A la luz del “Evangelio de Monseñor Romero[1]”

1. De Dios nadie se ríe.

“De Dios nadie se ríe.  Su ley imperará para siempre. Y este Dios, que es amor para nosotros, se convierte en justicia cuando no se ha sabido captar la invitación del amor…. Dios espera, pero cuando ya la paciencia de Dios termina en el amor, comienza su justicia.  Hermanos, no es volver a la Edad Media al hablar del infierno; es poner frente a los ojos la justicia de Dios, de la cual nadie se ríe.  Organicemos los bienes que Dios nos ha dado para felicidad de todos los salvadoreños.   Hagamos de esta república una bella antesala del paraíso del Señor, y tendremos la dicha de ser recibidos como el pobre Lázaro. (25 de septiembre de 1977). 

En estos tiempos no es de extrañar escuchar frases como: “No entiendo porque Dios tarda” o “si Dios es el Dios de los pobres, ¿porque somos los pobres los que más sufrimos (en salud y en sobrevivencia), mientras los ricos siguen adelante, pueden protegerse y logran el financiamiento para recuperar sus empresas y sus ganancias?”  “¿Dónde está Dios frente a tanta inhumanidad en las guerras (Ucrania, Gaza, Sudan, Este de Congo, …, en las persecuciones,  en los tiempos de dolor y sufrimiento, ….?”

Es decir, nos preguntamos qué está pasando con el amor de Dios para con los pobres y qué está pasando con su justicia si solamente los ricos se están salvando.   ¿Qué está pasando con la justicia de Dios si quienes tienen poder destruyen pueblos enteros?  Creo que Monseñor Romero se hubiera hecho la misma pregunta el día de hoy.   Así en cuanto a inquietud estamos en buena compañía.

En la búsqueda de indicios de respuesta podemos recordar en primer lugar que la vida humana (como toda forma de vida en nuestro planeta) es frágil, débil, puede herirse y enfermarse, agotarse y al final se enfrenta con el misterio de la muerte.  Y a lo largo de nuestro caminar somos llamados a asumir todos los compromisos, con toda responsabilidad y en libertad, para “organizar los bienes que Dios nos ha dado para la felicidad de todos los salvadoreños”, así lo dice Monseñor en la cita.  

Es evidente que en El Salvador los bienes que Dios nos ha dado no están organizados para la felicidad de todos y todas.  Las empresas están en función de la ganancia y el enriquecimiento de sus dueños gracias al trabajo (explotado) de sus trabajadores/as.  Los sistemas nacionales de salud y educación no han sido desarrollados en beneficio de todos/as, facilitando que tanto la salud como la educación pueden ser un privilegio para quienes pueden pagar y mercancía en manos de pocos que se enriquecen.   El sistema de pensiones con las AFP es un verdadero robo a la clase trabajadora que provoca miseria para jubilados/as y enormes ganancias fáciles para los dueños.  Los gobiernos de turno ven el fondo de pensiones como fuente de financiamiento para el presupuesto del gobierno.  En vez de incentivar la producción diversificada en agricultura, horticultura, … el sistema está organizado para su deficiencia y aumentar la importación, mientras se daña el medioambiente. 

En muchos países se dan situaciones semejantes.  La enorme cantidad de migrantes que tratan de escapar de la violencia y de la pobreza en sus países son la cara cercana más visible.  Lo vemos en la frontera con los Estados Unidos. Lo vemos en todos los países Europeos.   Los bienes de la tierra no están al servicio de toda la población.  La producción mundial no está al servicio del hambre de los pueblos.

Esa realidad mal organizada por las élites (políticas y económicas) nacionales e internacionales y esa realidad internacional de crecientes conflictos bélicos, son gritos al cielo que se parecen al grito de Jesús en la cruz: ¿por qué me has abandonado?  Por supuesto no es la voluntad de Dios que la mayoría del pueblo sea explotada, excluida, obligada a vivir en pobreza.   No es la voluntad de Dios que  el ejército de un país invade, bombardea, destruye  otro país, otro pueblo.   No es la voluntad de Dios que desarrollemos cada vez más las industrias de guerra y ampliemos los presupuestos militares.  Más bien Dios nos llama a todos/as a levantarnos, a organizarnos, a exigir transformaciones radicales de las estructuras injustas, a denunciar los abusos, a desnudar las mentiras y la corrupción, a detener las guerras.   Dios nos llama a unir todas las fuerzas para detener las guerras y construir la paz.  Y en esas luchas de liberación del yugo explotador Dios está presente como fuerza, como Espíritu, como esperanza.  De ese Dios nadie se reirá, nos dice Monseñor.  Es decir, quienes se arriesgan a ese Dios de la vida, ese Dios de los/las pobres, ese Dios de los heridos,  también en “las quebradas más oscuras” (Sal 22,4) encontrarán fortaleza y esperanza. 

También en el mundo de hoy hay líderes religiosos (¡) y políticos que tratan de burlarse de Dios.  Promueven a su propios dioses e ídolos y exigen “doblar rodillas” y rendirles culto y obediencia ciega.   Otros utilizan las Escrituras para justificar guerras, destrucciones, verdaderos “infiernos terrenales”. Predican burlas de Dios, imágenes falsas de Dios.  En nombre de esos dioses falsos siembran muerte, hambre, exclusión,..

El Dios de la vida convoca a solidaridad y apoyo para vencer.  Los creyentes auténticos son aquellos/as que son capaces de arriesgar todo para ser “hermano/a” cercano de las y los demás pobres y excluidos, de refugiados y migrantes.  Aunque pasen por quebradas muy oscuras, aunque pasen por la “cruz”, el Dios de Jesús estará presente y será fiel.   Nos convoca a transformar nuestros países en antesalas del Reino.   De este Dios nadie podrá reírse.   (28 de septiembre de 2024)

Cita 1 en el capítulo I (Dios) en 'El Evangelio de Monseñor Romero'

[1] Iniciando un nuevo proceso de reflexión a partir de citas de homilías de Monseñor Romero, citas que han sido seleccionadas y ordenadas por Miguel Cavada (+) y Jon Sobrino en el librito “El Evangelio de Monseñor Romero”, Centro Monseñor Romero, UCA, San Salvador.

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