Ética y espiritualidad en clave femenina-liberadora
En este día 25 de Noviembre, Día internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres, publicamos este artículo que hicimos con motivo de la intervención que tuvo hace un tiempo, en el Centro Loyola-Fundación Francisco Suárez (Las Palmas de GC.), Lucía Ramón Carbonell. Ella es filósofa y teóloga laica, miembro del Centro de Estudios Cristianisme i Justícia (Jesuitas de Cataluña), profesora en la Facultad de Teología de Valencia y en la Cátedra de las Tres Religiones de la Universidad pública de esta ciudad. Columnista habitual de la revista Vida Nueva; autora de diversas publicaciones y del libro "Queremos el pan y las rosas. Emancipación de las mujeres y cristianismo", publicado por Ediciones HOAC. La profesora Lucia Ramón, una pensadora y autora muy relevante, nos presento una muy buena síntesis de su interesante y cualificado libro, en especial en el campo de la espiritualidad.
A continuación, en dialogo con la autora, acogiendo y profundizando algunos aspectos de los que presentó, exponemos diversas líneas de lo que puede ser una espiritualidad y antropología en clave de mujer, femenina, que contiene todo un carácter ético y social liberador. Que duda cabe que las mujeres, en la historia y en la actualidad, ha sido uno de los grupos sociales más empobrecidos, oprimidos y excluidos. Y por eso mismo, al mismo tiempo, las mujeres nos han legado toda una cultura e historia de la solidaridad, de la lucha por la vida, dignidad y emancipación de las injusticias. El machismo y patriarcado constituye una las lacras de realidad histórica, una de las formas de dominación que inserta en los imperialismos que nos ha tocado vivir- como el sistema esclavista (en especial el greco/romano), el feudal o el capitalismo (comercial, industrial y ahora financiero/especulativo)-, ha generado más marginación, violencia y víctimas.
Frente a toda esta dominación e imperialismos, a lo largo de la historia, diversas mujeres y organizaciones sociales han impulsado una promoción y liberación integral de las personas. En especial, la fe cristiana, con todos los fallos y errores cometidos que ella misma ha reconocido, ha sido semilla de mujeres espirituales y morales que han contribuido decisivamente a la cultura, al bien y a la justicia liberadora. Ahí están los relatos bíblicos, testimonios y nombres como Judith, Ana, María la madre de Jesús y María Magdalena, Junia, Febe, etc. Como Clara de Asís, Catalina de Siena, Hildegarda de Bingen o Teresa de Jesús. Y en nuestra época más reciente Simone Weil, Dorothy Day o Edith Stein, por solo poner unos pocos ejemplos; que se unen a una larga lista que, en especial, primero en el ámbito del movimiento obrero y, después, en el Tercer Mundo o Sur empobrecido del planeta: nos dejan todo un caudal de entrega, servicio y compromiso solidario por la paz, la fraternidad y la justicia liberadora con los pobres de la tierra. Todo ello frente a los distintos totalitarismos e injusticia que ha asolado nuestra era, en especial, el capitalismo por ser injusto por naturaleza y porque es el que más empobrecimiento, opresión y exclusión ha producido.
Como se ha estudiado, la mujer, lo femenino es arquetipo simbólico, signo y símbolo real, que expresa y significa el cuidado, la compasión y la solidaridad liberadora. La mujer, en la realidad histórica, es paradigma y modelo de misericordia compasiva ante el sufrimiento e injusticia que padecen los otros, los excluidos y pobres. Lo femenino simboliza y manifiesta la importancia del cuidar y sanar las relaciones humanas, sociales y ecológicas, frente a las lógicas de la dominación, opresión y explotación. La espiritualidad, la cultura y la acción-formación social deben dejarse fecundar por lo femenino, por este caudal de compasión y cuidado liberador que transforma la realidad de mal e injusticia. Tal como sufrimos hoy, a manos del neoliberalismo y capitalismo global que empobrece, margina y explota a las personas, a las mujeres, a los pobres y al planeta. En este sentido, es básica la participación y protagonismo real de la mujer en las diversas instituciones o estructuras sociales, culturales y espirituales o religiosas, como las iglesias, para que se vayan cimentado en la belleza, en la verdad y la bondad; e ir alcanzando así lo trascendente, lo espiritual y ético desde el amor fraterno, la paz y la justicia con los pobres y víctimas. Tal como, todo lo anterior, nos lo está enseñando y testimoniando el Papa Francisco.
