mística fue de arrobos y levitaciones como Santa Teresa, tan paseado su brazo por Franco y por el benedictino Fray Justo Pérez de Urbel.
El gran experto en literatura mística, que fue don Pedro Sainz Rodríguez, en su libro Visión de España, editado por la Fundación Cánovas del Castillo, en 1986, escribe:” Esto nos confirma que Santa Teresa nunca estuvo aislada del mundo en el que vivía. Era activa en la vida de su tiempo y a la vez profundizaba en la contemplación interior”. Pues eso mismo se puede escribir, evidentemente, de Sor María de Jesús. Y el tema místico de la bilocación, al que nos referimos en la parte anterior (1ª), sí que es peculiaridad mística de Sor María, que fue la “dama azul“, con apariciones de día y desapariciones de noche, que inició a la fe de Cristo a los indios de Nuevo México sin moverse de Ágreda, según descubrió el franciscano Benavides.
II.- El milagro. Sor María de Jesús y los milagros:
Y con la bilocación surge el tema del milagro, al que también los referimos en el final de la parte anterior, que es un concepto de la Teología Fundamental, recomendando su estudio en diccionarios muy ortodoxos de Teología, como el coordinado por esa Eminencia, el obispo Rino Fisichella, aunque no es cardenal como Fernández, que lo es.
Y es que el milagro, como el badajo de una campana, es de mucho impacto y golpe. E impacto y golpe para la Teología, como dijimos; para el Derecho, como explicó el civilista De Castro al estudiar la representación; y para la Política, pues Carl Schmitt, al inicio de su Teología política, escribió: “El estado de excepción tiene en la jurisprudencia análoga significación que el milagro en la teología”.
Dicen en Burgo de Osma que hay problemas con los milagros de Sor María para hacerla Beata. Burgo de Osma, que es lugar de la Catedral de la Diócesis y de la Curia, adonde iremos en el próximo artículo, tierra también de cabritos y de torreznos, habiendo salido ya de Ágreda y pasado por Soria capital. Y no entiendo los problemas “milagreros”, habiendo tantos y tantos testimonios de milagrerías en las publicaciones, que leí, para promover la Beatificación de la Venerable.
Y en el próximo artículo, habiendo sido Sor María mujer escritora y mística, de raíces conversas, del siglo XVII, la Inquisición -esa sí que Santa- la ha de visitar.
Continuará.
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