Ni siquiera las migajas de nuestras mesas…
El Papa Francisco hace apenas una semana viajaba a Lesbos, una de las puertas de entrada a la Europa en crisis, pero próspera y opulenta. Y aterrizaba en Mitilene, la capital de esa isla, en Grecia, probablemente el país más empobrecido de la Unión Europea. Y las primeras palabras del Papa fueron de agradecimiento a los griegos, que a pesar de sus dificultades compartían con aquellos hermanos venidos del mar, lo poco que tenían. Todo un ejemplo de Fraternidad y de Humanidad. Europa ha cerrado sus puertas a muchos hombres y mujeres que buscan simplemente seguridad y esperanza. Se nos olvidan que huyen de las guerras y de la hambruna. En Siria un niño de cada tres solo ha conocido la guerra. Es un dato escalofriante. La antes hermosa Alepo, con su magnífica ciudadela, ha sido reducida a ruinas. Actualmente, sus habitantes, después del cese del fuego, no aceptado por todos los contendientes, tienen agua una vez a la semana; dos horas al día de electricidad en el mejor de los casos. Una ciudad cortada en dos, y, a pesar de la tregua, continúan las bombas y los disparos de los francotiradores. Ni agua, ni comida, ni electricidad…¿Se puede vivir así?
Y en nuestras fronteras, las de Ceuta y Melilla, las de los Gendarmes de Europa, están dotadas como nos cuentan de la más alta tecnología y sofisticación para ver y oír, pero sobre todo para impedir que hombres y mujeres vengan a nuestra mesa para comer las migajas. Una costosa frontera, elevada “en nombre nuestro” para marcar un territorio de inhumanidad. Prohibido el paso, una barrera infranqueable les impide simplemente llegar a nuestros basureros para alimentarse de nuestras sobras. Hace unos años escribía un artículo Xavier Ribas sobre las fronteras de Ceuta y Melilla: “Estas fronteras tecnológicas pueden ser controladas por las patrullas fronterizas desde una sala de vigilancia central, mientras que al otro lado de la frontera, y con financiación de la UE, el ejército marroquí ha establecido numerosos puestos de vigilancia y campamentos militares a la antigua usanza, como poniendo sitio a su propio país, para vigilar la aproximación desde el sur a fronteras que ni siquiera reconoce como legítimas, sino que considera como residuos de imposiciones coloniales”. Sorprendente y paradójico. En las fronteras estamos matando vidas y esperanzas. ¿Qué sucede en el fondo? Que nos sobran muchos seres humanos. La Racionalidad Tecnocrática no elige la solución a los problemas, ni el remedio a la necesidad, sino eliminar a los que crean problemas, suprimir al sujeto que padece la necesidad. Podríamos afirmar con Eduardo Galeano: “Este sistema asesino mata hambrientos en lugar de matar el hambre y está en guerra contra los pobres, pero no contra la pobreza”.
¿Cuál tiene que ser nuestra actitud como cristianos ante todo esto? Estas palabras del Papa Francisco, a su regreso de la Isla de Lesbos, al centro Astalli, sede italiana del servicio de inmigración de los jesuitas, por su 35 aniversario, son muy significativas: “los refugiados que llaman a nuestras puertas tienen el rostro de Dios, es carne de Cristo. Su experiencia de dolor y de esperanza nos recuerda que todos somos extranjeros y peregrinos en esta Tierra, acogidos por alguien con generosidad y sin mérito alguno. Aquel que…ha huido de su propia tierra a causa de la opresión, de la guerra, de una naturaleza desfigurada por la contaminación y la desertificación, o de la injusta distribución de los recursos del planeta, es un hermano con el cual compartir el pan, la casa, la vida”. Esta es la palabra clave: es un “hermano”, su rostro es el “rostro de Dios”. No es un delincuente, es un pobre. La ley les llamará irregulares, sin papeles, porque no tiene un visado para entrar en un país soberano. El hambre y la sed no cuentan como título de viaje. Y, al final, una vez que los focos de los Medios de Comunicación se marchen de Lesbos, Idomeni, Ciudad Juarez, Ceuta o Melilla, se convertirán en ignorados e invisibles, se quedarán fuera de la sala de nuestro banquete. Los voluntarios de la Organizaciones Humanitarias y ellos…Y que siga la fiesta. Pero, antes o después, entrarán por donde sea o como sea, a nuestro banquete, porque tienen hambre y, sobre todo tienen derecho. Derecho. Aunque no se les reconozca. Lamentablemente muchos morirán en el intento, pero vendrán. Y nosotros, y nuestros gobiernos, somos los responsables de ese maldito “éxodo” de la guerra y el hambre. De sus muertes.
