Una Iglesia irrelevante en una España polarizada y atomizada
El término “polarizado” está lamentablemente de moda para describir la realidad política española. Y, ciertamente así es, pero también al interior de los dos bloques y en sus márgenes se percibe una “atomización”, gropúsculos que pugnan por tener un protagonismo en la vida pública al precio que sea. Y todo esto desde una agresividad social y pública vergonzante.
La Iglesia española ante esta realidad tan solo destila palabras de buena voluntad por parte de algunos, muy loables pero ineficaces, o agresivas por parte de otros, soñadores de tiempos pasados. El hecho es que la Iglesia española se ha vuelto insignificante e irrelevantes para nuestra sociedad.
De la Iglesia cabría esperar que fuera una de las Instituciones capaz de acercar posiciones, restañar heridas, crear espacios de diálogo…, pero lamentablemente está en otras cosas. Ensimismada en los informes de la pederastia, que por cierto no se saca de las manos, en cuitas de bendiciones, y en conjuras palaciegas de cara a los idus de marzo, las elecciones en la Conferencia Episcopal.
De la Iglesia cabría esperar que fuera una de las Instituciones capaz de acercar posiciones, restañar heridas, crear espacios de diálogo…, pero lamentablemente está en otras cosas. Ensimismada en los informes de la pederastia, que por cierto no se saca de las manos, en cuitas de bendiciones, y en conjuras palaciegas de cara a los idus de marzo, las elecciones en la Conferencia Episcopal.
| José Luis Ferrando Lada
El término “polarizado” está lamentablemente de moda para describir la realidad política española. Y, ciertamente así es, pero también al interior de los dos bloques y en sus márgenes se percibe una “atomización”, gropúsculos que pugnan por tener un protagonismo en la vida pública al precio que sea. Y todo esto desde una agresividad social y pública vergonzante. Los choques son constantes, ya aburren, pero responden al cortoplacismo electoral. Antes estas realidades, los ciudadanos de a pie se sienten cada vez más alejados de la clase política y de las Instituciones. Ni siquiera se sienten espectadores de estas pantomimas diarias. El efecto de desafección recorre transversalmente la realidad política, social, económica, cultural y, también, religiosa.
La Iglesia española ante esta realidad tan solo destila palabras de buena voluntad por parte de algunos, muy loables pero ineficaces, o agresivas por parte de otros, soñadores de tiempos pasados. El hecho es que la Iglesia española se ha vuelto insignificante e irrelevantes para nuestra sociedad. Todavía tiene alguna influencia en ciertas élites, pero a la hora de la verdad su palabra pasa desapercibida o es simplemente ignorada por una gran parte de ciudadanos y de católicos, incluso practicantes. El abismo entre obispos y fieles se está agrandando a la carrera y es muy preocupante.
Evidentemente ante estos dos análisis, ciertamente negativos: ¿Qué podemos hacer los ciudadanos y qué esperamos de la Iglesia?
Los ciudadanos deberíamos activar nuestro compromiso cívico y político para exigir a la clase política seriedad en sus planteamientos y actitudes, y la búsqueda de entendimiento, siempre respetando las diferencias, en aquellos aspectos que se refieren al bienestar de los ciudadanos, pero sobre todo de los más necesitados. La innecesaria agresividad de los políticos está llevando a este país a un desprestigio absolutamente intolerable.
De la Iglesia cabría esperar que fuera una de las Instituciones capaz de acercar posiciones, restañar heridas, crear espacios de diálogo…, pero lamentablemente está en otras cosas. Ensimismada en los informes de la pederastia, que por cierto no se saca de las manos, en cuitas de bendiciones, y en conjuras palaciegas de cara a los idus de marzo, las elecciones en la Conferencia Episcopal.
Pero además, ante la clase política la Iglesia ha perdido relevancia. El acercamiento o alejamiento de la Iglesia ya no es solamente ideológico, sino táctico también. Antes, sin nostalgias, había una serie de obispos que mantenían muy buenas relaciones personales con políticos relevantes de todo el espectro patrio, y podían ser influyentes en cuestiones determinantes, incluso acercar posiciones entre ellos…Hoy, la impresión es que no cuentan para nada, ni para nadie.
Antes estos panoramas, necesitamos una Iglesia con un liderazgo fuerte y carisma convincente. que mire hacia adelante sin complejos, ya que el mensaje del evangelio vale la pena. Una Conferencia Episcopal más unida, más fraterna. Es sintomático lo de los Ejercicios, menos de la mitad, y otras convocatorias, que ni se difunden en algunas Diócesis, incluso algún obispo programa cosas parecidas en más o menos las mismas fechas.
Las reformas e iniciativas del Papa Francisco no han llegado a muchas Diócesis. ni se les espera. Incluso hay obispos a ralenti, mirando constantemente a Roma para ver hacia donde decantarse en un momento dado. No se definen demasiado por si acaso, aunque se conocen bien entre ellos.
La Iglesia Universal está también viviendo un momento delicado, y necesita que las Iglesias locales expresen su cercanía y comunión al Papa. Esto no se siente de la Iglesia española de manera mayoritaria. Las tensiones actuales en la Iglesia pueden ser fecundas o nefastas. En parte dependen del nivel de relación entre Roma y las Iglesias locales. Alimentar críticas innecesarias al Papa es contribuir a tentaciones rupturistas. La Iglesia no debe ser una balsa de aceite, ni un cementerio, pero el diálogo tiene que ser constructivo y creativo.
No perdamos la esperanza y trabajemos, cada uno desde nuestro lugar, por una Iglesia más significativa e inclusiva.