Solo hay verdad delante de los ojos del Cristo que me mira Un Cristo enamorado de un leproso
Su amor inexplicable
Me saca de las brumas del desprecio
Y me da la tarea de intentarlo,
De ser en este mundo
Alguien que bese a otros leprosos
Y me da la tarea de intentarlo,
De ser en este mundo
Alguien que bese a otros leprosos
Alguien que bese a otros leprosos
| Toño Casado curartista
Me miro en el espejo y sé quién soy:
el leproso que anda solo por el camino.
Me arrastro por los días lamiendo mis heridas
Como un perro de nadie, solo, bajo la lluvia.
A veces los extraños me apedrean,
Pues estamos en tiempos
De fáciles patíbulos donde colgar a todos.
Incluso los cercanos me cerraron las puertas
Y borraron mi nombre de su agenda
Y de su corazón
Por no poder soportar las espinas de erizo
Con las que a veces daño a los que amo.
Las noches se hacen largas,
Las risas se hacen cortas
Y tan solo te queda el consuelo de los recuerdos.
Los demás me contemplan en esta mascarada de vida que llevamos:
Algunos me subieron a las nubes
Y me llaman de don, y me piensan un ángel.
Otros también me arrojan
Al más profundo infierno.
Y así me encuentro cada día contigo, Jesús Nazareno.
No hay filtros que disimulen,
No hay pelucas que cubran o prótesis que engañen,
No hay cremas que me presten disimulo;
Solo hay verdad delante de los ojos
Del Cristo que me mira.
Y me quiere:
Un Cristo enamorado de un leproso.
Acaricias mis manos sin torcer la mirada,
Me revuelves el pelo,
Como hacen las madres de los niños
Cuando son puros y blancos y divertidos,
Almas de niños que todos manchamos
Y arrojamos al pozo del olvido.
Jesús me quiere,
Inexplicablemente.
El sabe de mis mierdas, perdonen la palabra,
El cuenta las arrugas de mi frente,
Las ojeras, las ganas imposibles
De salir de la cama muchos días.
El sabe de mi lepra, la huele, la conoce y la toca.
Y solo su amor puro, solo sus ojos grandes y profundos
Me curan devolviéndome la luna
A mi piel arrugada.
Su amor inexplicable
Me saca de las brumas del desprecio
Y me da la tarea de intentarlo,
De ser en este mundo
Alguien que bese a otros leprosos.
Porque la lepra, amigos,
No es monopolio de nadie; es como el aire
Por todos compartido.
Cada día y cada noche
Me domina el asombro
Cuando Él vuelve de nuevo,
Y dándome un abrazo me suelta ese “¡Adelante!”.
Ese es mi Cristo, un loco enamorado
De mí,
Un viejo, cansado, sucio y a veces trisite
Leproso.
Eso sí, con los ojos
Llenos de Luz
Cuando me mira.
AVISILLOS.
Gracias a todos por vuestros cariñosos saludos ante el fallecimiento de mi padre. Recemos por él, para que haya encontrado la Luz y la Paz.
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