Ortega: de mito revolucionario a facha de pacotilla
¿A qué esperan los obispos europeos para pasar de las palabras a los hechos y manifestarse ante las embajadas de Nicaragua en sus respectivos países? Y a los nuestros si les importa su hermano obispo ya tardan en hacer algo más que escritos y discursos. ¿No se les ocurre nada a las cabezas pensantes de nuestro episcopado para forzar su liberación y la de tantos disidentes? Promuevan una acción conjunta con el gobierno y la oposición para hacer algo, por favor.
| José Luis Ferrando Lada
Eran tiempos de esperanza en toda Latinoamérica. El 17 de julio de 1979, el dictador Anastasio Somoza abandonó Nicaragua. La fuerzas sandinistas capitaneadas por Ortega habían terminado con una de las dictaduras más sangrientas. El aplauso por este acontecimiento era global. El comandante guerrillero, Daniel Ortega, hablaba con sencillez, de la guerra en su país, de los sufrimientos de la gente. Lo veíamos en la televisión, planteando su estrategia, buscando el apoyo de la comunidad internacional, clamando contra la injusticia. Hablaba de la guerra, pero también de la imprescindible ayuda de los otros países de la región para lograr la caída de la dictadura de Somoza. Nos parecía un héroe convincente.
Pero, la primera vez que nos defraudó fue durante la visita de Juan Pablo II en 1983. El mismo Papa la calificó como “una noche oscura”. El Papa polaco llegaba a un país que estaba al borde de la guerra civil. En el aeropuerto había una pancarta que decía “Bienvenido a la Nicaragua libre gracias a Dios y a la revolución”. En Managua esperaban al Papa las autoridades de la Junta de Gobierno sandinista, entre quienes estaba el coordinador, Daniel Ortega, quien con su esposa Rosario Murillo lidera la actual dictadura de Nicaragua. En ese marco, Ortega pronunció un discurso favorable al régimen sandinista. En su discurso inaugural, San Juan Pablo II dijo que llegaba a Nicaragua “en nombre de Aquel que por amor dio su vida por la liberación y redención de todos los hombres, querría dar mi aporte para que cesen los sufrimientos de pueblos inocentes de esta área del mundo; para que acaben los conflictos sangrientos, el odio y las acusaciones estériles, dejando el espacio al genuino. En la crónica de aquel viaje quedó el gesto del Papa saludando a Ernesto Cardenal, sacerdote, que era ministro de cultura del régimen. Cuando se acercó a él se quitó la boina y dobló la rodilla para besarle el anillo. No permitió que se lo besara, y blandiendo el dedo como si fuera un bastón le dijo en tono de reproche: Usted debe regularizar su situación.
Cuentan que Juan Pablo II, estuvo a punto de eliminar Nicaragua de su viaje a Centroamérica, llegó a Managua tenso y visiblemente irritado. A partir de aquella escena, que dio la vuelta al mundo, toda la jornada estuvo cargada de tensión. El medio millón de personas llegadas de todo el país para asistir a la misa del Papa, con el viaje costeado por el Gobierno, tenía orden de aplaudirle durante la misa, dijera lo que dijera. Así empezó la ceremonia en una tarde que casi acabó en tragedia. En el altar improvisado estaban en pie los gerifaltes sandinistas junto a Daniel Ortega. La misa fue un claro ejemplo de manipulación política a todos los niveles. Juan Pablo II acabó la misa deprisa y corriendo. El arzobispo Miguel Obando lo llevó directamente al aeropuerto para volver a Roma. El chófer narró que el Papa estuvo mudo durante todo el trayecto.
Daniel Ortega ha iniciado su cuarto mandato consecutivo embebido de poder. Lo más parecido a la dictadura somocista, Ahora, entre amenazas de sanciones internacionales, el líder sandinista sigue haciendo oídos sordos. El 7 de noviembre de 2021 había ganado unas elecciones sin garantías democráticas, observadores internacionales ni prensa foránea acreditada, y precedidas de una ola represiva que terminó con siete precandidatos retenidos y revocados de la carrera presidencial. Según los datos oficiales, Ortega obtuvo el 75% de los votos en una jornada con el 65% de participación, lejos de los números del observatorio nicaragüense independiente aunque algunos hablan de una abstención por encima del 81%.
Cuatro décadas después, sin embargo, se ha convertido en el nuevo Somoza que ahora oprime salvajemente a Nicaragua. Ahora, Ortega, actúa hacia adentro con absoluta impunidad y desvergüenza. y parece no importarle ni la opinión internacional, ni unas posibles sanciones. Parece increíble. Ha enviado a un grupo de disidentes a los Estados Unidos, les ha quitado la nacionalidad…,y en su país las cárceles están atiborradas de disidentes.
Entre ellos se encuentra el obispo de Matagalpa, Rolando Alvarez, encarcelado en condiciones infrahumanas. ¿A qué esperan los obispos europeos para pasar de las palabras a los hechos y manifestarse ante las embajadas de Nicaragua en sus respectivos países? Y a los nuestros si les importa su hermano obispo ya tardan en hacer algo más que escritos y discursos. ¿No se les ocurre nada a las cabezas pensantes de nuestro episcopado para forzar su liberación y la de tantos disidentes? Promuevan una acción conjunta con el gobierno y la oposición para hacer algo, por favor.
No es posible consentir tanta prepotencia y desfachatez. Estamos ante una dictadura químicamente pura. Ningún líder debería de acercarse, ni recibirlo. Sanciones económicas no, que las paga el pueblo con su sufrimiento.