La presidenta de CLAR clausura el congreso de la Red Ecclesia in America en San Diego Gloria Liliana Franco: "Frente a los liderazgos cerrados, verticales y autoritarios, tenemos que empeñarnos en soñar con una Iglesia Pueblo de Dios"

Liliana Franco resumió los ejes del congreso de San Diego
Liliana Franco resumió los ejes del congreso de San Diego

"Hay estructuras que asfixian y modos de proceder que niegan lo humano; que con frecuencia la persona no está en el centro y la óptica del Evangelio se obnubila entre legalismos y modos de proceder"

"En forma de grito nos resonó durante estos días, el drama de la exclusión, del desplazamiento y la barbarie, de la xenofobia y la discriminación; de la crueldad de las brechas sociales y del daño que le hacemos al planeta, amparados en la idolatría del individualismo, del consumo y de la ambición"

"Que ninguna burocracia, ni clericalismo le haga sombra a la presencia y a la acción de un Dios que sin distingo de genero, condición, edad, cultura… nos llama a lo insospechado de su Reino"

"Justo en esta hora, se nos invita a nuevos modos relacionales, a la “sinodalidad”, al ágora, al lugar de lo comunitario, a la mística del nosotros, a la sinfonía de lo común"

"Durante estos días, se nos hizo evidente que la pobreza tiene rostro: las caravanas de migrantes, las personas víctimas de trata, los desheredados incluso en su propio territorio, las mujeres invisibilizadas y victimas de todo tipo de violencia, los colectivos LGTBIQ+ excluidos"

"Hacer teología en los márgenes, en las orillas complejas del mundo, ahí donde el grito se constituye en la narrativa del querer de Dios, nos conduce a extender los brazos solidarios para actualizar el abrazo, para que la Iglesia llegue a todos y se haga más creíble porque habita los espacios y no sólo visita"

Buenos días.

Gracias a quienes nos han convocado para encontrarnos y para tejer la necesaria reflexión. 

En la obra de Oswaldo Guayasamin, el gran artista ecuatoriano, hay dos cuadros que siempre me han impresionado con fuerza: El grito y el abrazo.

Newsletter de RD · APÚNTATE AQUÍ

Durante estos días, en esta ágora del encuentro y la reflexión, el disertar teológico ha hecho eco de un grito, de un clamor.  En esta sumatoria prolongada de palabras, se nos ha hecho evidente, que hay estructuras que asfixian y modos de proceder que niegan lo humano; que con frecuencia la persona no está en el centro y la óptica del Evangelio se obnubila entre legalismos y modos de proceder.  Que a pesar nuestro y sobre todo de las víctimas y de los más vulnerables de la historia, la relación, se establece desde el dañino matiz de la manipulación ideológica y el poder se usa para controlar y encasillar, para estigmatizar y excluir. Y por tanto, el horror del abuso que invisibiliza y margina, les niega a los otros dignidad y les mengua fe, alegría y esperanza. 

El abrazo de Guayasamin

El jueves, al llegar a este salón y después de escuchar las dos primeras reflexiones, resonó en forma de grito, de clamor incontenible, una pregunta que verbalizó una teóloga de origen cubano, que echo raíces en esta tierra y a quien la rigurosidad de su reflexión teológica, la ha llevado a la radicalidad de su praxis misericordiosa.  Y a su clamor, a su sed de respuestas, se fueron sumando desde distintas ópticas, sensibilidades y rincones del continente,  reflexiones, testimonios, imágenes y relatos, hechos profecía social y sin lugar a dudas, teología en contexto.

En forma de grito nos resonó durante estos días, el drama de la exclusión, del desplazamiento y la barbarie, de la xenofobia y la discriminación; de la crueldad de las brechas sociales y del daño que le hacemos al planeta, amparados en la idolatría del individualismo, del consumo y de la ambición.

Clausura del encuentro de San Diego
Clausura del encuentro de San Diego

Entre diálogos y en torno a mesas redondas, se nos hizo evidente que este mundo nuestro está atravesado por la crisis.  Y no importa que calificativo le demos a nuestra sociedad, no importa si con Bauman la llamamos liquida, con Lypovesky porosa, con Mardones fragmentada o con Yun chul han decimos que esta es la  sociedad del cansancio.  Lo cierto es que este es nuestro momento histórico, esta es nuestra sociedad y en ella nos corresponde sembrar nuestro sí teológico. 

