Rocinante en El Quijote
«Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque—según se decía él a sí mesmo—no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido», I.1.6.
• Se inicia así la genial creación del personaje ecuestre que vendrán a representar en el arte universal Don Quijote y Rocinante, articulados en el famoso caballero de la Mancha inseparable de su caballo. Algunos la llaman, sin comprenderla, transformación grotesco-humorística, mientras que nosotros, sin olvidar la vena de humor, pero teniendo en cuenta la vena fabulística, y rechazando la apreciación de grotesca, preferimos denominarla creación fabuloso-humorística.
• → La lógica de esta solidaridad, llevada hasta el grado supremo del compañerismo caballeresco, hace que don Quijote considere a Rocinante como un compañero de armas, es decir, como un caballero andante con el cual comparte gloria y penas. ←
• → Quepa decir que si es útil considerar con la mayoría de los críticos que don Quijote y Sancho forman un binomio de protagonistas, es necesario concluir de este estudio que sin el trinomio don Quijote, Sancho y Rocinante no existiría la novela con su protagonismo completo. ←
• El retrato de Rocinante resulta del continuo contraste entre la prosopografía de un rocín flaco, que conocemos desde el primer capítulo de la novela, porque el narrador nos la procura, y la etopeya que don Quijote le atribuye, cuyas implicaciones no son casi nunca compatibles con el físico que debe soportarlas.
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rocín: 16; Rocinante: 208 [a los pies de Rocinante: 3; buen Rocinante: 4; buen caballero andante [Rocinante]: 1; caballo Rocinante: 3; el bueno de Rocinante: 1; ensillar a Rocinante: 2; ensilló a Rocinante: 1; espuelas a Rocinante: 3; famoso caballo Rocinante: 1; famoso Rocinante: 1; paciencia y quietud de Rocinante: 1; subió sobre Rocinante: 3; sobre Rocinante: 18; subir sobre Rocinante: 4]; rocines: 2; rocino: 4
rocín (doc. 1170, antes rocino, 1156, 'caballo malo'. Vocablo común a las principales lenguas romances. Probte. deriv. de otra palabra románica, representada por el cat. y oc. rossa, fr. rosse, it. rozza, 'caballo malo' :: 'carroña de caballo', Cor.) m. 'caballo de mala traza': «Rocín. Es el potro que, o por no tener edad, o estar maltratado, o no ser de buena raza, no llegó a merecer el nombre de caballo, y así llamamos arrocinados a los caballos desbaratados y de mala traza... Venir de rocín a ruin, de mal en peor», Cov. 912.a.58.
• Dicho proverbial: «Enkontrado á Sancho kon su rrozín.», Corr. 138.a.
|| rocín flaco: El éxito de la novela en el mundo hispanohablante transformó rápidamente a Rocinante en el rocín flaco por antonomasia. Tanto fue así, que la segunda parte del Quijote levantó acta de este hecho por boca de uno de los lectores de la primera parte. Según Sansón Carrasco la historia de don Quijote «es tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes, que apenas han visto algún rocín flaco, cuando dicen: «Allí va Rocinante.»», II.3.42. ® Rocinante ® rocino ® galgo corredor
|| su rocín [del hidalgo]: El narrador se refiere al rocín del futuro don Quijote, del cual nos da una prosopografía sin complacencia, al mismo tiempo que añade a la etopeya de su amo la nota muy caballeresca de estima y afecto por su caballo:
«Fue luego a ver su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro, ni Babieca el del Cid con él se igualaban… Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque—según se decía él a sí mesmo—no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido», I.1.6.
|| amo y escudero… son tan rocines como Rocinante: ® Rocinante
|| voluntad del rocín: ® voluntad
Rocinante (forma sincopada cervantina de "rocín denante" 'rocín antes', con evocación ◊ de un der. de rocín + -ante, sufijo de p.a., adj. y s. 'que hace'; analogías intratextuales posibles: altísono : altisonante :: andar : andante :: bienandar : bienandante:: malandar : malandante :: significar : significante, etc.) m.
