"Ponernos en camino para reconocer en ese niño al Hijo de Dios" ¿La Navidad del Papa Francisco en Belén o en Roma?
El deseo del Papa es "celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno"
Si perdemos de vista estas coordenadas la Navidad se convertirá solamente en una más o menos bonita fiesta de encuentros y regalos, con muchas luces y colores, muchas comidas, mucho de todo…, pero Jesús, nacido en Belén, será el gran olvidado. No estará allí.
El pan, el vino y el amor de María deben estar presentes siempre que recordemos a Jesús
El pan, el vino y el amor de María deben estar presentes siempre que recordemos a Jesús
| José Luis Ferrando Lada
El Papa Francisco, al inicio del Adviento, nos ha sorprendido con una carta preciosa en torno al significado del belén. Habría que decir algo más. Nos está ofreciendo las pistas para vivir una Navidad profundamente enraizada en el acontecimiento fundamental: el nacimiento de Jesús en Belén. ¡Cuánto desearía, Francisco, pasar la Navidad en Belén! Sentir el frío en la plaza de la Natividad, abajarse para entrar en la Basílica del Nacimiento, celebrar la Eucaristía en la Iglesia de Santa Catalina y con el niño en su brazos, presidir la procesión hasta el pesebre, cantado el “Puer natus in Betlehem…”.
El Papa Francisco se remonta al inicio de los belenes, recordando a Francisco de Asís: “Las fuentes franciscanas narran en detalle lo que sucedió en Greccio. Quince días antes de la Navidad, Francisco llamó a un hombre del lugar, de nombre Juan, y le pidió que lo ayudara a cumplir un deseo: «Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». Francisco de Asís no se contentaba con leer las páginas evangélicas, en este caso quería “contemplar con mis ojos”. quería visibilizar el misterio de la encarnación del hijo de Dios, en lo que nuestros ojos pudieran contemplar. Y, el Papa, añade a continuación: “San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo. Su enseñanza ha penetrado en los corazones de los cristianos y permanece hasta nuestros días como un modo genuino de representar con sencillez la belleza de nuestra fe. Por otro lado, el mismo lugar donde se realizó el primer belén expresa y evoca estos sentimientos”. La belleza de nuestra fe, basada en la imaginación creadora del aquel artista, que nos empuja a vivir en profundidad la Navidad. Desde Greccio, en donde se representó por primera vez el Belén, irradia la gracia de la eterna Navidad para todos los hombres que se acercan a ese lugar tan franciscano, en el valle de Rieti.
"Sentir el frío en la plaza de la Natividad, abajarse para entrar en la Basílica del Nacimiento, celebrar la Eucaristía en la Iglesia de Santa Catalina y con el niño en su brazos, presidir la procesión hasta el pesebre, cantado el “Puer natus in Betlehem…”"
El Papa Francisco nos dice de entrada que “La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría… La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”. Este es el sentido teológico del Belén, así de claro y sencillo. Ponernos en camino para reconocer en ese niño al Hijo de Dios que nos ama y quiere hacer camino con nosotros. La eterna invitación a sentirnos atraídos por ese niño del belén. El Adviento en todo su esplendor.
Desde esta perspectiva el Papa Francisco nos sitúa en el sentido de su carta apostólica: “Con esta Carta quisiera alentar la hermosa tradición de nuestras familias que en los días previos a la Navidad preparan el belén… Es realmente un ejercicio de fantasía creativa… Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición…Espero que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”. La tradición de montar el Belén, para Francisco, hunde totalmente sus raíces en la familia cristiana. Esta es un lugar teológico privilegiado para que la imaginación se ponga al servicio de la evangelización. Aprovechemos esta oportunidad que nos brinda el belén para hablar de ese Dios que se hace niño para nosotros. Necesitamos, hoy, más que nunca en nuestras casas el signo del belén par no perder de vista lo esencial en estos tiempos de desconcierto.
