El Salvador vivía años difíciles, la guerra civil había comenzado en 1979 pero sólo en 1992 vio su fin; por un lado el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) y el ejército apoyados por los terratenientes, por grupos paramilitares de extrema derecha, entre ellos los Escuadrones de la Muerte y la Unión Gerrera Blanca.
En este clima florece la experiencia del padre franciscano Cosme, toda ella encaminada a dar a conocer la Palabra de Dios, a infundir semillas de justicia y de paz. Su estilo era suave, gentil, sereno, nunca una palabra de más, prudente pero firme en el rechazo de la violencia y en la defensa de la casa de Cristo. Cualidades que chocan profundamente con la muerte violenta que recibió el padre Cosme el 14 de junio de 1980, cuando fue tiroteado varias veces por desconocidos delante del altar mayor de su parroquia de Nonualco, mientras rezaba antes de celebrar la misa. La Iglesia en 2020 reconoce su martirio "in odium fidei". Hoy a las 17 horas tendrá lugar en la Plaza del Divino Salvador del Mundo, en San Salvador, su beatificación y la del Padre Rutilio Grande y compañeros. El cardenal Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador, presidirá la celebración en representación del Papa Francisco, junto con 25 obispos y 600 sacerdotes.
El vicepostulador: el Santo Cura de Ars de El Salvador
El padre Claudio Bratti es el vicepostulador de la causa de beatificación del padre Cosme, que era su compañero y amigo. También él es franciscano y misionero en El Salvador. Sigue la causa desde 1996 y confiesa que no ha descubierto nada diferente de lo que ya sabía sobre el religioso, su fe y su vocación de ayudar a los demás sin juzgar nunca. Analizando sus escritos, leyendo los documentos pero también en los testimonios recogidos, emerge la misma figura de un sacerdote "al estilo de Charles de Foucault".
El padre Bratti cuenta que el padre Cosme "destacó por un tipo de santidad que refleja el carisma franciscano: trabajar por la justicia, trabajar en el entorno en el que se vive". Nacido el 28 de enero de 1923 en Mansuè, en la provincia de Treviso, ingresó en el seminario franciscano de los Hermanos Menores de Lonigo en 1935 e hizo su profesión religiosa el 17 de noviembre de 1940.
Ordenado sacerdote el 27 de junio de 1948, expresó a sus superiores su deseo de ir como misionero a China, deseo que no pudo cumplirse. Su otro destino fue Centroamérica, San Juan Nonualco, donde construyó una iglesia parroquial, montó talleres para enseñar un oficio a los jóvenes, trajo vides de su propia tierra para intentar hacer vino y fundó una escuela. Cuando recogí los testimonios de sus feligreses", dijo el vicepostulador, "pensé en el Santo Cura de Ars porque era un párroco que acogía a la gente, servía a sus fieles, administraba los sacramentos y se entregaba a la catequesis. Era un hombre amable, presente y decidido en su misión".
Justicia social
La determinación la demostró -recuerda padre Claudio- cuando detuvo a los guerrilleros que querían ocupar su iglesia, lo que le parecía "una profanación de la Eucaristía". "Yo estaba en la parroquia de al lado e inmediatamente fui a verle, le dije que había sido valiente pero me contestó que siempre hay que defender los derechos de Cristo y de la Iglesia".
"Era muy bueno guiando a las almas, muy devoto de la Eucaristía y cuando celebraba la misa u organizaba la adoración atraía a la gente y la dejaba asombrada". El padre Cosme sabía que "el problema era la justicia social, pero no atacó a las autoridades, sino que expuso los principios que debían guiar la vida de las personas, se detenía -continúa el padre Bratti- en las injusticias de los pobres sobre los pobres". La referencia era al clima de sospecha que se había creado, durante la guerra civil, en la que se elaboraron listas con personas sospechosas de conspirar contra el ejército. "Él decía que había que tener cuidado porque la gente también mataba de esta manera, no sólo con disparos".
El martirio, una característica de su vida
El vicepostulador concluye: "La relevancia del padre Cosme radica en que en ese ambiente, como en todos, la tentación de hacer política era fuerte, pero aún hoy existe ese riesgo. Es un ejemplo de sacerdote que estaba presente a cualquier hora del día o de la noche, iba a todas partes con su jeep, a caballo y también a pie, fuera como fuera". La muerte del padre Spessotto se produjo cuatro meses después de la de monseñor Romero. Su martirio material está bien documentado, pero su voluntad de vivirlo se desprende también de sus escritos, en los que también expresaba su voluntad de perdonar a sus posibles asesinos. Era consciente de que estaba en peligro porque había recibido amenazas verbales y cartas amenazantes, pero siempre rechazó la invitación de sus superiores a volver a Italia.
"Tengo el presentimiento -escribió antes de morir- de que de un momento a otro las personas fanáticas pueden quitarme la vida. Morir como mártir sería una gracia que no merezco. Lavar todos mis pecados, faltas y debilidades de mi vida pasada con la sangre derramada por la causa de Cristo sería un regalo gratuito del Señor. Ya desde este momento, perdono y pido al Señor la conversión de los autores de mi muerte".
Mi tío y la frescura de la fe
Giovanni Tellan es hijo de Angela, la hermana del padre Cosme, que tenía cuatro hermanas, dos de ellas monjas, y dos hermanos. Pietro y la hermana Pia Vittoria, que tienen más de 90 años, siguen vivos. "Es una alegría que esperábamos desde hace años", explica Giovanni, unos días antes de partir hacia El Salvador para asistir a la ceremonia de beatificación.
"Lo que siempre me llamó la atención de él fue su sencillez, su sonrisa, su risa, su frescura", afirma. Pero en los recuerdos de Giovanni está también el día de la muerte del padre Cosme, "ese aire de tristeza confirmado por las lágrimas de su madre".
"Después del asesinato de Romero estábamos preocupados, pero nos dijeron que, como era extranjero, no lo iban a tocar. Sin embargo, la historia fue diferente".
Además recuerda que veía a su tío sólo en la cena, cuando volvía a Italia, porque todo el día estaba buscando fondos para las buenas obras que se hacían en El Salvador, "recaudaba mucho".
"Nos explicaba el clima que se respiraba -concluye Giovanni- pero nos reiteraba con firmeza que la violencia sólo conduce a la violencia". Un mensaje que ni siquiera los disparos fueron capaces de borrar.