Hay que estar en el corazón de la Iglesia
Reflexión para el domingo 20 noviembre de 2022. Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía durante la eucaristía Solemnidad de Cristo Rey - Ciclo C, del 20 de noviembre de 1977. Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo I, Ciclo C, UCA editores, San Salvador, p 479
| Luis Van de Velde
“No digo que solo los de la Iglesia se salvan. En la misa se dice, muy hermoso: “Oh Dios que tendiste tu mano misericordiosa para que la encuentre todo el que te busca.” Ya les expliqué en una ocasión que hay religiones paganas, que no son cristianas, no han conocido a Cristo, pero sus hombres viven con una moral intachable, mejor que la de muchos cristianos. Porque no basta estar en el cuerpo de la Iglesia que es el reino de Cristo – pero muchos solo están en el cuerpo, en pecados -, sino que hay que estar en el corazón de la Iglesia. Y los que están fuera de los límites geográficos o visibles, jerárquicos, de la Iglesia, pero cumplen la Ley de Dios por la iluminación de Cristo, que misteriosamente les está llegando, ellos están en el corazón de esa Iglesia de Cristo, mejor que muchos que viven en la Iglesia, pero no viven la Iglesia.”
En el contexto en que vivimos hay cada vez más gente que, a pesar de estar anotada en el libro de los bautismos de la Iglesia, ha tomado distancia, que la busca solo en situaciones de crisis o que la frecuenta solamente en algunos momentos vinculados con actividades sociales o que la ha abandonado totalmente. Ahora bien, este último domingo del año litúrgico, Monseñor Romero reta a cada quien que dice ser miembro de la Iglesia, a quienes se consideran miembros de la Iglesia, que “viven en la Iglesia”.
Su punto de referencia no es la participación en actividades religiosas o litúrgicas, sino la moral, su actuación ética, es decir su manera de relacionarse con las y los demás, y con la naturaleza. ¿Cómo vivimos las personas que nos consideramos miembros de la Iglesia? ¿En qué nos identificamos como tal? El valor y el significado de nuestro ser Iglesia se “pesa” en la balanza del actuar, por ejemplo según lo indicado por la ley de marcha del Pueblo hebreo, los 10 mandamientos. Monseñor Romero compara el comportamiento ético de personas dentro del cuerpo de la Iglesia con quienes están fuera de la Iglesia. Apunta hacia hombres y mujeres de “una moral intachable” para estar de verdad en el corazón de la Iglesia. Tratemos de darle contenido[1] a ese concepto de “moral intachable”.
En el mundo podemos producir suficientemente para satisfacer las necesidades de todos y todas, pero no para los deseos egoístas insaciables y caprichosas. En los países de renta media y alta, y las clases pudientes en los países pobres se necesita consumir menos y controlar fuertemente esos deseos (tan estimulados por el mercado).
Una moral intachable nos exige la disciplina de no dar falsos testimonios, de no lanzar o divulgar noticias falsas, de tomar en cuenta los resultados de la ciencia, de buscar siempre la verdad, sin intereses personales, gremiales o nacionales, de discernir la realidad desde las y los pobres.
Una moral intachable exige que no robemos a nadie. Esto vale a nivel personal y familiar, pero aún más a nivel de propiedades, empresas, tanto nacional como internacional. Una moral intachable para quienes intervienen en la economía y las relaciones comerciales con nuevos acuerdos de práctica justa. Desde los países ricos ya no podemos seguir robando la materia prima de los países del sur, ni ir a depositar nuestra basura allá.
Una moral intachable exige construir relaciones humanas de respeto mutuo y fidelidad, de solidaridad, sin discriminaciones ni por razones de raza, género, religión o lo que sea. Cada ser humano tiene el derecho de ser valorado.
Una moral intachable nos obliga a buscar soluciones alternativas a conflictos donde tan fácilmente se ha optado por matar. Millones son asesinados por hambre y falta de atención médica, por las armas (que generan enormes ganancias para sus productores). También palabras pueden matar. Estamos matando la naturaleza, dañándola mortalmente en muchos lugares del planeta.
Una moral intachable nos exige la solidaridad entre las generaciones: el cuido de la generación anterior y la garantía la vida de la generación futura. Nos exige relaciones responsables de respeto y cercanía con las y los mayores. Nos exige cuidar la tierra para que pueda dar vida para muchos siglos más.
Una moral intachable exige también tomar tiempo para el descanso, gozando de momentos de tranquilidad, para evitar que seamos “gastados” por la presión en el trabajo o el deseo de obtener más y más. Es transmitir tranquilidad para poder respirar profundamente y poder oxigenarnos, también con el aliento de la Vida.
Una moral intachable también tiene que ver con autenticidad de nuestro testimonio. La práctica de la vida refleja si creemos en la Vida o no, si respetamos la Vida o no. Nuestros hechos y nuestras palabras no mienten acerca de nuestro corazón.
Una moral intachable solamente es posible si no adoramos los falsos dioses, los ídolos de poder, riqueza, auto- imagen, libertinaje y gozo desenfrenados, …. Esos dioses nos esclavizan y nos deshumanizan.
Ahora bien, Monseñor Romero nos dice que quienes cumplen la Ley de Dios, quienes llevan una vida de rectitud y una moral intachable, - cristianos o no – sí están “en el corazón de la Iglesia”. De ahí que llama a los bautizados que desean ser miembros activos de la Iglesia a ser ejemplo y testimonio en el cumplimiento con la Ley de Dios y llevar una moral intachable. No basta ser parte formal de la Iglesia (estar inscrito en el libro de bautismos o confirmaciones, por ejemplo). No basta estar en el cuerpo de la Iglesia. Hay que estar en el corazón de la Iglesia, ahí donde se juega la vida de la humanidad y de la naturaleza (cercana y lejana), la creación de Dios. Hay que “vivir la Iglesia”. En la medida que sus miembros no están solamente “en” la Iglesia, sino que la viven de verdad, a partir de su testimonio en defensa y protección de la vida, con una moral intachable, también podrán anunciar el Evangelio de Jesús, Dios humanizado, Fuente inagotable de Vida. - No tengamos miedo.
[1] Nos hemos inspirado en un artículo de Prof. dr. Govert Buijs, encontrado en https://www.kerknet.be/netwerk-rechtvaardigheid-en-vrede-nrv/inspiratie/10-groene-geboden-voor-een-goed-leven