Y el Papa nos sugiere algunas ideas para enriquecer la catequesis navideña: “El evangelista Lucas dice sencillamente que María «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (2,7). Jesús fue colocado en un pesebre…El Hijo de Dios, viniendo a este mundo, encuentra sitio donde los animales van a comer. El heno se convierte en el primer lecho para Aquél que se revelará como «el pan bajado del cielo» (Jn 6,41). Un simbolismo que ya san Agustín, junto con otros Padres, había captado cuando escribía: «Puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros» (Serm. 189,4)”. Francisco une perfectamente el misterio de la Encarnación y la Eucaristía. Cada vez que celebramos este sacramento estamos haciendo Navidad, estamos recordando que en ese pesebre nace el Hijo de Dios, y ese pan y ese vino está presente también Jesús.
En la misma línea catequética, el Papa Francisco nos ayuda a entender algunos signos en torno al belén: “Me gustaría ahora repasar los diversos signos del belén…En primer lugar, representamos el contexto del cielo estrellado en la oscuridad y el silencio de la noche…Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré? Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (cf. Lc 1,79). También hace referencia a otros elementos tradicionales de nuestros belenes: “los paisajes que forman parte del belén y que a menudo representan las ruinas de casas y palacios antiguos… Esas ruinas son sobre todo el signo visible de la humanidad caída, de todo lo que está en ruinas, que está corrompido y deprimido. Este escenario dice que Jesús es la novedad en medio de un mundo viejo, y que ha venido a sanar y reconstruir, a devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor original”. La creación entera y la obra del hombre al servicio del belén.
Francisco, interpreta el sentido de los personajes más relevantes del belén; “Los ángeles y la estrella son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor…los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la encarnación. A Dios que viene a nuestro encuentro en el Niño Jesús, los pastores responden poniéndose en camino hacia Él, para un encuentro de amor y de agradable asombro”. Ángeles y pastores, que nos llaman a vivir la Navidad, estando atentos y despiertos…
Finalmente se centrará en los personajes esenciales: Poco a poco, el belén nos lleva a la gruta, donde encontramos las figuras de María y de José. María es una madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo….Junto a María, en una actitud de protección del Niño y de su madre, está José. José juega un papel muy importante en la vida de Jesús y de María. Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia… fue el primer educador de Jesús niño y adolescente. José llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica”. María y José la complementariedad absoluta, necesaria para que ese niño creciera en “edad y sabiduría”. Y María “guardaba estas cosas en su corazón”.
Y, en el corazón del belén, allí donde todas las miradas se funden en esa imagen del niño: “Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así: en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos”. No nos lo terminamos de creer, en Jesús, Dios ha sido un niño”. Ha sido historia, y, hoy es historia la salvación para cada uno de nosotros, pero tenemos que creérnoslo.
Y la historia de la Navidad continúa y termina con la fiesta de la Epifanía: “las tres figuras de los Reyes Magos..nos enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo. Son hombres ricos, sabios extranjeros, sedientos de lo infinito, que parten para un largo y peligroso viaje que los lleva hasta Belén (cf. Mt 2,1-12). Ante Él comprenden que Dios, igual que regula con soberana sabiduría el curso de las estrellas, guía el curso de la historia, abajando a los poderosos y exaltando a los humildes. Y ciertamente, llegados a su país, habrán contado este encuentro sorprendente con el Mesías, inaugurando el viaje del Evangelio entre las gentes”. Un sentido muy sugerente que nos recuerda la universalidad de la fe y de la salvación de Dios para todos los hombres. Jesús no nace por nosotros o los nuestros, Jesús nace para todos los hombres de buena voluntad que quieren acogerle.
Esta es la conclusión de la carta del Papa Francisco: ”En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición…El belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María”. Eso nos hermana también con los pobres sin techo ni abrigo, con los últimos de la tierra, porque todos estamos convocados a vivir y compartir este misterio, porque ¿qué lugar sino ocupan ellos en esta historia?
Estamos ante una clara invitación del Papa Francisco a vivir la Navidad desde lo esencial. Desde esta perspectiva todo adquirirá sentido. Si perdemos de vista estas coordenadas la Navidad se convertirá solamente en una más o menos bonita fiesta de encuentros y regalos, con muchas luces y colores, muchas comidas, mucho de todo…, pero Jesús, nacido en Belén, será el gran olvidado. No estará allí.
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