30 horas en Picanya, el Convento “Hospital de campaña” Madre Ruth: “Dando gracias a Dios lo primero”
Los voluntarios pidieron al párroco como “pago” por sus servicios la celebración de la Eucaristía
Una donación llegada desde Vitoria-Gasteiz les ha permitido disponer de lo necesario para las celebraciones
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Cuando una nueva DANA amenaza a varias zonas de España y repite en Valencia, cuando el miedo se apodera de los habitantes que ya han pasado por la amarga experiencia, traigo la entrevista a la Madre Ruth, de las Auxiliares parroquiales de Cristo que tras acondicionar y limpiar las zonas del convento y colegio que regentan del barro dejado por la primera DANA convirtieron, con ayuda de los voluntarios, su casa en el Hospital de Campaña que pide el Papa Francisco ser a la Iglesia.
Pero al igual que ellas los templos de esta zona de Valencia han pasado a ser almacenes de comida, ropa e higiene. El modelo iglesia de San Antón se replica en estos momentos de necesidad. Quizá sea el momento ideal para que se quede. Porque a los pobres siempre los tenemos con nosotros, lo que pasa es que de repente se han multiplicado exponencialmente y tienen nombre y apellidos conocidos.
La Madre Ruth lidera este grupo de hermanas que ejercen una especie de diaconado femenino ligado a las parroquias y al servicio de ellas. Atienden todo lo relacionado con el culto y la liturgia y además regentan una guardería que, de momento, ha suspendido sus actividades. Ellas también han perdido todo el material lúdico para los niños que tendrán que reponer. Mientras los espacios que ocupaban los niños y hasta la capilla de la comunidad se han convertido en “Hospital de Campaña” al estilo Francisco. Almacén de alimentos que dejan pequeños espacios en el suelo donde tirar la esterilla y dar “una cabezada” los voluntarios. Se preocupan de que también haya bocadillos, café, bollería y una sopa caliente que meter al cuerpo.
Junto con los sacerdotes y los primeros voluntarios que llegaron a Picanya se afanaron en acondicionar la Iglesia para poder reanudar las celebraciones lo antes posible.
Otra de las tareas que ocupa el tiempo a estas hermanas es la limpieza y recuperación de las vestimentas litúrgicas que pudieron rescatar de la sacristía aunque llenas de barro. Pero el bordado de alguna de las casullas hechas por hermanas de la misma congregación les anima a intentar recuperar las piezas. Mientras la parroquia ha recibido la donación desde Vitoria-Gasteiz, las casullas donadas por las dominicas, un alba donada por las parroquias del Casco Viejo, así como libros para la liturgia, misal y leccionarios.
Non solum sed etiam
Dos imágenes muy simbólicas capté en el convento de estas hermanas: Un Sagrado Corazón rodeado de botellas de agua; y la capilla de las monjas repleta de alimentos de primera necesidad, sobre todo para bebés, con un altar donde se puede leer la frase “Yo soy el Pan de Vida”. Ambas me resultaron la encarnación del Evangelio: “Venid a mí los que tengáis sed” y “Yo soy el Pan de Vida”. Poca exégesis precisan las imágenes. Hablan por sí solas creo.