Desde esta orilla de América, nos hemos sentido llamados a NUEVOS MODOS RELACIONALES.  Un nuevo ecosistema relacional requiere “una Iglesia más capaz de alimentar las relaciones: con el Señor, entre hombres y mujeres, en las familias, en las comunidades, entre todos los cristianos, entre los grupos sociales, entre las religiones, con la creación[1].  Hemos sido invitados a la profundidad de la escucha, convidados a caminar juntos valorando la otredad.

El documento final del Sínodo expresa que “los teólogos y teólogas ayudan al Pueblo de Dios a desarrollar una comprensión de la realidad iluminada por la Revelación y a elaborar respuestas adecuadas y un lenguaje apropiado para la misión[2]”. También reconoce la necesidad de hacer teología en clave sinodal. 

Emilce Cuda, en el congreso de San Diego
Emilce Cuda, en el congreso de San Diego

En este lugar nos hemos renovado en la certeza de que en nuestro ejercicio teológico, estamos llamados a seguir trabajando por una Iglesia con rostro sinodal, en la que haya lugar para todos.  En la que ninguna burocracia, ni clericalismo le haga sombra a la presencia y a la acción de un Dios que sin distingo de genero, condición, edad, cultura… nos llama a lo insospechado de su Reino, al amor hasta el extremo, a la entrega incondicional de la vida, para que, en la mesa de todos, haya pan y nadie caiga en la tentación de sentirse superior a los demás.  La plenitud eclesial es posible, en clave fraterna, sororal y allí donde hay hermanos y hacemos nuestra la necesaria ética de la hospitalidad.

Justo en esta coyuntura de nuestro mundo, reconocemos que “La calidad evangélica de las relaciones comunitarias es decisiva para el testimonio que el Pueblo de Dios está llamado a dar en la historia. “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13,35)[3]”.  Ante la sombra del clericalismo, la tentación de la supremacía de algunos, las estructuras rígidas, anquilosadas; frente a los liderazgos cerrados, verticales y autoritarios, tenemos que empeñarnos en soñar con una Iglesia Pueblo de Dios, en la que se dé primacía a la participación y en la cual, situarnos en condición de hermanos sea lo natural.  Una en la que la construcción sea siempre colectiva y las relaciones sean sanas, transparentes, fraternas.  Una en la que se reconozca el valor de las mujeres, de los laicos, de los niños y jóvenes en la construcción del tejido eclesial.  Y para lograrlo necesitamos formación, eso no se improvisa. Se requiere de escuelas del vínculo y sinodalidad, en las que nos reconozcamos distintos y necesarios.  De lo que se trata es de purificar las relaciones y hacerlas más desprovistas de intereses mezquinos.

Clausura del congreso
Clausura del congreso

“Ser Iglesia sinodal exige, pues, una verdadera conversión relacional. Debemos aprender de nuevo del Evangelio que el cuidado de las relaciones no es una estrategia o una herramienta para una mayor eficacia organizativa, sino que es la forma en que Dios Padre se ha revelado en Jesús y en el Espíritu. Cuando nuestras relaciones, incluso en su fragilidad, dejan traslucir la gracia de Cristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu, confesamos con nuestra vida la fe en Dios Uno y Trino[4]”. Como nos resonaba en la última intervención del día de ayer 

Algo nuevo nace, justo cuando algo escasea en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad.  En esta hora en la que muchos de nuestros liderazgos son frágiles y utilitaristas; las democracias débiles y tentadas de polarización, la comunicación manipulada y dispersa... En esta hora en la que se populariza la mentira y en la cual las xenofobias son recalcitrantes, cuando la condición de muchos es la migración, a otros los aturde la guerra y en las esquinas de nuestras ciudades se comercializa con la dignidad humana.  Justo en esta hora, se nos invita a nuevos modos relacionales, a la “sinodalidad”, al ágora, al lugar de lo comunitario, a la mística del nosotros, a la sinfonía de lo común.

Y la invitación tiene la fuerza de una decisión movilizadora: “Sólo la escucha conduce a la conversión”[5]  Por eso, nuestro lugar como hermanos y hermanas  y servidores del pueblo desde el quehacer teologico, debe ser, el de discípulos que ESCUCHAN Y DISCIERNEN:

  • Escucha a Dios para dejarnos configurar por Él, para al eco de su Palabra, moldear criterios, convicciones, decisiones… para abrirle cauces al compromiso.
  • Escucha al pueblo para permitir que la realidad permee, fecunde las necesarias respuestas, esas a las que urge la historia y que surgen de la contemplación de la realidad.
  • Escucha entre nosotros para mirarnos como Dios nos mira y liberarnos de etiquetas que, enmohecidas por los años y por los juicios mezquinos, aprisionan la belleza, la posibilidad, los dones de los demás.

