La Iglesia celebra el Día de Hispanoamérica Rodrigo Vargas, misionero de la OCSHA en Uruguay: "Cuando el misionero llega a su destino, lo primero que tiene que hacer es quemar las naves”
"Todo misionero ha de hacer una inculturación de cuerpo y alma; una inculturación en la vida, en las costumbres, en la manera de entregar el Mensaje. Nunca dar nada por supuesto, ni andar haciendo comparaciones que parecen inofensivas, pero fomentan un mayor distanciamiento"
"Al uruguayo se lo evangeliza a través de lo humano, de abajo hacia arriba, elevando a lo sublime lo que pueda parecernos de lo más cotidiano"
"La Misión me ha enseñado cosas muy básicas que yo daba por sabidas. Me enseñó a estar con la gente y tratarlos con todo cariño. Evangelizar 'uno a uno', el trato de 'tú a tú' genera una riqueza reciproca que se aprecia mucho mejor con el paso de los años"
"En muchos de mis feligreses hay un profundo arraigo español, una fascinación por el flamenco y les encanta o sueñan con viajar a España. Como si el alma de sus antepasados españoles siguiese tirando de ellos"
"La Misión me ha enseñado cosas muy básicas que yo daba por sabidas. Me enseñó a estar con la gente y tratarlos con todo cariño. Evangelizar 'uno a uno', el trato de 'tú a tú' genera una riqueza reciproca que se aprecia mucho mejor con el paso de los años"
"En muchos de mis feligreses hay un profundo arraigo español, una fascinación por el flamenco y les encanta o sueñan con viajar a España. Como si el alma de sus antepasados españoles siguiese tirando de ellos"
"Las sendas de Dios no son nuestros caminos", reconoce el sacerdote Rodrigo Vargas. Y ellas han llevado a este toledano de Esquivias, de 51 años, primero a Perú y, ahora, a Uruguay, en Aramendia, desde donde reconoce, en entrevista con Religión Digital con motivo del Día de Hispanoamérica, que se celebra este domingo, 5 de marzo, que "aún sigo preguntándome cómo he terminado en un país donde nunca imaginé que pudiera desempeñar mi ministerio".
Formado en el Seminario Mayor “San Ildefonso” de Toledo, él es uno de los 157 sacerdotes españoles de la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA) que en la actualidad se encuentran lejos de sus diócesis de origen para misionar en 19 países de América Latina.
"¡Dios dispone!"
¿Cómo surgió la idea de partir para Uruguay?
Las sendas de Dios no son nuestros caminos. Aún sigo preguntándome como he terminado en un país donde nunca imaginé que pudiera desempeñar mi ministerio. Yo me encontraba en la Prelatura de Moyobamba y, sin tener ninguna intención de acudir, fui a un encuentro de la OCSHA en Brasil. Allí conocí a un sacerdote que trabajaba en Uruguay y, todo se fue dando de tal manera que ese mismo año ya estaba por estos lares. ¡Cómo dispone Dios las cosas superando nuestros planes y entendimiento!
¿Qué cree que puede aportar usted ahí a la misión?
Yo, con mis temores y limitaciones, estoy en la Misión de Jesús, en la Misión de la Iglesia, para hablar de Dios a las gentes. Mi tarea es anunciar el Evangelio de Jesucristo. Lo esencial es poner a Cristo en el centro de la Misión. Una misma fe y un mismo Evangelio.
También he sentido inquietud por la promoción humana. El acercarme a los destinatarios de las palabras de Jesús. Todo misionero ha de hacer una inculturación de cuerpo y alma; una inculturación en la vida, en las costumbres, en la manera de entregar el Mensaje. Nunca dar nada por supuesto, ni andar haciendo comparaciones que parecen inofensivas, pero fomentan un mayor distanciamiento.
¿Y siente que la misión le aporta algo a usted?
Cuando el misionero llega a su destino, lo primero que tiene que hacer es “quemar las naves”. “Poner la mano en el arado y no mirar atrás (Lc.9,62)”. El compromiso, la entrega y la disponibilidad han de estar cargadas de radicalidad. Siempre recibimos mucho más, al menos, espiritualmente. En Uruguay me he encontrado con personas muy generosas, con gran capacidad de escucha, amistades increíbles, aperturas de casa y corazón. Al uruguayo se lo evangeliza a través de lo humano, de abajo hacia arriba, elevando a lo sublime lo que pueda parecernos de lo más cotidiano; por ello, he meditado mucho el propio Misterio de la Encarnación como manera de asumir lo humano para que sea Redimido.
