Se identificó tanto con ellos que lo sentían como el hermano.

Si no nos equivocamos esta cita es la única donde Mons. Romero se refiere a Padre Damián[1].    Porque escribimos desde Bélgica, la parte Flamenca donde Padre Damián nació, no podemos sobrepasar esta cita.

“Cuentan  que, cuando unos turistas u hombres de ciencia visitaron la isla de Molokai, donde el Padre Damián vivía con los leprosos, él, que le pidió a Dios ser leproso para quedarse con ellos porque sus superiores lo iban a mandar ya fuera, y dice: “No, déjenme”. Y le pidió a Dios la gracia de la lepra.  Y un día levantando la hostia consagrada miró en su mano la señal de la lepra y desde ese momento su palabra con los leprosos era: “nosotros, los leprosos”.  Se identificó tanto con ellos que lo sentían como el hermano.  Y cuando pasaron por allí, gente que le ofreció apoyo:”¿Cuántos dólares necesitaría?”, dijo:  “Por dólares, ni un minuto más! Si yo estoy aquí es por él, por el amor a Jesucristo”.  Lo que le daba fuerza al Padre Damián, lo que le da fuerza a los misioneros, a todas las religiosas, a todos los sacerdotes, lo que le da vida a la comunidad eclesial de base, lo que hace el centro de la parroquia es el pan de la vida eterna. “El que me come se alimenta de vida eterna. Yo estoy con él y  él está conmigo.”

Recuerdo frases de Monseñor Romero como “no abandonaré a mi pueblo”, "El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro”, “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.  “Este es el pensamiento fundamental de mi predicación: nada me importa tanto como la vida humana”.   Creemos que no es casualidad que Mons. Romero ha hecho una referencia al compromiso de fe de P. Damián.  No es difícil entender que la fe, el compromiso de Mons. Romero y de Padre Damián tienen muchas similitudes. 

La voluntad de quedarse con la comunidad de leprosos – los abandonados por todos -, le hizo pedir la gracia de la lepra.  No quiso abandonar a su pueblo sufriente.  Y sucedió: la lepra le atacó también a él.  Con alegría podía decir “nosotros los leprosos”.  Estaba identificado con ellos, hasta en su propio cuerpo.  Iba a sufrir el mismo calvario de la enfermedad mortal de la lepra, así como toda su gente en Molokai.  De la misma manera como se alimentó de la presencia de Cristo en la eucaristía, se alimentó con Él en la convivencia con y el servicio a las y los leprosos.  En ellos reconocía el Cristo crucificado. Con ellos daba testimonio de esperanza, de lo que Mons. Romero dijo “nada más importante que la vida humana”.  Estaba con los leprosos porque los amaba y ellos lo experimentaron como un verdadero hermano, mucho más allá de la relación familiar: un hermano solidario que vivía para ellos y que daba su vida por ellos.  Así pasó con Mons. Romero.  Desde su solidaridad radical con los que sufren (persecución, cárcel, asesinato,..) se dejó matar: no huyó. Nadie pudo convencerle. El pueblo salvadoreño lo sintió como hermano, como pastor fiel.

Se trata de grandes retos para quienes pretendemos ser seguidores/as de Jesús.  En nuestros mejores momentos estamos conscientes que es Él quien nos ha llamado, Él nos ha buscado, Él nos ha enviado.   Y nos sentimos muy agradecidos.  La radicalidad de la vida de P. Damián, Monseñor Romero (y tantos otros/as) nos pide revisar nuestro caminar.  ¿Hasta dónde optamos para vivir con “ellos” (pobres, excluidos, ..)?   ¿Caemos en las trampas del prestigio, de renombre, del reconocimiento público, de autoridad (eclesial), de cierta comodidad, ….?  ¿O estamos dispuestos a dedicar nuestros mejores esfuerzos, nuestras fuerzas de fe y de vida, a aquellos marginados y excluidos de la sociedad?  ¿Nos atrevemos a orar pidiendo la gracia de vivir con ellos/as en la marginalidad?  En cada realidad donde nos toca vivir nuestra fe debemos hacernos estas preguntas. 

Si no lo hacemos corremos el riesgo que nuestro encuentro con Cristo en la eucaristía se vacía sin el encuentro privilegiado con las y los pobres en su vida diaria.   También al revés:  al encontrarnos con Cristo en la vida “leprosa”, en el sufrimiento de las y los pobres, en la marginalidad y exclusión, …  viviremos la plenitud de su encuentro con nosotros en la Eucaristía. El se da de comer para que seamos su cuerpo y su sangre, su vida entregada a “los pobres”. 

Hoy podemos decir que los dos santos, San Oscar Arnulfo Romero y San Damián, nos concretizan y actualizan más el camino de Jesús.  Ellos nos enseñan con radicalidad el compromiso de la fe cristiana.  En cada circunstancia de la vida nos toca abrir los ojos y oídos para priorizar nuestro camino solidario con los “pobres”. No podemos estar en todas partes, pero sí podemos hacer opciones preferenciales.  Las tentaciones de la comodidad (en todas sus formas) son bien grandes, hasta dentro de las iglesias.  No podemos cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar el mundo para algunas personas (pobres, excluidos, enfermos, en detención, migrantes,..).  Los dos santos nos dicen que sí se puede hacer la diferencia, pero exige asumir las prioridades del Evangelio.  No tengamos miedo para seguir sus ejemplos.

Reflexión escrita a partir de esta cita de la homilía durante la liturgia del vigésimo domingo del tiempo ordinario, 19 de agosto de 1979.  Homilías Monseñor Oscar A Romero, Toma V, Ciclo B, UCA editores. San Salvador.  página 229

[1] Padre Damián, cuyo nombre de nacimiento fue Jozef de Veuster (Tremelo, Bélgica, 3 de enero de 1840 – Molokai, Hawái, 15 de abril de 1889) fue un misionero católico belga de la Congregación de los Sagrados Corazones, que dedicó su vida al cuidado de los leprosos de la isla de Molokai. Para los católicos, el Padre Damián es el patrón espiritual de los leprosos, marginados, incluyendo a los enfermos de sida, y del Estado de Hawái. El día del Padre Damián es celebrado cada año el 15 de abril en Hawái. El día de fiesta en conmemoración del Padre Damián en la Iglesia católica se realiza el día 10 de mayo. Fue beatificado en 1995 y canonizado el 11 de octubre de 2009. El 1 de diciembre de 2005 el Padre Damián fue elegido el belga más grande de todos los tiempos por la Televisión Flamenca. 

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