Cuando por la mañana desayunas leyendo en El Universal ―uno de los periódicos más conocidos de México― que ha sido hallado un «campo de exterminio» en el estado de Jalisco, concretamente en el recinto de un rancho usado como centro de adiestramiento de narcos y de confinamiento de personas secuestradas por ellos, en el que había «tres hornos para quemar cuerpos, con cientos de fragmentos óseos», no puedes evitar pensar que tal vez no hemos aprendido la lección tras los horrores de los campos nazis de Auschwitz-Birkenau, Majdanek o Treblinka. 

La noticia ha generado inmediatamente una reacción contundente por parte de la Conferencia Episcopal Mexicana, así como de la asociación Laicos en la Vida Pública, quienes denuncian sin ambages lo que lamentablemente solo constituye un paso más en la escalada de violencia que viene sufriendo este bello país desde hace años. El grito de los obispos y de los laicos nos remite a nosotros, españoles, al famoso «¡Basta ya!» que marcó un hito en la lucha contra ETA a raíz del secuestro y posterior asesinato del concejal Miguel Ángel Blanco en 1997; y nos recuerda también el grito que lanzó en 1985 el fiscal Julio César Strassera en su alegato final en la causa contra los altos mandos de la Junta Militar que había tenido a Argentina sometida a una terrorífica dictadura entre 1976 y 1983 (recomendamos la película Argentina, 1985, de Santiago Mitre).

Este hallazgo en Jalisco ―a tan solo 45 km de Guadalajara, la capital del estado y sede de la célebre Feria Internacional del Libro― se ubica en un contexto más amplio de violencia estructural, por una parte, con unas tasas de desigualdad insoportables y un estado corrupto en todas sus instancias, y por otra, de violencia directa generada por los cárteles del narcotráfico, que extienden sus tentáculos a lo largo y ancho de la República Mexicana. Estamos hablando de 103 homicidios dolosos al día (o sea, 37.600 asesinatos al año) (obviamente los números varían en función del año y de la fuente que los da), de miles de desaparecidos cuyos cuerpos probablemente nunca serán encontrados (y, por tanto, no engrosarán las listas de asesinados), de miles de familias desplazadas, cuando no directamente violentadas o asesinadas, todo ello llevado a cabo por los cárteles de la droga con la connivencia de parte de la sociedad.

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Los católicos de México, liderados por la Compañía de Jesús y con el apoyo de la Conferencia Episcopal de México y de las congregaciones mexicanas de vida religiosa, promovimos y alentamos un congreso celebrado en la Universidad Iberoamericana de Puebla, en septiembre de 2023, el Diálogo Nacional por la Paz, donde nos reunimos casi 1.500 personas de toda la república, procedentes de diversos sectores sociales: católicos, protestantes, judíos, budistas, musulmanes, profesionales, amas de casa, religiosos y religiosas, sacerdotes, obispos, indígenas, políticos, estudiantes, profesores, empresarios, educadores, activistas sociales, agentes culturales, periodistas, intelectuales, etc., para hacer una radiografía y un diagnóstico de la violencia en México, y poder trabajar juntos en la construcción de la paz que tanto necesitamos. Este congreso dio pie a la Red Nacional por la Paz, en la que muchos tratamos de encontrar caminos para alcanzar una paz justa en el país.

Tras el anuncio del hallazgo del campo de exterminio en Jalisco, los obispos y los Laicos en la Vida Pública de México han hecho una llamada a la acción y exigen actuaciones concretas: 1/ búsqueda e identificación de las víctimas, 2/ investigación y sanción, 3/ políticas de prevención, 4/ compromiso con la verdad, 5/ acompañamiento a las víctimas, 6/ participación ciudadana activa y 7/ educación para la paz y la justicia.