¿Se abre un nuevo tiempo para los neocatecumenales?

El fallecimiento de Carmen Hernández es, a todas luces, un doloroso momento para el camino neocatecumenal. Carmen no ha sido solamente la cofundadora del “camino”, sino también la inspiradora de todo el entramado ideológico del mismo. Desde los primeros tiempos ella es la que ha marcado las líneas maestras, y con firmeza ha sido la guardiana de las esencias del mismo. Por un lado está el carismático, Kiko, y por el otro, la que lo fundamentaba teológicamente, la pensadora, Carmen. Evidentemente, la complementariedad entre ambos ha sido absoluta, a pesar de las múltiples desavenencias públicas, que no han ocultado. En cualquier caso, uno de los pilares del “camino” desaparece. En dos ocasiones de mi vida me he encontrado con ellos: una en Jerusalén y otra en Murcia. Siempre me han parecido personas apasionadas por el evangelio. Aunque Carmen, demasiado impulsiva, tajante y segura, me resultaba algo desconcertante. Hoy, todos a una, darán gracias al Señor por el regalo de esta mujer, que supo diseñar un itinerario de fe, que ha aglutinado a tanta gente con el deseo de seguir a Cristo en estos tiempos.

El “camino” neocatecumenal, indudablemente es una realidad eclesial muy presente en muchos lugares y sectores. Por eso, la Iglesia, del mismo modo que ha alentado su tarea evangelizadora y ha reconocido su entrega a la misión; le ha emplazado reiteradamente, a petición de muchas Iglesias locales a la revisión de algunos aspectos de su “praxis” pastoral. En la Iglesia, todos los carismas son siempre históricos y parciales. La pretensión de ahistoricidad y totalidad es vana. El Señor de la Historia ha suscitado, en cada momento, hombres y mujeres, que han marcado, en su nombre ese tiempo. Pero muchos de esos carismas han pasado por el fuego purificador de la “institucionalización” para asegurar su permanencia temporal. Y eso no se hace sin tensiones, unas veces fecundas y otras desgarradoras. La historia de muchas órdenes religiosas y movimientos eclesiales es testimonio de esta afirmación. Seguramente para el “camino” neocatecumenal éste es un momento crucial y decisivo. Todavía uno de los fundadores está en vida, Kiko, y mantiene el control de la organización. ¿Es el momento de una reflexión a fondo de todos los aspectos?

¿Cuáles son puntos críticos más relevantes? Simplemente aquellos aspectos que, para muchos, es necesario que el camino revise a fondo. Algunos de ellos son de sobras conocidos, y se repiten muchas veces, pero es bueno recordarlos.



En primer lugar, las catequesis no se han reescrito, ni revisado desde hace cincuenta años, incluyendo el lenguaje que se usa, repetitivo, fosilizado, para que no se desvirtúe el planteamiento inicial. La teología catequética y pastoral, en estos últimos tiempos, ha progresado positivamente: ¿Acaso no se pueden integrar algunos aspectos modernos para actualizar y perfilar mejor su mensaje?

En segundo lugar, en cuanto a la teología fundamental de fondo, es necesario una revisión muy cuidada. Los catequistas, sin una formación básica muchas veces, subrayan excesivamente el aspecto de la “gracia”en la acción del cristiano, hasta el punto de convertir a muchas personas sencillas en “tentadores profesionales” del buen Dios Padre, a todos los niveles. La respuesta por parte del hombre a la “gracia” de Dios es nula. Una sana relación gracia-naturaleza es necesaria. “Dos magnitudes (gracia y naturaleza) cualitativamente distintas, que se funden sin confusión”, como diría el profesor Martín Gelabert. Por eso se les tilda de cercanos al “protestantismo”.



En cuanto a la lectura de la Sagrada Escritura se les considera un tanto fundamentalistas. Tampoco, la exégesis bíblica les ha llevado a una hermenéutica actualizada. Una lectura de la Biblia, sin una contextualización y actualización, puede ser muy peligrosa y conducir a decisiones temerarias. También en el campo de la teología bíblica, la Iglesia en estas últimas décadas, ha avanzado notablemente.

A muchos teólogos les parece que son excesivamente “judaizantes” en el ámbito de la liturgia. No cabe duda que el descubrimiento de la matriz judía del cristianismo no nos tiene que llevar a asumir de manera acrítica los símbolos y el lenguaje propios de otras creencias. Este es un tema muy delicado, sobre todo cuando se traduce en simbología externa pública. Las buenas relaciones son deseables, pero cada uno desde su identidad bien diferenciada.

Pero, probablemente las críticas más notables, vienen del ámbito de la eclesiología. Se les acusa de una eclesiología “fagocitadora” de las parroquias. No cabe duda, que el movimiento, en una parroquia, asegura una presencia cuantitativa y cualitativa de los miembros del “camino” en todos los servicios, pero el precio es, generalmente, que se convierten en la única alternativa. Muchos párrocos hacen dejación de sus funciones y quienes gobiernan la parroquia son los catequistas. Así me lo cuenta mucha gente con cierta pena. Esto aleja o desafecta de la parroquia a los “otros”, que no son del “camino”. Y esto no es positivo para la Iglesia. En este aspecto eclesiológico, también se les critica, que se encuentran al margen de los planes pastorales diocesanos, no los integran en su dinámica, como si ellos fueran extradiocesanos. Sus consignas vienen siempre desde Roma. Por otro lado, a muchos obispos les viene muy bien el movimiento cuando tienen necesidad de un baño de multitudes. En España lo hemos visto en estos últimos tiempos. En cuanto a los seminarios y los sacerdotes, el tiempo nos dirá….



Finalmente, muchas personas que han transitado por este “camino” denuncian un cierto acoso psicológico en algunos pasos decisivos del mismo. Algunos catequistas parece que van más allá de lo que deberían en aspectos de conciencia personal. En cuestiones familiares al respecto de la paternidad responsable, sería bueno una lectura a fondo de la “Amoris Laetitia” del Papa Francisco, sin duda puede ser muy fecunda e iluminadora.

Esto son algunos aspectos que muchos teólogos y algunas personas, de buena voluntad y con buena intención, ponen de relieve en este momento crucial para “mejorar” la implicación de la gente en esta realidad eclesial. Indudablemente, el “camino” es obra del Dios de la Historia, pero la renovación y la autocrítica también. Una vez, discutía con un itinerante del “camino” sobre los mecanismos de revisión y autocrítica que tienen las Órdenes Religiosas (Capítulos, Elecciones..etc). Su respuesta hace años es que el “camino” era todavía joven. Cierto, pero ya se acercan a la cincuentena…¿Qué mecanismos se han arbitrado para asumir las críticas internas y externas? ¿Existen cauces? ¿La única salida es “conviértete”?

La sucesión, en su día, de Kiko y el Padre Mario me consta que está asegurada y, en principio, tranquila…

En muchas ocasiones, algunos amigos que se encuentran en este movimiento eclesial me han pedido que escriba sobre el “camino”. He intentado recoger lo que he visto y oído con sinceridad, libertad y cariño. La “crítica” constructiva no viene del demonio, ni es una persecución. Sin embargo, el rechazo a la crítica constructiva proviene de una autosuficiencia preocupante.

Finalmente, Carmen, descansa en paz. Has abierto un camino eclesial para mucha gente. Su paso ha sido positivo para la Iglesia. Así lo reconocía el Papa Francisco: “Doy gracias al Señor por el testimonio de esta mujer, animada por un sincero amor a la Iglesia, que ha gastado su vida en el anuncio de la Buena Noticia en cada lugar, también aquellos más alejados, no olvidando a las personas más marginadas”.

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