La Navidad, un tiempo de sueños, pero también de frustraciones e impotencias
María de Nazareth soñó, como todas las madres, en un parto en las mejores condiciones, pero se encontró con un recibimiento frío, insolidario y desconcertante. Ella, que conocía al detalle todo lo acontecido en la gestación de ese niño seguro que se sorprendería de la escalada tan negativa que le llevó a dar a luz a su hijo en el lugar donde comen los animales. ¿Qué pensaría? El evangelio nos dice que “guardaba todas estas cosas en su corazón”. Lo que está claro es que las cosas empezaron muy difíciles para María, José y el niño…
Y María el evangelio repite que María “guardaba estas cosas en su corazón”. ¿Que pasaría por la cabeza y el corazón de aquella joven palestina? Probablemente muchas dudas, mezcladas con la alegría de ser la madre de esa criatura sorprendente. No sabemos muy bien como sucedieron los hechos, pero los evangelios desde su perspectiva catequética y teológica, no esconden que la llegada del Hijo de Dios no fue acompañada de gaitas y panderetas, es más, incide en la humilde acogida al niño.
Por eso la Navidad esconde en el fondo un sabor agridulce, que la sociedad consumista quiere camuflar con los centollos, las cigalas, el turrón y el cava. Todo esto me parece muy bien, mientras no perdamos de vista lo esencial.
El mundo que nos ha tocado vivir es el que es, y no el que quisiéramos, pero sigue siendo un reto para todos nosotros. Cada uno dentro de sus límites y posibilidades, puede hacer posible que crezca la esperanza para muchas personas. La legión de voluntarios que acudió a embarrarse en Los pueblos del la “Horta sud” de Valencia, como consecuencia de la Riada es un ejemplo de Humanidad con mayúsculas. En el fondo, y a pesar de todo, el hombre en algún momento siente la llamada del hermano necesitado.
Hacer Navidad es recordar que aunque todo empezó muy mal, que acabó peor, ni más ni menos que en una Cruz, pero que la muerte no tuvo la última palabra, ya que la Resurrección y la Vida eterna nos marcan el destino final…Nuestro Dios es un Dios de la Historia, pero también de la metahistoria.
Por eso la Navidad esconde en el fondo un sabor agridulce, que la sociedad consumista quiere camuflar con los centollos, las cigalas, el turrón y el cava. Todo esto me parece muy bien, mientras no perdamos de vista lo esencial.
El mundo que nos ha tocado vivir es el que es, y no el que quisiéramos, pero sigue siendo un reto para todos nosotros. Cada uno dentro de sus límites y posibilidades, puede hacer posible que crezca la esperanza para muchas personas. La legión de voluntarios que acudió a embarrarse en Los pueblos del la “Horta sud” de Valencia, como consecuencia de la Riada es un ejemplo de Humanidad con mayúsculas. En el fondo, y a pesar de todo, el hombre en algún momento siente la llamada del hermano necesitado.
Hacer Navidad es recordar que aunque todo empezó muy mal, que acabó peor, ni más ni menos que en una Cruz, pero que la muerte no tuvo la última palabra, ya que la Resurrección y la Vida eterna nos marcan el destino final…Nuestro Dios es un Dios de la Historia, pero también de la metahistoria.
Hacer Navidad es recordar que aunque todo empezó muy mal, que acabó peor, ni más ni menos que en una Cruz, pero que la muerte no tuvo la última palabra, ya que la Resurrección y la Vida eterna nos marcan el destino final…Nuestro Dios es un Dios de la Historia, pero también de la metahistoria.
La Navidad es un tiempo de sueños legítimos y de frustraciones e impotencias. Una espiritualidad de la Navidad sin barro de realidad es neurotizante y narcotizante y nos conduce a un infantilismo supino y efímero.