Lo último es que la señora Merkel ha visitado en estos días Turquía, en el marco del reciente pacto de la vergüenza entre Bruselas y Ankara por el que la UE destina 6.000 millones de euros para que atienda en su territorio a refugiados sirios y reciba a los inmigrantes que sean deportados desde Grecia. Y esto ya está en marcha, una breve notificación resume la crudeza y la frialdad de este acuerdo para expulsar a cualquier migrante –incluidos refugiados- que provenga de ese país vecino. Los sirios, que serán devueltos en virtud de ese pacto, han comenzado a recibir ya impresos. El lobo al cuidado de las gallinas.
Y en nuestras fronteras, las de Ceuta y Melilla, las de los Gendarmes de Europa, están dotadas como nos cuentan de la más alta tecnología y sofisticación para ver y oír, pero sobre todo para impedir que hombres y mujeres vengan a nuestra mesa para comer las migajas. Una costosa frontera, elevada “en nombre nuestro” para marcar un territorio de inhumanidad. Prohibido el paso, una barrera infranqueable les impide simplemente llegar a nuestros basureros para alimentarse de nuestras sobras. Hace unos años escribía un artículo Xavier Ribas sobre las fronteras de Ceuta y Melilla: “Estas fronteras tecnológicas pueden ser controladas por las patrullas fronterizas desde una sala de vigilancia central, mientras que al otro lado de la frontera, y con financiación de la UE, el ejército marroquí ha establecido numerosos puestos de vigilancia y campamentos militares a la antigua usanza, como poniendo sitio a su propio país, para vigilar la aproximación desde el sur a fronteras que ni siquiera reconoce como legítimas, sino que considera como residuos de imposiciones coloniales”. Sorprendente y paradójico. En las fronteras estamos matando vidas y esperanzas. ¿Qué sucede en el fondo? Que nos sobran muchos seres humanos. La Racionalidad Tecnocrática no elige la solución a los problemas, ni el remedio a la necesidad, sino eliminar a los que crean problemas, suprimir al sujeto que padece la necesidad. Podríamos afirmar con Eduardo Galeano: “Este sistema asesino mata hambrientos en lugar de matar el hambre y está en guerra contra los pobres, pero no contra la pobreza”.
¿Cuál tiene que ser nuestra actitud como cristianos ante todo esto? Estas palabras del Papa Francisco, a su regreso de la Isla de Lesbos, al centro Astalli, sede italiana del servicio de inmigración de los jesuitas, por su 35 aniversario, son muy significativas: “los refugiados que llaman a nuestras puertas tienen el rostro de Dios, es carne de Cristo. Su experiencia de dolor y de esperanza nos recuerda que todos somos extranjeros y peregrinos en esta Tierra, acogidos por alguien con generosidad y sin mérito alguno. Aquel que…ha huido de su propia tierra a causa de la opresión, de la guerra, de una naturaleza desfigurada por la contaminación y la desertificación, o de la injusta distribución de los recursos del planeta, es un hermano con el cual compartir el pan, la casa, la vida”. Esta es la palabra clave: es un “hermano”, su rostro es el “rostro de Dios”. No es un delincuente, es un pobre. La ley les llamará irregulares, sin papeles, porque no tiene un visado para entrar en un país soberano. El hambre y la sed no cuentan como título de viaje. Y, al final, una vez que los focos de los Medios de Comunicación se marchen de Lesbos, Idomeni, Ciudad Juarez, Ceuta o Melilla, se convertirán en ignorados e invisibles, se quedarán fuera de la sala de nuestro banquete. Los voluntarios de la Organizaciones Humanitarias y ellos…Y que siga la fiesta. Pero, antes o después, entrarán por donde sea o como sea, a nuestro banquete, porque tienen hambre y, sobre todo tienen derecho. Derecho. Aunque no se les reconozca. Lamentablemente muchos morirán en el intento, pero vendrán. Y nosotros, y nuestros gobiernos, somos los responsables de ese maldito “éxodo” de la guerra y el hambre. De sus muertes.
Lo último es que la señora Merkel ha visitado en estos días Turquía, en el marco del reciente pacto de la vergüenza entre Bruselas y Ankara por el que la UE destina 6.000 millones de euros para que atienda en su territorio a refugiados sirios y reciba a los inmigrantes que sean deportados desde Grecia. Y esto ya está en marcha, una breve notificación resume la crudeza y la frialdad de este acuerdo para expulsar a cualquier migrante –incluidos refugiados- que provenga de ese país vecino. Los sirios, que serán devueltos en virtud de ese pacto, han comenzado a recibir ya impresos. El lobo al cuidado de las gallinas.