No segregar la palabra de Dios de la realidad.
| Luis Van de Velde
“Cristo presente en nuestra catedral o en las ermitas donde están reflexionando con nosotros, ilumina estas realidades salvadoreñas y las realidades familiares y las realidades íntimas de cada uno de nosotros. No podemos segregar la Palabra de Dios, de la realidad histórica en que se pronuncia, porque no sería ya palabra de Dios, sería historia, sería libro piadoso, una Biblia que es libro de nuestras bibliotecas; pero se hace palabra de Dios porque anima, ilumina, contrasta, repudia, alaba lo que se está haciendo hoy en esta sociedad. Cada uno de ustedes tiene mil cosas más que podrían enumerarse aquí, y es bueno que las ilumine con la palabra de este domingo.”
Monseñor Romero ha llamado varias veces la atención para que en la Iglesia no se separara la Palabra de Dios, de la realidad concreta que vivimos. Este primer domingo de Adviento nuevamente aclara por qué dedica tanto tiempo de su homilía a la contextualización histórica de la Palabra de Dios, expresada en las lecturas bíblicas. No concibe que se puede predicar en el aire o como que se estuviera en la luna, o en otro país. Está convencido que Cristo, presente ahí donde la comunidad se reúne en su nombre, quiere iluminar todas las realidades salvadoreñas, históricas (el “ahora” de la historia), la realidad familiar y hasta muy personal de cada persona.
Lastimosamente que durante mucho tiempo en la Iglesia católica se tenía la Biblia solo en latín, es decir que no era accesible para el pueblo de Dios. Solo la dinámica del Concilio lo cambió, también con las traducciones a los idiomas vivos de los pueblos. En las Iglesias de la Reforma se contaba con la traducción desde hace varios siglos. Pero aún así, para muchos la Biblia siguió siendo un libro piadoso y que bastaba leerla, aun sin entender nada. Algunos pensaban que Dios les hablaba al dejar caer la Biblia con cualquier página abierta. Otros tienen la Biblia en casa pero para guardar en alguna caja o en la librera, no es un libro cercano. Otros leen textitos totalmente fuera de su contexto histórico y literario y los utilizan para comprobar sus planteamientos. Otros no van más allá de lecturas literales y fundamentalistas, que siguen estando lejos de la vida. Hubo un período postconciliar en que surgieron movimientos de círculos bíblicos, de lectura popular de la Biblia, con aportes de especialistas en Biblia que estaban comprometidos con las causas de las y los pobres y que tomaron como misión de vida: “Aportar, de manera comprometida, para que la Biblia sea comprensible y accesible para mucha gente, para amplias capas del pueblo eclesial. Soy de la opinión de que hay una brecha enorme y asombrosa entre la Biblia tal como se enseña a un alto nivel científico y lo que realmente se filtra y llega al creyente común. Además, es una tarea difícil abrir la Biblia, en los términos más sencillos y transparentes y que respondan a la vida actual de hombres y mujeres, con las personas que se preguntan: ¿Qué puedo hacer con esta Biblia? ¿Cuál es el valor vital de este texto para mí? La búsqueda de una correcta formulación contemporánea del mensaje bíblico es una verdadera lucha", escribió Wilfried Rossel[1] en 1977. La lectura popular de la Biblia con Carlos Mesters, José Comblin, Marcelo Barros, Pablo Richard y muchos/as otros/as ha sido una bendición para el pueblo creyente, donde las y los pobres empezaron a reconocerse y a escuchar la Voz de Dios en una interacción constante entre la Biblia y la realidad histórica. Dejan grandes retos para las generaciones actuales.
Preparando sus homilías Monseñor Romero consultaba los aportes de los especialistas en Biblia y escuchaba los textos desde los gritos de las y los pobres en la historia concreta de tanta explotación y represión. Como alguien decía la Biblia en una mano y el periódico en la otra, la Biblia y la realidad histórica muy concreta. Aquí estamos ante un gran reto para quienes tienen la oportunidad y la misión de proclamar la Palabra de Dios hoy, ante comunidades y pueblos muy concretos. Tomando en cuenta los avances del estudio y la investigación bíblica hoy, junto con la realidad histórica, el y la predicador/a tiene la misión de facilitar que esa Palabra de Dios “ anime, ilumine, contraste, repudie, alabe lo que se está haciendo hoy en esta sociedad “ .
Cada verbo aporta un aspecto fundamental de la proclamación de esa Palabra de Dios. ILUMINAR. Muchas veces nuestra vida personal y nuestra realidad histórica como pueblo en un mundo globalizado son bastante complejas. Nos hace falta perspectiva y luz para discernir con claridad de qué se trata, causas y efectos, distinguir entre los procesos de vida y los de muerte. Hace falta una luz clara y confiable. Monseñor nos dice que la Palabra de Dios tiene ese sentido y objetivo. Dios quiere ser nuestra luz hoy y aquí. Las circunstancias de la vida son diferentes, pero cada homilía, cada lectura y reflexión bíblica debe aportar en la iluminación de nuestra realidad. CONTRASTAR. La Palabra de Dios nos ofrece un espejo o una lupa para que descubramos los contrastes, lo que va en contra y lo que va a favor del Reino de Dios. Muchas veces no es tan fácil ver claro en los espacios grises (esa mezcla humana de cosas buenas y cosas malas) y nos exige paciencia para evitar juicios adelantados. ALABAR – ANIMAR Ante los siempre nuevos brotes del Reino de Dios, la Palabra de Dios nos confirmará que vamos por buen camino, felicitará a quienes se arriesgan a abrir brechas nuevas para el Reino; nos animará para seguir adelante, a pesar de las dificultades y los vientos en contra. Anunciando la buena nueva del Evangelio la Iglesia nos pide que cuidemos esos nuevos brotes, esas ramitas y hojitas nuevas de una vida según el plan de Dios. No pocas veces callamos sobre las buenas iniciativas, sobre las esperanzas cuando las y los pobres empiezan a caminar. Es misión de la Iglesia ayudarnos a fijar la vista en esas experiencia liberadoras y llena de esperanza. De esa manera podrá llamar a otros/as a incorporarse, a colaborar. REPUDIAR, DENUNCIAR, CONDENAR. El otro eje del profetismo bíblico es la denuncia de las corrientes y fuerzas que van en contra de la dignidad humana, en contra del Reino de Dios, que son expresión de las estructuras injustas y violentas. Tampoco es tarea cómodo sobre todo cuando se trata de denunciar poderes políticos y económicos como responsables y cómplices de la “inhumanidad”, de la injusticia, de la falta de libertad o de igualdad, de falta de misericordia y perdón, de insolidaridad y odio en vez de fraternidad. La Palabra de Dios es Buena Nueva para hoy y aquí. Cada creyente tiene la responsabilidad de ponerse debajo de la luz de esa Palabra y dejarse “seducir” por ella para ser testigos fieles, semillas de vida nueva, …
No tengamos miedo para arriesgarnos a la Palabra de Dios estrechamente relacionada con la realidad muy concreta en que vivimos.
[1] Wilfried Rossel, en la introducción a su libro “Gij zijt mij te sterk”, 1977, (Tú fuiste el más fuerte – Jer 20,7)