“Al llegar cerca de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Tróade. Aquella noche, Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos». Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.” (Act 16, 7-10)
Se enumeran tres viajes misioneros de san Pablo, además del último, en el que es llevado prisionero a Roma. El relato de los Hechos de los Apóstoles que se proclama hoy hace referencia al tercer viaje apostólico. El apóstol llega hasta Filipos y Acaya. En todos los casos, se descubre cómo Pablo, aunque tuviera proyectos personales, siempre obedece la moción del Espíritu Santo.
Sorprende la fuerza que supone realizar las travesías que describen los distintos viajes, prueba, sin duda, de la fuerza de Dios que recibe el apóstol para lleva a cabo la misión recibida. En tantos casos, se constata el ejemplo de quienes, a pesar de su debilidad, llegan a dar razón de la fe de manera heroica, como hacen los mártires.
El anuncio del Evangelio no es cómodo, ni a la carta. San Pablo recomienda a Timoteo: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio” (2Tm 4, 5)
¿Afrontas la adversidad externa e interna a la hora de testimoniar la fe?