Dani Sánchez López y las becas de la Fundación "la Caixa" Una oportunidad de cine
Cuando a Dani Sánchez López le preguntaban de pequeño aquello de “¿qué quieres ser de mayor?”, lo tenía muy claro: “Quiero hacer cine”. Con solo 11 años admiraba a Kubrick, Buster Keaton, los hermanos Marx y Almodóvar, y aunque el sueño parecía muy ambicioso desde su Jerez de la Frontera natal, logró llegar a Los Ángeles y triunfar en Bollywood, gracias a unas excelentes notas, una clara determinación y una beca de la Fundación ”la Caixa” que le llevó a la Universidad Chapman (California), y cambió el rumbo de su vida
De hecho, él es uno de los más de 5.000 jóvenes talentos a los que el programa de Becas para investigadores españoles y extranjeros ha ayudado a ampliar su formación, desde que se creó en el año 1982. Ahora, con varios premios a sus espaldas y su propia productora, estrena en Netflix y rueda para Amazon Prime, mientras sigue apostando por el cine como herramienta de progreso social
| Ilustración: La Perera
Él es uno de los más de 5.000 jóvenes talentos a los que el programa de Becas para investigadores españoles y extranjeros ha ayudado a ampliar su formación, desde que se creó en el año 1982. Ahora, con varios premios a sus espaldas y su propia productora, estrena en Netflix y rueda para Amazon Prime, mientras sigue apostando por el cine como herramienta de progreso social.
¿Qué te decían en casa de pequeño cuando explicabas que querías estudiar cine?
Como se me daban bien las matemáticas, al principio intentaron que estudiara algo más convencional. Pero cuando ves que tu hijo vuelve del videoclub con cinco películas cada día… enseguida me apoyaron. Así que aparte de la paga, siempre me daban dinero para ir al cine. Yo lo tenía clarísimo, pero ellos también.
¿Cuál fue tu primer paso para llegar donde estás hoy?
Estudié comunicación audiovisual en Sevilla, porque era lo que más se parecía al cine de lo que conocía. Tras una matrícula de honor, la Universidad de Sevilla me becó para ir a la universidad de Cornell (Nueva York), y ahí vi que había unas becas de la Fundación ”la Caixa” que me podían ayudar a ir a Chapman (California). Yo vengo de una familia de clase media y de no haber sido por la beca nunca hubiera podido costearme la vida allí.
¿Cómo la conseguiste?
Me hicieron una entrevista con unas preguntas que no me esperaba. La primera, como mi doctorado era sobre el anime japonés y la sexualidad, fue un poco jocosa: “¿Has visto mucho Shin Chan?”. Después de un momento de silencio, contesté con un análisis de cómo Shin Chan perpetúa el machismo de la sociedad japonesa, con una madre que es la que educa al niño y un niño que emula a un padre infantiloide, que refleja el patriarcado estándar tras el que se esconde para conseguir lo que quiere. Salí de la entrevista pensando: “Ni de coña me dan la beca”. De hecho me olvidé de ella y fue mi madre quien miró la lista y me dio la noticia.
¿Por qué querías estudiar dirección de fotografía? ¿Y por qué en Chapman?
El director de fotografía es el que más domina el lenguaje cinematográfico, el lenguaje audiovisual. Y Chapman era una gran opción porque a mí me gustaba mucho el cine independiente y era una universidad muy conectada con Sundance, el festival de cine independiente.
Esa beca duró dos años…
Sí, dos años en los que aprendí a iluminar, algo muy difícil de hacer bien. Rodábamos todos los fines de semana y aprendíamos mucho más rodando en sets con los compañeros que en las clases. Tenían luces gigantescas, generadores… Y el tercer año lo hice con una beca a la excelencia de la propia universidad. Teníamos que hacer una película a modo de tesis, ¡pero yo hice seis! Y me dieron el premio de final de carrera.
¡No me extraña! ¿Qué sueños de juventud sientes que has cumplido?
A veces, cuando estoy en un rodaje con las grúas, las luces, una calle entera de caravanas…, pienso en ese adolescente que sufría bullying en Jerez por ser diferente, y ahora soy un director de fotografía y un realizador al que en los rodajes todo el mundo mira para saber qué hacer.
También eres profesor de cinematografía. ¿Qué intentas que aprendan tus alumnos?
Más que enseñar técnica, quiero que aprendan a ver, a saber mirar. El lenguaje cinematográfico es lo más complicado de enseñar, pero, una vez que tienen esa capacidad, pueden evolucionar por sí mismos. Les animo a que se presenten a becas, a que encuentren su “momento Caixa” para ir a por lo que quieren. Y obviamente, como persona de minorías que soy, también inculco valores de defensa, integración y solidaridad para con esas minorías. Es inherente a mi trabajo.
¿En tu nueva productora, impulsarás nuevos talentos?
Sí, es uno de mis proyectos a largo plazo. En Andalucía hay pocas escuelas de cine y ninguna que destaque, por lo que mucho talento andaluz acaba en Madrid. Es importante crear comunidad.
¿En qué andas ahora?
En una película sobre los naxalitas del sur de la India, un territorio que se aproxima al andaluz por la cantidad de terratenientes que hay. Hubo mucho esclavismo y se creó ese movimiento comunista. La protagonista intenta cambiar el mundo a través de la poesía y la cultura. Y también estoy trabajando en una serie para Amazon Prime.
¿Cómo te gustaría que fuera recordado tu cine?
Como un cine de identidades un poco menos comprendidas. Por eso quizá mi primer proyecto como director narrativo es Buddhist & Queer, la historia de un activista LGTBI+ que se hace budista para apoyar los derechos de este colectivo en la India, cuando a mí, en principio, no debería interesarme porque no soy religioso. Este chico ahora da conferencias en Goldman Sachs y demás corporaciones que intentan integrar otras identidades.
¿Crees que el cine ayuda al progreso social?
Totalmente. Yo, que fui un incomprendido en el instituto, siempre he entendido el cine como una herramienta de cambio. Que los humanos construyamos grandes cosas depende de que nos entendamos, y creo que las películas nos dan la oportunidad de comprender cómo es la vida y la perspectiva de otra persona. Conoces otras emociones, otros mundos, amplías tu horizonte. El cine es la forma más orgánica para entendernos entre nosotros, y eso ayuda a crear una sociedad más solidaria.