A continuación, en dialogo con la autora, acogiendo y profundizando algunos aspectos de los que presentó, exponemos diversas líneas de lo que puede ser una espiritualidad y antropología en clave de mujer, femenina, que contiene todo un carácter ético y social liberador. Que duda cabe que las mujeres, en la historia y en la actualidad, ha sido uno de los grupos sociales más empobrecidos, oprimidos y excluidos. Y por eso mismo, al mismo tiempo, las mujeres nos han legado toda una cultura e historia de la solidaridad, de la lucha por la vida, dignidad y emancipación de las injusticias. El machismo y patriarcado constituye una las lacras de realidad histórica, una de las formas de dominación que inserta en los imperialismos que nos ha tocado vivir- como el sistema esclavista (en especial el greco/romano), el feudal o el capitalismo (comercial, industrial y ahora financiero/especulativo)-, ha generado más marginación, violencia y víctimas.
Frente a toda esta dominación e imperialismos, a lo largo de la historia, diversas mujeres y organizaciones sociales han impulsado una promoción y liberación integral de las personas. En especial, la fe cristiana, con todos los fallos y errores cometidos que ella misma ha reconocido, ha sido semilla de mujeres espirituales y morales que han contribuido decisivamente a la cultura, al bien y a la justicia liberadora. Ahí están los relatos bíblicos, testimonios y nombres como Judith, Ana, María la madre de Jesús y María Magdalena, Junia, Febe, etc. Como Clara de Asís, Catalina de Siena, Hildegarda de Bingen o Teresa de Jesús. Y en nuestra época más reciente Simone Weil, Dorothy Day o Edith Stein, por solo poner unos pocos ejemplos; que se unen a una larga lista que, en especial, primero en el ámbito del movimiento obrero y, después, en el Tercer Mundo o Sur empobrecido del planeta: nos dejan todo un caudal de entrega, servicio y compromiso solidario por la paz, la fraternidad y la justicia liberadora con los pobres de la tierra. Todo ello frente a los distintos totalitarismos e injusticia que ha asolado nuestra era, en especial, el capitalismo por ser injusto por naturaleza y porque es el que más empobrecimiento, opresión y exclusión ha producido.
Como se ha estudiado, la mujer, lo femenino es arquetipo simbólico, signo y símbolo real, que expresa y significa el cuidado, la compasión y la solidaridad liberadora. La mujer, en la realidad histórica, es paradigma y modelo de misericordia compasiva ante el sufrimiento e injusticia que padecen los otros, los excluidos y pobres. Lo femenino simboliza y manifiesta la importancia del cuidar y sanar las relaciones humanas, sociales y ecológicas, frente a las lógicas de la dominación, opresión y explotación. La espiritualidad, la cultura y la acción-formación social deben dejarse fecundar por lo femenino, por este caudal de compasión y cuidado liberador que transforma la realidad de mal e injusticia. Tal como sufrimos hoy, a manos del neoliberalismo y capitalismo global que empobrece, margina y explota a las personas, a las mujeres, a los pobres y al planeta. En este sentido, es básica la participación y protagonismo real de la mujer en las diversas instituciones o estructuras sociales, culturales y espirituales o religiosas, como las iglesias, para que se vayan cimentado en la belleza, en la verdad y la bondad; e ir alcanzando así lo trascendente, lo espiritual y ético desde el amor fraterno, la paz y la justicia con los pobres y víctimas. Tal como, todo lo anterior, nos lo está enseñando y testimoniando el Papa Francisco.