En febrero se estrenó 'Aleluya' Tras los pasos de Boko Haram

(Ana Moreno Marín, Revista Ciudad Nueva).- Han pasado casi dos años desde que Boko Haram las secuestrara. Seguramente recordarán la campaña #Bringbackourgirls que apoyaron multitud de personalidades como Michelle Obama. Las 276 adolescentes nigerianas iban a examinarse para acceder a la universidad, pero se encontraron con el horror de la milicia yihadista. Desde aquel 14 de abril de 2014 solo 57 han escapado y 219 siguen desaparecidas, convertidas al islam, casadas o vendidas como esclavas.

Fernando de Haro, periodista y director del documental Aleluya -curioso nombre para adentrarse en semejante drama- explica que este caso solo es la punta del iceberg. «El secuestro de las chicas en Chibok supuso el despertar del mundo ante el fenómeno de Boko Haram, pero es uno entre muchos. Boko Haram va evolucionando y siendo utilizado por diferentes poderes. En 2014 está consolidado y utiliza los secuestros como fuente de dinero y esclavitud. No hay cifras oficiales, pero se calcula que han provocado un millón y medio de desplazados».

Su documental profundiza precisamente en este drama y ofrece la visión de las víctimas, principalmente cristianos a los que el terrorismo de Boko Haram y el islamismo más radical golpean con fuerza desde hace 15 años.

¿Cómo surge Boko Haram?

Nigeria se independizó de Inglaterra en 1960, pero hasta 1999 no consigue una democracia estable. Los colonialistas se estabilizaron en el poder gracias al apoyo de la comunidad islámica y cuando se fueron, los gobernadores de los estados del norte, de mayoría musulmana y bastión de Boko Haram, prometieron imponer la sharia (ley islámica) para hacerse con el poder.

Boko Haram significa «No a la educación occidental» y su fundador, Yusuf Mohammed, educado en una escuela coránica, comenzó en 1995 como líder de un movimiento religioso que se fue radicalizando hacia el año 2000 para que se aplicara la sharia con mayor rigor.

«Su liderazgo fue utilizado e instrumentalizado con fines políticos hasta que llegó un momento en el que sabía demasiado y cuando hubo la ocasión, se le mató en una comisaría en circunstancias nada claras en 2009», explica en el documental Emman Shehu, director del Instituto Internacional de Periodismo de Abuja (Nigeria). De hecho, no se ha encontrado su cuerpo.

Este suceso radicalizó aún más a este grupo hasta ahora local, pero que toma fuerza. Comienzan los ataques más duros contra las iglesias, matan a políticos y líderes tradicionales, acciones que el gobierno ha contestado de un modo brutal. «Tanto que ningún país quiso colaborar en la búsqueda de las niñas porque no querían tener que ver con un ejército de estas características», afirma Fernando.

Pero además, los soldados de Boko Haram están muy bien pagados en una zona donde hay pobreza derivada de la desertización del campo. «Si el salario mínimo son 18.000 nairas, la organización terrorista paga entre 100.000 y 170.000 nairas. Cantidades muy atractivas para los jóvenes», explica Atta Athanasius, investigador de SOAS Universidad de Londres.

Se cuentan por cientos los ataques indiscriminados contra iglesias, pero los cristianos lejos de perder su fe, se amarran a ella con fuerza. De hecho, las vocaciones en el seminario mayor de los agustinos en Jos no paran de crecer. Hay 400 seminaristas y muchos provienen del norte del país.

«Durante los ataques del año pasado perdí a mi padre y lo peor que me sucedió es que no pude ir a su entierro porque la carretera estaba cortada», cuenta uno de ellos. «En mi pueblo todas las iglesias fueron quemadas», explica otro.

El pastor protestante de Yan'uwa, Zakariya Amos, cuya comunidad vive en tres de los estados más golpeados por Boko Haram y que se ha visto obligado a trasladar su centro de operaciones, explica cómo actúan los terroristas: «En Ghoza apuntaron a algunos con una pistola a la cabeza y les preguntaron si renunciaban a su fe. Ellos respondieron que mantenían su fe en Cristo y que darían la vida por él. Muchos fueron asesinados. Los datos estadísticos no son exactos, pero dicen que más de 8.000 miembros de nuestra Iglesia han sido asesinados».

No obstante, Amos va más allá del odio o el resentimiento. Sostiene que tienen que amarse los unos a los otros, que musulmanes y cristianos pueden vivir en paz.

Una lección de fe y de perdón

Este documental, lejos de ser un triste relato de persecución y asesinatos, es un canto a la cultura africana, a la capacidad de su gente de ser feliz, de cantar, de bailar, de acoger incluso en las peores circunstancias.

La cinta concluye con el testimonio de Hanatu Andrew, profesora que enseña a los niños del campo de refugiados de Abuja, capital de Nigeria, donde viven entre 3.000 y 5.000 personas.

«Es un testimonio muy importante. Están a doce horas de su casa y viven como pueden, pero han montado una escuela con tres lonas para que estos niños tengan futuro. Boko Haram lucha contra la educación y ellos han conseguido mantenerla. Pero además, no se les educa en el odio; algo que nos sorprende a nosotros occidentales con nuestra mentalidad ante una injusticia tan grande. Pero esa profesora es el testimonio de una vida que se sanea y de una fe inquebrantable».

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