Jesús, maestro de la verdadera religión

22 º domingo ordinario - B - Mc 7,1-8a.14-15.21-23  

Monseñor. Romero llama su homilía “Jesús, maestro de la verdadera religión”. Partimos de unas citas de esta homilía[1].

“Es la religión falsa, dice nuestro Señor: “ Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mi”.  Culto vacío: vacío, primero de interioridad; segundo vacío de revelación y de verdad de Dios; y tercero, vacío de obras.  Estos son los tres vacío que se condenan hoy en una religión falsa. ¡y cuidado si nosotros estamos careciendo también y estamos dándole al Señor un corazón vacío!.

Cuando uno tiene el corazón limpio, aunque esté en medio del lodazal, el lodo no le hace nada porque no lo recibe dentro. Depende de la libertad de uno recibir adentro la podredumbre. (…)  La interioridad, pues, consiste en que Dios no tenga que quejarse:” El corazón está muy lejos de mi”.  ¡Que le corazón esté cerca!  ¡Como ansia el Señor la cercanía de los hijos!.  (…)  Que no tengamos el corazón vacío de interioridad, que lo principal en la religión es lo interior, ahí donde Dios mira. Dice la Biblia: “Los hombres conocemos por la cara, pero Dios conoce por el corazón.”  “No es el que dice: “¡Señor!, ¡Señor!, el que entrará en el reino de los cielos, sino el que adora con sincera interioridad al Señor.”

Si estuviéramos convencidos de que Dios nos conoce porque mira en nuestros corazones, ¿no seríamos cristianos de otra manera?   No se trata de exhibiciones externas de comportamiento religioso, sino de "interioridad sincera", de estar abiertos a Dios mismo, de seguir el camino de Jesús, de ser guiados por su Espíritu.   En efecto, hay mucho "lodazal", "podredumbre" (inhumanidad, indivindad) en nuestro mundo que se endurece en las estructuras sociales, económicas y políticas al cabo de los años.  Nos acostumbramos tanto, por ejemplo, que sea normal que se invierta en la producción de "armas" para matar a otras personas o que sea normal que se tire por la borda la sobreproducción de productos agrícolas y hortícolas mientras millones de personas mueren de hambre, que el transporte privado sea más importante que el transporte público, ... Mons. Romero nos dice hoy que podemos ser suficientemente libres para hacer lo correcto, elegir la vida y así resistir a ese "lodazal".   Podemos hacer que nuestro corazón palpita al ritmo de Dios.   El arzobispo nos dice: la voluntad de Dios es que los pobres vivan, ¡vivan humanamente!

Otro vacío tremendo que Cristo  denuncia hoy: el vacío de revelación y de verdad. Y aquí nos puede tocar muy de cerca. Se cuidan muy bien de lavarse las manos, de no  tocar muertos: ¡tradiciones humanas!, pero por esas tradiciones humanas han descuidado la verdadera revelación de Dios.  ¡quién sabe, hermanos, si muchas de las críticas a los cambios de la Iglesia proceden de ese espíritu! Han hecho consistir una religión de tradiciones humanas.  Tradiciones humanas son ciertos cultos, ciertas maneras de vestir, ciertas formas de rezar.  Rezar de espaldas o de frente, en latín o en español son tradiciones. Busquemos lo que más agrada a Dios, lo que más dice de una religión en medio del pueblo.” (…) Podíamos llegar a eso también entre nosotros si hacemos consistir la religión solo en cierto aferramiento a cosas tradicionales y no a un esfuerzo en ponernos al día y tratar de comprender a las muchedumbres, a los anhelos, a las ansias del pueblo. (…) Sepamos ser eco de sus angustias y de sus esperanzas.”

Cuánto tiempo y energía se gasta en nuestra Iglesia (ansiosamente) defendiendo la conservación de viejas tradiciones en rituales, en actividades pastorales, en símbolos antiguos, cantos gregorianos o no, vestimenta de sacerdotes y religiosos, ... podemos añadir: celibato obligatorio para sacerdotes, exclusión de mujeres, estructura jerárquica vertical, ... Monseñor Romero nos dice que siempre estamos hablando de "tradiciones humanas" que tomaron forma en un momento determinado de la historia de las Iglesias. Son siempre creaciones humanas que evolucionan y deben evolucionar.  Todas las culturas tienen una riqueza enorme, pero las Iglesias se aferran más bien a ritos, usos y costumbres uniformes que se originaron hace siglos en Europa occidental.  Monseñor Romero pide volver al núcleo de nuestra fe.  ¿Dónde está Dios presente hoy?  ¿Dónde nos habla el Crucificado resucitado?  ¿Cómo podemos oír su voz al escuchar el dolor, los miedos, los deseos y las esperanzas de la gente de hoy, especialmente de los más vulnerables?  En el discurso y en la acción de la Iglesia, de los cristianos, debemos ser el eco del "sufrimiento", de la esperanza, de las luchas de los excluidos, de las personas a las que muchos cierran sus puertas.

Y finalmente, un vacío de obras.  No hagan consistir su religión en cosas teóricas.  Si una religión está vacía de obras, en entrarán en el reino de los cielos. (…)  Los pobres nos dan la oportunidad de no hacer una religión vacía de obras. ¡Si las obras que Dios va a ver, para salvarme, son precisamente esas! : Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve en la cárcel y me fuiste a visitar, estuve enfermo y me fuiste a consolar”. En fin, todas las situaciones humanas de la pobreza, del sufrimiento, de la marginación. Todo eso, queridos hermanos, eso es la mina donde está la riqueza para no profesar una religió vacía de obras. ¡Qué cerca está esa mina y qué despreciada está por muchos!”

Quiénes son esas personas concretas hambrientas y sedientas en los distintos momentos y lugares de la historia.  La Iglesia siempre tendrá que descubrir dónde estará presente de forma prioritaria.  Utilizando un texto de Geert Dedecker sobre el desafío para la Iglesia aquí, decimos: "Los lugares donde la Iglesia del futuro tendrá que hacer 'pastoral' en primer lugar son todos los 'lugares de encuentro' donde viven los heridos, los marcados por el pasado y por las desgracias: en los cuidados paliativos, con los (antiguos) presos, con los enfermos de sida, con los solicitantes de asilo, los refugiados y los sin papeles, con las víctimas de guerra, con los supervivientes de suicidios, con los divorciados, los excluidos, los marginados, los pobres... Basta allí con intentar hacer visible y tangible algo de compasión, e inmediatamente recuperaremos la credibilidad como Iglesia..."

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.

  1. ¿Qué significa para nosotros servir al Señor desde una interioridad sincera, desde un corazón sincero? Cómo lo experimentamos?  ¿Cómo reconocemos si vivimos con un corazón sincero?
  2. ¿De qué manera chocamos con esas "tradiciones humanas" en la Iglesia, esos criterios históricamente creados para la liturgia, la pastoral, el ministerio eclesial, el lugar de la mujer, ...? Qué pasos podemos dar para buscar criterios nuevos y actuales bajo la Luz del Evangelio?
  3. ¿Cómo nos implicamos en el sufrimiento de las personas en situación de pobreza, exclusión, guerra, hambre, ...? ¿Cuáles son nuestras "obras" más necesarias?

[1] Homilía en la liturgia del 22 domingo ordinario – B, 2 de septiembre de 1979.   Homilías. Monseñor Oscar Romero,  Tomo V, Ciclo B, UCA Editores, San Salvador, 2008,  p. 268 - 272

Volver arriba