'rocín antes': «Quiere decir que el nombre de Rocinante, puesto por Don Quijote a su caballo, indica que había sido rocín antes, y que continuaba siendo el ante-rocín o primero mayor rocín de todos los rocines del mundo.», Clem. 1020.a. + ◊ 'rocín andante, de nombre altisonante' (ver la preferencia de Cervantes por los adjetivos y neologismos en -ante ® mofante)
• Su rara ingeniosidad inspira al hidalgo el dar un nombre «literario» o «poético» a su caballo, cuya etopeya incluye la bondad como la cualidad más importante:
«Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría (a su rocín); porque (según se decía él a sí mesmo) no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y ansí, procuraba acomodársele de manera que declarase quién había sido antes que fuese de caballero andante, y lo que era entonces», I.1.6.
Notemos con Rico que «La literatura caballeresca española, en la tradición medieval, suele dar a los personajes nombres significativos ("Amadís", "Palmerín", etc.), pero sólo por excepción se los concede a los caballos, según ocurre, en cambio, en la italiana.», Rico, 42.
Se inicia así la genial creación del personaje ecuestre que vendrán a representar en el arte universal Don Quijote y Rocinante, articulados en el famoso caballero de la Mancha inseparable de su caballo. Algunos la llaman, sin comprenderla, transformación grotesco-humorística, mientras que nosotros, sin olvidar la vena de humor, pero teniendo en cuenta la vena fabulística, y rechazando la apreciación de grotesca, preferimos denominarla creación fabuloso-humorística.
• Don Quijote interpela al cronista de su historia, para que no olvide esta solidaridad con su caballo: «Ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante, compañero eterno mío en todos mis caminos y carreras», I.2.5
• La lógica de esta solidaridad, llevada hasta el grado supremo del compañerismo caballeresco, hace que don Quijote considere a Rocinante como un compañero de armas, es decir, como un caballero andante con el cual comparte gloria y penas. Si la aventura de los yangüeses pone en evidencia el aprecio que siente Don Quijote por su caballo, ya que no duda un momento en pelear solo contra muchos por él, para vengarlo de una afrenta, es sobre todo la ocasión de hacernos saber, por boca de Sancho, que Rocinante es considerado por su amo como un «buen caballero andante», I.15.32, lo cual nos hace comprender que tanto el caballero como el escudero lo traten como su igual.
• Un estudio minucioso de la acción de Rocinante en la novela nos pone de relieve el carácter particularmente voluntarista de la prosopopeya o personificación que Cervantes ha querido componer, con una fuerza de naturalidad y de humor creativos difícilmente superables. Sin forzar los datos, llegamos a la conclusión de que Cervantes, inspirándose de la gran tradición de los fabulistas, aunque sin tomar la licencia de dotar de palabra a Rocinante, ha querido considerarlo más como un ser humano que como un caballo, al introducirlo como personaje auténtico en su novela.
• → Quepa decir que si es útil considerar con la mayoría de los críticos que don Quijote y Sancho forman un binomio de protagonistas, es necesario concluir de este estudio que sin el trinomio don Quijote, Sancho y Rocinante no existiría la novela con su protagonismo completo. ←
El interés de la aventura de los yangüeses es el poner en evidencia esta capacidad de protagonismo que Rocinante ha recibido de su genial creador. Yo diría que en ella se ponen en escena los más profundos ingredientes de la libertad, que son los apetitos vitales y el deseo de satisfacerlos, con sus normales secuelas de drama por colisión con otras libertades, drama que Cervantes ha querido trágico-cómico:
«3. No se había curado Sancho de echar sueltas a Rocinante, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco rijoso, que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro. Ordenó, pues, la suerte, y el diablo, que no todas veces duerme, que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos arrieros gallegos, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua; y aquél donde acertó a hallarse don Quijote era muy a propósito de los gallegos.
