¿Ante quién nos detenemos?
23º domingo ordinario - B. 2021. Mc 7,31-37
| Luis Van de Velde
¿Qué dice[1] Monseñor Romero sobre este texto?
1.Jesús vive y actúa no como el sacerdote sino como el samaritano de la parábola. Jesús no se aleja del sordomudo, sino que va hacia él, se detiene ante él.
2.Jesús "habla" a este hombre en un idioma que entiende. No entiende las palabras, pero entiende los signos: Jesús le toca los oídos y la lengua, las debilidades de su cuerpo, y, Jesús mira al cielo mientras respira profundamente. Sólo entonces suenan las palabras liberadoras "effeta": ábrete.
3.Todo esto sucede fuera del círculo de la multitud, fuera de los ojos y oídos curiosos, fuera del ruido y el clamor. El Reino de Dios sucede en el silencio, en la soledad, en el corazón del hombre. "El bien no hace ruido y el ruido no hace bien".
Los tres puntos de interés de Mons. Romero nos invitan a comprender este texto evangélico de forma penetrante y actual. Comenzaremos[2] cada punto con algunas preguntas.
- ¿A quién acudimos? ¿Ante quién nos detenemos? ¿Por quién nos dejamos detener en medio de nuestras propias acciones? La respuesta a estas preguntas es una elección personal. En la parábola de Lucas, el mismo Jesús nos dice que los ministros del culto no quieren ver al herido y se apresuran a cumplir con su deber y norma religiosa. También en este texto de Mc se trata de un hombre herido. Hoy en día hay muchos de ellos, no sólo los heridos físicamente, sino también los excluidos socialmente, los amenazados. Y entonces escuchamos estas preguntas: ¿A quién acudimos? ¿Ante quién nos detenemos? ¿Quién nos detiene en medio de nuestras propias acciones?
Está claro que Jesús está marcando el camino e indicando una forma de fijarse en esos "otros", no directamente en los "nuestros", en nuestra propia familia (por muy importante que sea), en nuestros amigos del pasado y del presente, o en nuestra pequeña o gran burbuja. La comunidad cristiana nos invita a tener un ojo y un oído para estos "otros", cercanos y lejanos. Y luego, en primer lugar, se trata de los "heridos" cercanos y lejanos. Jesús es el Camino. Podemos elegir.
- ¿Qué idioma hablamos? ¿Entiende la gente el lenguaje de nuestra iglesia? En este breve relato, Jesús da una clara lección de catequesis: habla el lenguaje que los demás pueden entender. Un sordomudo no tiene nada que ganar con las palabras ni con una doctrina perfecta sobre el plan divino de salvación. Jesús le habla con signos de cercanía y compasión. El hombre sabe y siente de qué habla Jesús y que no está en absoluto excluido del amor de Dios. La mirada al cielo (en la cosmología de la época) y la respiración profunda (referida al Espíritu de Dios) son signos de que la vida se abrirá para este hombre herido. La palabra "effeta" es sólo la confirmación de lo que los signos ya habían expresado.
En nuestras iglesias, en los libros oficiales de liturgia, en los credos oficiales, en la mayoría de los libros oficiales de oración, se habla un idioma que la gente contemporánea no entiende en absoluto. Y con razón, porque esas formas de hablar vienen de lejos y están influenciadas por viejas filosofías y teologías en cosmovisiones antiguas. Jesús habla un lenguaje que entiende la gente concreta, un lenguaje que conecta directamente con su vida herida, con las heridas de su vida. ¿No es una llamada más que clara a revisar radicalmente todo nuestro lenguaje religioso y a conectar con la vida real de los "otros"? Jesús también da el ejemplo de que sólo se puede hablar de Dios cuando se tocan las heridas del prójimo. El Espíritu sólo puede "abrirse" allí donde nosotros mismos eliminamos las barreras, donde hablamos un nuevo lenguaje que conecta directamente con la experiencia vital de estos "otros".
3.¿Dónde encontramos hoy el espacio y el tiempo para el silencio, para la interioridad, para detenerse en lo fundamental de nuestra vida? Ante los saltos y bailes al ritmo de la música de los grandes festivales en las esperadas fiestas para "ser libres", ante las masas de gente gozando en las playas o en los estadios de futbol, ante los miles de personas que intentan escapar de los talibanes en Kabul, ante los miles de personas que pasan hambre en Haití tras el último terremoto y la fuerte tormenta está la actitud de Jesús que quiere apartarnos "por un momento". Mira en tu interior, nos dice, y luego escucha el grito de los demás, sobre todo de las personas dolidas que están lejos y cerca. Entonces podremos estar libremente disponibles para escuchar su clamor y contribuir liberadoramente a la presencia redentora de Dios en nuestra historia.
Nos invaden las terribles imágenes en Kabul, Haití, Somalia, y también aquí (Bélgica) en la larga huelga de hambre de los refugiados que piden ser escuchados. Hay tanto sufrimiento en las personas que son víctimas del corona, del cáncer y de tantas otras enfermedades, en el sufrimiento psicológico. Hay mucha soledad y dolor entre la gente alrededor de nosotros. Hay miles de familias en Valonia que lo han perdido todo. Hay mucha hambre en el mundo. Lo sabemos, por supuesto. ¿Lo que Jesús hizo es una invitación a hacer silencio en nosotros mismos para poder escuchar y actuar con atención y compasión? ¿No es en ese silencio, más allá de todo ruido, donde tomamos las decisiones fundamentales de nuestra vida? ¿Nos atrevemos a elegir con verdadera libertad el camino de Jesús?
Preguntas sugeridas para la reflexión y la acción personal o comunitaria.
1.¿Qué iniciativas tomo para pararme y detenerme ante las personas "heridas" (fuera de mi propia familia o círculo de amigos cercano)? ¿Cómo me hace sentir? ¿Por qué lo hago?
2.¿Cómo hago para hablar el lenguaje de esas personas "heridas"? ¿Qué expresiones corporales son importantes? ¿Qué gestos? ¿Qué dificultades tengo para hablar su idioma? ¿Hablamos el lenguaje de la gente en las reuniones de la comunidad?
3.¿Qué pienso (en mi propia vida) de la frase que cita Monseñor Romero "El bien no hace ruido y el ruido no hace bien"? ¿Qué opino de las múltiples formas de "ruido" actuales? ¿Qué significa que los jóvenes se sientan tan bien entre miles de personas en conciertos extremadamente ruidosos? ¿Dónde puedo encontrar el silencio que necesito para escuchar? ¿El silencio añade valor a mi vida o no? ¿Qué significa?
[1] Homilía de Monseñor Romero durante la eucaristía del 23 domingo ordinario, el 9 de septiembre de 1979. Homilías de Monseñor Oscar A. Romero. Tomo V - Ciclo B, UCA-editores, San Salvador, primera edición 2008, p. 294-295 y 298
[2] A partir de esta fecha publicaremos las reflexiones escritas en 2021 hasta completar los tres años litúrgicos.