La espiritualidad mejora la salud, según los investigadores El poder sanador de la fe ante la pandemia, ¿una evidencia científica?
Un estudio determinó que las personas religiosas sobrellevan mejor el estrés a causa de la cuarentena por el Covid-19
Otro estudio, estableció que la espiritualidad beneficia al sistema inmune
Tres médicos destacados opinan sobre este hecho
Tres médicos destacados opinan sobre este hecho
| Sergio Rubín
(Valores religiosos).- La espiritualidad en general y la religiosidad en particular constituyen una gran ayuda ante el estrés por la pandemia e incluso frente al contagio de Covid-19 como parte de los efectos benéficos para la salud integral que se le atribuye a su práctica. Dos investigaciones científicas recientes lo confirman.
Una, del Departamento de Sociología de la prestigiosa Universidad Católica de América, con sede en Washington, que concluyó tras un estudio realizado a fines del año pasado que “las personas que se muestran activas en las comunidades religiosas tienden a tener niveles más altos de bienestar” y que este “fue también el caso durante la pandemia”.
Y otra, publicadaen marzo en la reconocida revista MedNext, que da cuenta de la saludable relación entre la espiritualidad y el sistema inmune.
Ahora bien: ¿existe una extendida aceptación de que es así y, por lo tanto, es convenientemente valorada? ¿O, en el mejor de los casos, se la relativiza? Por lo pronto, el psicólogo y máster en neurociencias Carlos Castroafirma que “la espiritualidad puede, por medio de emociones positivas tales como la esperanza, la autoestima, el amor y otras beneficiar la salud psíquica, biológica y social, a través de mecanismos de acción psico-neuro-inmunológicos y pisco-fisiológicos. De este modo, puede asociarse la espiritualidad con menor depresión, reducción de la tasa de suicidios, etc. Uno de los sustratos psicobiológicos de la resiliencia psicológica -agrega- es la neuroplasticidad y la psiconeuroinmunología”.
“De allí que no debe sorprendernos -considera- que muchos pacientes indiquen que confiar en sus creencias religiosas y espirituales (sean las que fueren) los ayuda a poder afrontar, o bien el estrés que supone una enfermedad grave, o bien adaptarse a una situación dificultosa como puede ser la pandemia y su consecuente cuarentena y, de esta forma, atravesar la dificultad extrema con mayor éxito”. En ese sentido, Castro señala que “hay numerosos estudios que relacionan la espiritualidad con el sistema inmune y pone como ejemplo el estudio publicado por MedNext. Y concluye que “querer desligar a un sujeto concreto de sus condiciones de existencia es encerrarse en una abstracción”.
La médica Ana María García Martin de Parini, estudiosa de la medicina del estrés, dice que “hace más de una década que la investigación científica muestra que el nivel de vida espiritual está directamente relacionado con la salud y la recuperación en general”.
Así, afirma que “la vida de fe parece ciertamente poder ayudar a disminuir el estrés y la depresión, así como a la recuperación de enfermedades físicas”. De hecho, dice que “la espiritualidad y la fe comenzaron a ser a través de los años una función biológica más y una medicación más”. E incluso señala que un estudio reciente entre mujeres demostró que “la asistencia a servicios religiosos más de una vez por semana está asociada a una mortalidad más baja por cáncer o afecciones cardiovasculares, entre otras causas”.
Si bien apunta que “los médicos usualmente no se involucran en lo espiritual, una investigación demostró en 1997 que un porcentaje alto de éstos “acepta que la oración colabora con la recuperación de la salud y recomienda tomar en cuenta las necesidades espirituales del paciente”. No obstante, acota que “solo el 1 % de las publicaciones científicas que aparecen en internet” trata el tema. Con todo, dice que “el interés médico por este vínculo cobró importancia cuando el Manual de Diagnóstico y Estadística de Desórdenes Mentales que edita la Asociación Estadounidense de Psiquiatría menciona en sus ediciones de 1994 y 2013 los problemas religiosos y espirituales como una categoría diagnóstica”.
El director de la carrera de Medicina de la UCA, Lenin de Janon Quevedo, no tiene dudas de que lo espiritual y específicamente lo religioso ayudan a sobrellevar mejor experiencias traumáticas. “Esto lo podría aseverar todo médico que haya acompañado a un paciente con enfermedades incurables y progresivas, o en riesgo de vida o terminal”. Subraya que “la espiritualidad es una de las dimensiones de la persona y no está escindida de las otras como la biológica, psíquica y social”. Pero dice que como “es una dimensión compleja, más inmaterial y menos mensurable, y la medicina moderna, al igual que otras prácticas de la salud, no pocas veces caen en el cientificismo de desestimar esta dimensión”.
De todas maneras, sostiene que “en una situación traumática como la pandemia es evidente la afección del ser humano como un todo y su capacidad para utilizar recursos tal vez menos afectados como son los intangibles y ahí está la espiritualidad”.
Destaca que “hay evidencia que identifica una relación fuerte entre espiritualidad y resiliencia, esperanza, optimismo, paz y confort de las personas. O que la imposibilidad del ejercicio pleno de la espiritualidad generada por el confinamiento, como los ritos fúnebres o el acompañamiento en el duelo, se asocian con una mayor frecuencia a afecciones de la salud mental como ansiedad, depresión, síndrome de burnout o estrés postraumático entre los habitantes en general y el personal sanitario”.
La psiquiatra española Maribel Rodríguez, ex profesora de la Universidad San Pablo CEU y de la Universidad Pontificia de Comillas también subraya, en una entrevista de la Clínica Galatea, la relación entre espiritualidad y un mayor bienestar psicológico. Pero advierte que “hay algún estudio que pone de manifiesto que esa relación puede ser inversa cuando se viven formas de espiritualidad más infantiles o narcisistas. Por lo que habría que discernir, en cada caso, si la espiritualidad lleva a mirar más allá de uno mismo y a amar más a otros (y en este caso hablaríamos de espiritualidad más ‘saludable’), o bien si es una forma de regresión narcisista al servicio de los propios egoísmos (y en ese caso, esa manera de vivirla nos perjudicaría y no sería ‘saludable’)”.
En el libro Espiritualidad y salud. Diagnóstico y cuidado espiritual (Ed. Sal Terrae), de reciente aparición en España, el doctor en Teología Pastoral Sanitaria y director del Centro de Humanización de la Salud hispano, José Carlos Bermejo, afirma que la espiritualidad es “un grado de excelencia en la cadena evolutiva, un salto cualitativo que permite al ser humano tener conciencia de su vida y preguntarse por el sentido de la misma”. Y, tras señalar que “espiritualidad y salud son hermanas”, propone: “Si nos diagnosticamos y cuidamos en lo físico, también hemos de hacerlo en lo espiritual”.
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