En tus contrariedades, ¿dudas del amor de Dios? Sábado de Ceniza
“Si detienes tus pasos el sábado, | para no hacer negocios en mi día santo, | y llamas al sábado «mi delicia» | y lo consagras a la gloria del Señor; | si lo honras, evitando viajes, | dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos, entonces encontrarás tu delicia en el Señor” (Isa 58, 13-14).
“Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad, el Señor defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios. Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo. Sión decía: «¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, | no tener compasión del hijo de sus entrañas? | Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré. Mira, te llevo tatuada en mis palmas” (Isa 49, 4-5.15-16).
Entrar en la mente de Jesús mientras va camino del Calvario, resulta pretencioso. Sin embargo, es fácil imaginar los pensamientos encontrados, los sentimientos contrapuestos que se precipitarían sobre el corazón del Señor. Si Él es el Hijo amado de Dios, ¿por qué tanta derrota? ¿Llegaría a dudar del amor de Dios, su Padre?
La tradición piadosa hace que se crucen las miradas de Jesús y las de su Madre en la Via Dolorosa. En ese cruce de miradas entre Jesús y María, cabe pensar que se suscitara en los dos la memoria de los momentos de ternura. Y si las entrañas de la Nazarena quedaron afectadas enteramente desde Belén, no sería menor la compasión entrañable divina, según relata el profeta.
Tengo por seguro que el secreto de la fortaleza del Nazareno y del valor al afrontar su Pasión no era otro que la certeza del amor de Dios.
En tus contrariedades, ¿dudas del amor de Dios?