La Misión me ha enseñado cosas muy básicas que yo daba por sabidas. Me enseñó a estar con la gente y tratarlos con todo cariño. Evangelizar “uno a uno”, el trato de “tú a tú” genera una riqueza reciproca que se aprecia mucho mejor con el paso de los años.
"Una vocación no tiene precio"
Hay quien puede pensar que, ante la escasez de sacerdotes en España, enviarlos fuera es un dispendio. ¿Lo es?
Me parece un planteamiento muy mercantil. Nuestro carisma es la totalidad. ¿Nuestro destino? Jesús nos envía para llevar sus enseñanzas hasta los confines de la Creación. Siempre me parecieron planteamientos de un reduccionismo inadmisible. Tenemos que fomentar las vocaciones nativas en un mundo cambiante, donde la globalización ha de facilitarnos la propagación de la fe; sin cerrarnos al generoso intercambio de vocaciones y sacerdotes en lo eclesial y cultural.
Una vocación no tiene precio. Nunca he llevado cuenta de lo que he invertido en Uruguay a lo largo de casi 11 años; mi pensamiento va mucho más allá de lo meramente monetario.
El Concilio Vaticano II ya nos profetizó que nos preparásemos para un mundo que nos desconcertaría por su rápida inmediatez, por su inestabilidad con fecha de caducidad
Cuando España es ya tierra de misión, ¿qué sentido tiene seguir enviando sacerdotes a Hispanoamérica?
En esta entrevista hay cuestiones que yo había… rezado. Vivimos situaciones impactantemente novedosas sin tiempo para madurarlas. La eclesiología tiene que hacer frente a paradigmas con aspecto desafiante. Europa es lugar de Misión. “Todo el mundo es lugar de Misión”. ¿Quién posee la exclusiva de emisor o receptor del Evangelio? ¿Se nos han desplazado parámetros que concebíamos intocables? El Concilio Vaticano II ya nos profetizó que nos preparásemos para un mundo que nos desconcertaría por su rápida inmediatez, por su inestabilidad con fecha de caducidad.
Aunque solo sea para reforzar los lazos entre las Iglesias de Hispanoamérica y España, ya tiene sentido. En mi diócesis de Uruguay hay sacerdotes de varias nacionalidades. Doy gracias a Dios por ello. En España hay sacerdotes de muchas nacionalidades… doy gracias a Dios por ello. Si la Misión se frenase con este tipo de criterios, nuestra identidad como Iglesia de Jesucristo quedaría muy desvirtuada.
¿Siente que esta labor refuerza los lazos entre las iglesias de Hispanoamérica y España?
El misionero que viene a estos países ya cuenta con una linda ventaja: hablar el mismo idioma. Además de encontrarnos con personas cuyos antepasados radicaban en los mismos pueblos y campos. Es como si uno fuera un espejo para el otro. La labor m misionera acá refuerza los lazos entre ambas Iglesias. ¡Mucho más de lo que imaginamos! En Uruguay se ama a España: el arte, las costumbres, los paisajes, el folclore… En muchos de mis feligreses hay un profundo arraigo español, una fascinación por el flamenco y les encanta o sueñan con viajar a España. Como si el alma de sus antepasados españoles siguiese tirando de ellos.
Y, gracias al milagro de la tecnología, yo mismo mantengo una continua comunicación entre la diócesis de Toledo y Maldonado. Pienso que la OCSHA también es fundamental en este sentido.
Mi crecimiento personal ha sido a través de la intensa humanidad que destila el Uruguay. Rezo mientras tomo el mate, celebro la Eucaristía pensando en los problemas de cada feligrés
¿Dónde diría que son más consistentes esos lazos, ese sentido de pertenencia a una misma familia: ahí o en España?
Llega un momento en que se te divide el corazón. Incluso se te presenta el fantasma del desarraigo. Personalmente: en América. Mi horizonte conceptual se ha ensanchado muchísimo. Mi crecimiento personal ha sido a través de la intensa humanidad que destila el Uruguay. Rezo mientras tomo el mate, celebro la Eucaristía pensando en los problemas de cada feligrés, visito para conversar de lo humano y lo divino, aprendí que el cotidiano saludo es toda una apertura hacia el otro, preguntar por los enfermos nos conduce a un encuentro muy agradecido. Desde lo humano a lo divino: compartir el fuego y el mate en un asado es todo un acto de comunión.
Del mismo modo mi mente viaja al otro lado del Charco: hacia mi familia, amistades y compañeros sacerdotes. Mi cariño por mi diócesis, obispo y Delegación de Misiones.
Tiene sentido seguir anunciando a Cristo en Hispanoamérica, porque refuerza los lazos entre las Iglesias y te hace sentir miembro de una misma familia, que somos los cristianos, porque no hay distancia que logre separarnos del Amor de Dios.
Etiquetas