La escucha como la posibilidad de situarse a modo evangélico ante la realidad; la escucha que recrea la dimensión profética de la Iglesia; la misma que nos sitúa en el lugar del otro.  Hoy, más que nunca estamos convidados a un PROCESO DE ESCUCHA, un ejercicio que requiere de humildad, paciencia y gratuidad; de lo que se trata es de discernir juntos la Voluntad de Dios, desde una mirada creyente, lucida y esperanzada de la realidad.  “Es a los Evangelios a donde debemos mirar para trazar el mapa de la conversión que se requiere de nosotros, aprendiendo a hacer nuestras las actitudes de Jesús[6]”.  Él es para nosotros, el más auténtico referente.

Jornada inaugural del Congreso en la Universidad de San Diego
Jornada inaugural del Congreso en la Universidad de San Diego

Y escuchar supondrá habitar el territorio, contextualizar la presencia, encarnar las opciones, urge mirar los signos de los tiempos, no sólo para diagnosticar, sino fundamentalmente para escuchar entre cifras, hechos e indicadores, la voz de Dios que quiere a su Iglesia sirviendo a su pueblo, atendiendo a las situaciones en las que más urge salvación, liberación, dignidad humana, bien común.

Y el fruto de la escucha y de la mirada contemplativa sobre la realidad, nos llevará a discernir, a buscar con otros, el Querer de Dios. Discernimos porque nos sabemos discípulos, aprendices, porque queremos estar atentos a la manera como Dios nos urge al compromiso y discernir nos conduce a salir, a desentrañar la vocación misionera que todos hemos recibido por el hecho de ser cristianos y que nos dispone para seguir a Jesús con mayor autenticidad y radicalidad.

Estos días hemos constatado que a la raíz de modos relacionales alejados del querer de Dios, se ancla el drama de la desigualdad de oportunidades, del hambre y la crisis alimentaria, de las deficitarias posibilidades de salud y educación, de la violencia que nos arrebata derechos y posibilidades, de los espirales generalizados de corrupción, de las estructuras de poder y tener que acrecientan la desigualdad y abren cada vez más brechas.   Experimentamos que el pecado social tan recurrente en nuestra cotidianidad altera los vínculos interpersonales y daña la justicia.  

No hay progreso allí donde se vulnera la vida y los derechos humanos, donde se desangran la tierra y las culturas, donde se tala el futuro y se ahogan en petróleo las ilusiones de las nuevas generaciones, donde se suma explotación e ilegalidad

No podemos seguir identificando progreso con crecimiento económico.  No hay progreso allí donde se vulnera la vida y los derechos humanos, donde se desangran la tierra y las culturas, donde se tala el futuro y se ahogan en petróleo las ilusiones de las nuevas generaciones, donde se suma explotación e ilegalidad.   Sin lugar y como nos resonó de una manera especial ayer,  asistimos a una sociedad enferma.  El planeta y los más pobres claman. Algo tiene que cambiar, será necesario que surjan nuevos modos de relación entre nosotros y con la tierra.  “La escucha de los que sufren la exclusión y la marginación refuerza la conciencia de la Iglesia de que es parte de su misión hacerse cargo del peso de estas relaciones heridas para que el Señor, el “Viviente”, pueda sanarlas[7]”.  Estamos urgidos de reconciliación.

Durante estos días, se nos hizo evidente que la pobreza tiene rostro: las caravanas de migrantes, las personas víctimas de trata, los desheredados incluso en su propio territorio, las mujeres invisibilizadas y victimas de todo tipo de violencia, los colectivos LGTBIQ+ excluidos.  La pobreza ahí donde estamos, donde hemos sembrado nuestro sí, tiene rostro, nombre, domicilio.

Y nuestro compromiso como teólogos y teologas, debe actualizarse diariamente en la opción por Jesús, que, sin lugar a dudas, debe ser la opción por los más pobres, por sus luchas y sus causas.  Será necesario ir a lo profundo, a las raíces estructurales de la pobreza y promover oportunidades reales de desarrollo integral, pero también, empeñarnos como alfareros, en el contacto permanente con la realidad, para humanizar, tejer las redes que favorezcan el compromiso con incidencia, incluso politica y la capacidad transformadora de la Iglesia.