4. Sucedió, pues, que a Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas, y saliendo, así como las olió, de su natural paso y costumbre, sin pedir licencia a su dueño, tomó un trotico algo picadillo y se fue a comunicar su necesidad con ellas. Mas ellas, que, a lo que pareció, debían de tener más gana de pacer que de ál, recibiéronle con las herraduras y con los dientes, de tal manera, que a poco espacio se le rompieron las cinchas, y quedó sin silla, en pelota. Pero lo que él debió más de sentir fue que, viendo los arrieros la fuerza que a sus yeguas se les hacía, acudieron con estacas, y tantos palos le dieron, que le derribaron malparado en el suelo.
5. Ya en esto, don Quijote y Sancho, que la paliza de Rocinante habían visto, llegaban ijadeando; y dijo don Quijote a Sancho:
6. —A lo que yo veo, amigo Sancho, éstos no son caballeros, sino gente soez y de baja ralea. Dígolo, porque bien me puedes ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de nuestros ojos se le ha hecho a Rocinante.
7. —¿Qué diablos de venganza hemos de tomar —respondió Sancho—, si éstos son más de veinte, y nosotros no más de dos, y aun quizá nosotros sino uno y medio?
8. —Yo valgo por ciento —replicó don Quijote.
9. Y sin hacer más discursos, echó mano a su espada y arremetió a los gallegos, y lo mesmo hizo Sancho Panza, incitado y movido del ejemplo de su amo. Y, a las primeras, dio don Quijote una cuchillada a uno, que le abrió un sayo de cuero de que venía vestido, con gran parte de la espalda.
10. Los gallegos, que se vieron maltratar de aquellos dos hombres solos, siendo ellos tantos, acudieron a sus estacas, y, cogiendo a los dos en medio, comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia. Verdad es que al segundo toque dieron con Sancho en el suelo, y lo mesmo le avino a don Quijote, sin que le valiese su destreza y buen ánimo; y quiso su ventura que viniese a caer a los pies de Rocinante, que aún no se había levantado; donde se echa de ver la furia con que machacan estacas puestas en manos rústicas y enojadas.
[…] 23. —En este que ahora nos ha acontecido —respondió Sancho—, quisiera yo tener ese entendimiento y ese valor que vuestra merced dice; mas yo le juro, a fe de pobre hombre, que más estoy para bizmas que para pláticas. Mire vuestra merced si se puede levantar, y ayudaremos a Rocinante, aunque no lo merece, porque él fue la causa principal de todo este molimiento. Jamás tal creí de Rocinante; que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo. En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida. ¿Quién dijera que tras de aquellas tan grandes cuchilladas como vuestra merced dio a aquel desdichado caballero andante, había de venir por la posta y en seguimiento suyo esta tan grande tempestad de palos que ha descargado sobre nuestras espaldas?», I.15 § 3-10 y 23.
◊ Las consecuencias de la aventura de los yangüeses ◊
Texto cervantino ilustrado por Gustave Doré:
"Sancho acomodó a don Quijote sobre el asno y puso de reata a Rocinante, y llevando al asno de cabestro, se encaminó, poco más a menos, hacia donde le pareció que podía estar el camino real. "
El Q. I.15.41.
Fuente: Salvador García Bardón, "El Quijote ilustrado por G. Doré", Los textos ilustrados y su contexto textual, 2005 y 2008.
• Comentarios de don Quijote y Sancho que ponen fin a la aventura de los yangüeses:
31. «—Déjate deso y saca fuerzas de flaqueza, Sancho—respondió don Quijote—, que así haré yo, y veamos cómo está Rocinante; que, a lo que me parece, no le ha cabido al pobre la menor parte desta desgracia.
32. —No hay de qué maravillarse deso—respondió Sancho—, siendo él tan buen caballero andante; de lo que yo me maravillo es de que mi jumento haya quedado libre y sin costas donde nosotros salimos sin costillas.
33. —Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas, para dar remedio a ellas —dijo don Quijote—. Dígolo, porque esa bestezuela podrá suplir ahora la falta de Rocinante, llevándome a mí desde aquí a algún castillo donde sea curado de mis feridas. Y más, que no tendré a deshonra la tal caballería, porque me acuerdo haber leído que aquel buen viejo Sileno, ayo y pedagogo del alegre dios de la risa, cuando entró en la ciudad de las cien puertas iba, muy a su placer, caballero sobre un muy hermoso asno.