María de Nazareth soñó, como todas las madres, en un parto en las mejores condiciones, pero se encontró con un recibimiento frío, insolidario y desconcertante. Ella, que conocía al detalle todo lo acontecido en la gestación de ese niño seguro que se sorprendería de la escalada tan negativa que le llevó a dar a luz a su hijo en el lugar donde comen los animales. ¿Qué pensaría? El evangelio nos dice que “guardaba todas estas cosas en su corazón”. Lo que está claro es que las cosas empezaron muy difíciles para María, José y el niño…
Los primeros que se le acercan, de acuerdo con el relato, son unos pastores que andaban por la zona. Menudos elementos, mal vistos y mal considerados por las personas de bien. Pero seguramente María seguía “guardando estas cosas en su corazón”. Al final, el evangelio nos habla de unos magos. Había que compensar en cierto modo la visita anterior de unos indeseables. Esos magos le traen unos dones, y para preservar la vida del niño, son capaces de ignorar el mandato de Herodes de volver al Jerusalén para indicarle el lugar del nacimiento. Y María el evangelio repite que María “guardaba estas cosas en su corazón”. ¿Que pasaría por la cabeza y el corazón de aquella joven palestina? Probablemente muchas dudas, mezcladas con la alegría de ser la madre de esa criatura sorprendente. No sabemos muy bien como sucedieron los hechos, pero los evangelios desde su perspectiva catequética y teológica, no esconden que la llegada del Hijo de Dios no fue acompañada de gaitas y panderetas, es más, incide en la humilde acogida al niño.
Por eso la Navidad esconde en el fondo un sabor agridulce, que la sociedad consumista quiere camuflar con los centollos, las cigalas, el turrón y el cava. Todo esto me parece muy bien, mientras no perdamos de vista lo esencial. Y es que los primeros pasos de Jesús empezaron con muchos problemas, y casi le cuesta el pellejo, si esos magos hubieran vuelto a hablar con Herodes. Pero para cerrar el círculo no olvidemos la matanza de los niños inocentes. Todavía peor. Y los evangelios, desde su punto de vista insisto teológico y catequético, no lo callan si no que nos lo cuentan con todo detalle.
Hoy, cuando evocamos la Navidad, seguimos soñando legítimamente, pero despiertos. Y los sueños son necesarios…, pero siempre pisando la realidad, sino nos podemos encontrar al día siguiente con grandes frustraciones. Feliz navidad sin duda, pero sabiendo que los múltiples conflictos en nuestro mundo continuan y continuarán sembrando la muerte y el sufrimiento. Feliz Navidad, desde luego, pero sin olvidar que todavía mueren de hambre y sed muchos niños y niñas de hambre y sed. Y tantas y tantas situaciones que nos hacen despertar del mal sueño…El Papa Francisco lo ha recordado en el Ángelus de esta Navidad
De ahí que, por supuesto soñemos despiertos con imaginación creadora y proactiva en un mundo más pacífico y humano. Y que el reto, a pesar de las frustraciones e impotencias, es apuntarnos a las causas posibles para humanizar nuestro alrededor y entorno. Si la Navidad nos abre caminos de cambio, y nos lleva a mirar nuestro mundo un poco más desde la vulnerabilidad de un niño que probablemente soñaba con cambiar el mundo, y acabó en una cruz…nuestra Navidad habrá sido fecunda.
El mundo que nos ha tocado vivir es el que es, y no el que quisiéramos, pero sigue siendo un reto para todos nosotros. Cada uno dentro de sus límites y posibilidades, puede hacer posible que crezca la esperanza para muchas personas. La legión de voluntarios que acudió a embarrarse en Los pueblos del la “Horta sud” de Valencia, como consecuencia de la Riada es un ejemplo de Humanidad con mayúsculas. En el fondo, y a pesar de todo, el hombre en algún momento siente la llamada del hermano necesitado.
La impotencia de cambiar el mundo no nos tiene que llevar a desinteresarnos y acostumbrarnos a los cánceres de nuestro mundo. La indiferencia anida en el corazón de los frustrados e impotentes, y es la máscara de la dejadez y la pereza social, cívica y política.
Hacer Navidad es recordar que aunque todo empezó muy mal, que acabó peor, ni más ni menos que en una Cruz, pero que la muerte no tuvo la última palabra, ya que la Resurrección y la Vida eterna nos marcan el destino final…Nuestro Dios es un Dios de la Historia, pero también de la metahistoria.
El sueño de María al final se cumplió, ya que dio a luz al Hijo de Dios, que nos mostró durante su itinerario en la tierra, el paradigma de la realización humana plena y plenificante.