Foto de familia del congreso
Foto de familia del congreso

En esta coyuntura histórica no hay lugar para la pasividad, todos nuestros esfuerzos por evangelizar, hacer comunidad, tejer redes y evidenciar con obras la solidaridad de la Iglesia, deben estar al servicio del bien común.  No cabe el mezquino individualismo, ni la búsqueda desenfrenada del bien particular, ni el empeño por achicarnos o dejar sola a nuestra gente aturdidos por el miedo al futuro. La pasión por Jesús se traduce en pasión por el pueblo, por eso, evangelizar, será hoy más que nunca humanizar. Debemos asumir sin resistencias, que la misión evangelizadora de la Iglesia implica y exige una promoción integral de cada ser humano y ello requiere que estemos en los territorios, que la teología tenga el coraje de ser la narrativa del accionar de Dios en los territorios. 

La pasión por Jesús se traduce en pasión por el pueblo, por eso, evangelizar, será hoy más que nunca humanizar. Debemos asumir sin resistencias, que la misión evangelizadora de la Iglesia implica y exige una promoción integral de cada ser humano y ello requiere que estemos en los territorios, que la teología tenga el coraje de ser la narrativa del accionar de Dios en los territorios

Guayasamin supo plasmar el grito y también el abrazo.  A nosotros, nos corresponde seguir afinando el oído para que el grito entre hasta lo profundo, confronte a nuestra Iglesia, nos convierta, nos movilice.  Pero hacer teología en los márgenes, en las orillas complejas del mundo, ahí donde el grito se constituye en la narrativa del querer de Dios, nos conduce a extender los brazos solidarios para actualizar el abrazo, para que la Iglesia llegue a todos y se haga más creíble porque habita los espacios y no sólo visita, o prepara eventos, sino que acompaña, se implica y al modo de Jesús, es decir, sin miedo a las consecuencias se compromete.

Y como se ha dicho en esta sala, prolongar el abrazo será resistir la polarización que  deteriora y debilita, fortalecer las redes solidarias y vernos más allá de nuestras propias fronteras geográficas, culturales e incluso ideológicas.  Será poner en marcha procesos comunitarios, movimientos sociales proféticos y contraculturales. Supondrá ubicarnos desde otras lógicas, con otras narrativas, propiciar nuevos aprendizajes y  experiencias; propiciar lecturas de la realidad osadas, creyentes, esperanzadas y desde  distintas  hermenéuticas, acogernos nómadas, peregrinos, también migrantes y en camino, diversos también en la vivencia de nuestra religiosidad, configurados en el rostro mestizo  de nuestra identidad.

Algunos de los 'padres' y 'madres' del congreso
Algunos de los 'padres' y 'madres' del congreso

Prolongar el abrazo, requiere que la Iglesia en América se esfuerce por aumentar el mutuo respeto y las buenas relaciones entre religiones y creencias para el bien común, que reconocer la diversidad religiosa en los territorios.  Que revisitemos los modos de evangelización y enfaticemos ese silencio activo capaz de valorar el universo religioso de los demás.

Y mientras nosotros estamos aquí, el rio ballena sigue su fluir de resistencia y sigue empapando a todos, porque a nadie se le niega su ración de agua y de dignidad.

Y mientras nosotros estamos aquí la Mariposa monarca, continua su viacrucis pascual, el del dolor y la resistencia, el de las redes solidarias y la terca esperanza.

Y mientras nosotros estamos aquí, Doña Rosa, Nicolas, el joven Pedro, las niñas de Doña Juana…intentan surcar un muro, se aferran a una promesa.

Por eso, ojalá que como lo parafraseábamos ayer, este encuentro haya contribuido a que  ahora veamos mejor y ojalá también a que nos duelen los ojos.  Gracias.

Notas

[1] Documento Final del Sínodo: Por una Iglesia Sinodal, comunión, participación, misión. # 50

[2] Documento Final del Sínodo: Por una Iglesia Sinodal, comunión, participación, misión. #67

[3] Documento Final del Sínodo: Por una Iglesia Sinodal, comunión, participación, misión. #50

[4] Documento Final del Sínodo: Por una Iglesia Sinodal, comunión, participación, misión. #50

[5] Documento final del Sínodo de La Amazonía.

[6] Documento Final del Sínodo: Por una Iglesia Sinodal, comunión, participación, misión. #51

[7] Documento Final del Sínodo: Por una Iglesia Sinodal, comunión, participación, misión. #56

Volver arriba