...
40. Y despidiendo treinta ayes, y sesenta sospiros, y ciento y veinte pésetes y reniegos de quien allí le había traído, se levantó, quedándose agobiado en la mitad del camino, como arco turquesco, sin poder acabar de enderezarse; y con todo este trabajo aparejó su asno, que también había andado algo destraído con la demasiada libertad de aquel día. Levantó luego a Rocinante, el cual, si tuviera lengua con que quejarse, a buen seguro que Sancho ni su amo no le fueran en zaga.», I.15 § 31-33 y 40.
• El retrato de Rocinante resulta del continuo contraste entre la prosopografía de un rocín flaco, que conocemos desde el primer capítulo de la novela, porque el narrador nos la procura, y la etopeya que don Quijote le atribuye, cuyas implicaciones no son casi nunca compatibles con el físico que debe soportarlas. Así, pues, es frecuente que asistamos a escenas en las que el pobre rocín, flaco, largo y tendido no está a las altura de las expectativas de su amo. Un buen ejemplo de esta inadecuación lo tenemos cuando Don Quijote intenta seguir al loco de Sierra Morena:
«aunque lo procuró, no pudo seguille, porque no era dado a la debilidad de Rocinante andar por aquellas asperezas y más siendo él de suyo de paso corto y flemático.», I.23.39.
• Pero esto no impide que exista una perfecta comunión entre el caballero, su caballo y el escudero al compartir una misma suerte, la de la andante caballería, comunión avanzada ya en los juegos poéticos que preceden la novela como una obertura musical: Diálogo entre Babieca y Rocinante:
«Metafísico estáis. | Es que no como. | Quejaos del escudero. | No es bastante. | ¿Cómo me he de quejar en mi dolencia, | si el amo y escudero o mayordomo | son tan rocines como Rocinante?», I.Versos preliminares § 74-77.
Quede claro: 'don Quijote y Sancho son tan bestias como Rocinante'
• Es imposible no ver una relación entre este diálogo y la frase que pone lacónicamente fin a la aventura del barco encantado:
«Volvieron a sus bestias, y a ser bestias, don Quijote y Sancho, y este fin tuvo la aventura del encantado barco.», II.29.44.».
• Los famosos caballos a que se compara el rocín del hidalgo (Babieca, Bucéfalo, I.1.6, o los legendarios, Frontino, Hipogrifo, I.25.26) proceden de una tradición heroico-legendaria que no figuró en los libros de caballerías. En la poesía heroica (e.g., Orlando furioso, y no en libros andantescos) se les da nombre a los caballos. Según esta tradición también se da nombre a la espada del héroe, pero nunca se le ocurre esto al hidalgo.
|| a los pies de Rocinante estaba otro [título] que decía: Don Quijote: El título puesto a los pies del caballo, sin mencionar a don Quijote, por contraste con el que se ha puesto a los pies del vizcaíno, hace cómicamente que el caballo se confunda con el caballero, I.9.10. (Rico, 109).
|| Estaba Rocinante… tan largo y tendido: El editor describe las pinturas del cartapacio toledano, jugando con el doble sentido de largo, de longitud, y largo y tendido, 'con todo detalle' (Rico, 109):
«Estaba Rocinante maravillosamente pintado, tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto espinazo, tan hético confirmado, que mostraba bien al descubierto con cuánta advertencia y propriedad se le había puesto el nombre de Rocinante.», I.9.10. Sobre la longura de Rocinante, II.16.
• El tema del «rocín flaco», I.1.1, lo encontramos también en El Buscón de Quevedo:
«Allí tuve nuevas de cómo mi rocín, viéndose en aprieto, se esforzó a tirar dos coces, y, de puro flaco, se le desgajaron las ancas, y se quedó en el lodo bien cerca de acabar.», p. 96 § 1.
