Amar es entregarse al bienestar de todos

“Que cada familia en El Salvador no sea una rémora[1] a los urgentes cambios que necesita la sociedad; que ninguna familia, por estar sola, se aísle del conjunto de la sociedad: Nadie se casa solo para ser felices los dos.  El matrimonio tiene una gran función social, tiene que ser antorcha que ilumina a su alrededor a otros matrimonios, caminos de otras liberaciones, Tiene que salir del hogar el hombre, la mujer capaz de promover después en la política, en la sociedad, en los caminos de la justicia, los cambios que son necesarios y que no se harán mientras los hogares se opongan; y, en cambio, se vayan formando esos niños y esas niñas que pongan su afán en tener más, sino en ser más; no en atraparlo todo, sino en darse a manos llenas a los demás; educarse para el amor. No es otra cosa la familia que amar; y amar es darse, amar es entregarse al bienestar de todos, es trabajar por la felicidad común.”

El Salvador y Centro América ha celebrado el 200 aniversario de su llamada “independencia”.  Hubo muchos discursos oficiales, muchos artículos y comentarios,…   Hubo mensajes de esperanza, otros de desánimo y frustración.  Lo que queda claro es que la independencia aun está en marcha y que hace falta mucho que hacer.  En El Salvador sigue una lucha fuerte entre quienes desean influenciar en la opinión pública acerca del camino recorrido, la marcha actual y el horizonte.  Medio verdades y medio mentiras parecen ser lo normal.  Idealizar “mis” logros y diabolizar “sus” acciones, no ayuda a crecer en conciencia política.   Lo peor es considerar a los demás como ignorantes si no piensan como “yo”.  

Monseñor nos dice en esta cita: “Que cada familia en El Salvador no sea una rémora a los urgentes cambios que necesita la sociedad; que ninguna familia, por estar sola, se aísle del conjunto de la sociedad”  Ninguna familia debe ser obstáculo para seguir construyendo nuevos caminos de vida para todos y todas.   No es fácil, porque en las campañas políticas siempre se nos ha prometido el cielo y la tierra, y se presente los pequeños pasos como soluciones mágicas y gigantes.   Para muchas familias que luchan diariamente por sobrevivir en alguna iniciativa informal, con salario o pensión de hambre, existe el peligro de encerrarse en la decepción, de aislarse del conjunto, de no interesarse en la colonia ni en las causas grandes del pueblo.  Monseñor Romero sigue llamando a cada familia a ser núcleo de los procesos de cambio.

Lo concretiza en una de las misiones grandes de cada familia. “El matrimonio tiene una gran función social, tiene que ser antorcha que ilumina a su alrededor a otros matrimonios, caminos de otras liberaciones”.   Es una misión fundamental del matrimonio cristiano de “iluminar caminos de liberación”.   En una Iglesia en salida la misión exige que “Tiene que salir del hogar el hombre, la mujer capaz de promover después en la política, en la sociedad, en los caminos de la justicia, los cambios que son necesarios”.   No faltan parejas que se casan por la iglesia y que luego consideran que por haber cumplido con el rito del sacramento ya han cumplido su misión.  Es  todo lo contrario.  Monseñor Romero pide que desde el matrimonio cristiano cada hombre y cada mujer se lance a construir caminos de justicia.  Esto exige la sensibilidad crítica para discernir donde hay granos sanos y donde hay paja.  Pero el Evangelio nos enseña también a tener paciencia, a no considerar  fanáticamente lo que “yo” hago como lo bueno, y lo que “el otro” hace como lo malo. 

Y aún más concreto, Monseñor pide a madres y padres esforzarse para  que “se vayan formando esos niños y esas niñas que pongan su afán en tener más, sino en ser más; no en atraparlo todo, sino en darse a manos llenas a los demás; educarse para el amor”. La sociedad de consumo, las ofertas de lo último y la terrible propaganda comercial tienen una influencia espantosa en niños/as, adolescentes y jóvenes.  La familia cristiana vive un ideal diferente: no es cuestión de tener más, sino de ser más; no es cuestión de acaparar más, sino de dar más.  Monseñor lo llama “educar para el amor”.   Es una gran misión, nada fácil, porque hay que nadar contracorriente.  Pero vale la pena. No tengamos miedo.

Reflexión original escrita para el domingo 3 de octubre de 2021.     Cita de  la homilía de la liturgia del 27 domingo ordinario del ciclo B, 7 de octubre de 1979.   Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo V, Ciclo B, UCA editores, San Salvador, p. 400

[1] una rémora es algo que obstaculiza, estorba o niega el desarrollo de una acción o de algún asunto.

Volver arriba