Don Quijote, ya vencido por el caballero de la Blanca Luna, atribuye su vencimiento a la flaqueza de Rocinante:
«al poderoso grandor del caballo del de la Blanca Luna no podía resistir la flaqueza de Rocinante.», II.66.5.
En la imitación de Avellaneda, don Alvaro Tarfe hizo notar a don Quijote la longura y la delgadez de su caballo Rocinante:
«No hay Bucéfalo, Alfana, Sayano, Babieca ni Pegaso que se le iguale. —Por cierto—dijo don Álvaro mirándole y sonriéndose—, que ello puede ser como vuesa merced dice; pero no lo muestra en el talle, porque es demasiado de alto y sobrado de largo, fuera de estar muy delgado», DQA, 3 § 14-15.
• Según Gª Salinero esta descripción del Rocinante de Avellaneda parece encubrir algún deje de ironía, con una velada referencia a personas (¿Cervantes?), ya que don Álvaro señala entre las causas de su flaqueza: «los muchos años que descubre tener encubiertos bajo la silla» (¿Se refiere a la vejez de Cervantes como en el prólogo?).
Avellaneda imaginó también que Rocinante era un caballo cordobés. El hecho de dar por patria a Rocinante la dehesa cordobesa, hizo imaginar a F. Vindel que Rocinante, anagrama de racionero (ración-ante), aludía a Luis de Góngora y Argote (1561-1627), que lo fue en parte o intentó serlo de la catedral de Córdoba, por cesión de algunos privilegios de su tío materno. ® Córdoba ® rocín
|| flaqueza de Rocinante: ® flaqueza
rocino (doc. 780, de rocín ) m. reemplaza a rocín en contextos donde es particularmente sensible la intertextualidad de carácter maravilloso, aunque connotada cómicamente, como sucede en el dicho: «"Allá va Sancho con su rocino"; dicen que éste era un hombre gracioso que tenía una haca, y dondequiera que entraba la metía consigo; usamos deste proverbio cuando dos amigos andan siempre juntos.», Cov. 925.a.48. • Sancho remotiva chistosamente esta frase hecha, para indicar que él y su asno son inseparables.: «nunca Sancho Panza se apartó de su asno, ni su asno de Sancho Panza.», II.55.3.
|•| En el diálogo entre Sancho y doña Rodríguez, donde ambos hablan con frases hechas, reaparece dos veces la cita de Lanzarote: «cuando de Bretaña | vino que damas curaban dél | y dueñas del su rocino; y que en el particular de mi asno, que no le trocara yo con el rocín del señor Lanzarote.», II.31.13-14.
• Comienzo de la aventura del cuerpo muerto: «venían hacia ellos gran multitud de lumbres, que no parecían sino estrellas que se movían. Pasmóse Sancho en viéndolas, y don Quijote no las tuvo todas consigo; tiró el uno del cabestro a su asno, y el otro de las riendas a su rocino, y estuvieron quedos, mirando atentamente lo que podía ser aquello», I.19.7.
• Nótese la analogía compositiva entre este texto de la primera parte y el precedente de la segunda; aquí tenemos: {asno [de Sancho] :: rocino [de don Quijote]}; mientras que allí teníamos: {él [Lanzarote :: don Quijote] : rocino [de Lanzarote :: de don Quijote]} :: {él [Lanzarote :: Sancho] : rocino [de Lanzarote] :: asno [de Sancho]}. ® rocín
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Fuente de la Imagen inicial:
Artista: Carlos Ortega Morales
Título: Don Quijote en diálogo con Rocinante
Fecha: 2008
País: México
Categoría: Pintura
Técnica: Óleo
Soporte: Lienzo
Temática: Figura
En Artelista desde: 11 de Agosto de 2008.
Fuentes de los textos:
1) Salvador García Bardón, Taller cervantino del 'Quijote', Textos originales de 1605 y 1615 (El Quijote para citarlo, 2005) con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, 2005.
2) Salvador García Bardón, El Quijote para citarlo, Skynet, Bruselas, 2005.
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