La cuaresma incita a volvernos al “amor primero, acordarnos de dónde hemos caído, convertirnos y hacer las obras primeras” (Apoc 2, 4-5a) Actuar en verdad tiene recompensa auténtica (Miércoles de Ceniza 02.03.2022)
Ayúdanos, Jesús de la libertad, a vivir tu Amor
| Rufo González
Comentario: “cuidad de no practicar vuestra justicia... para ser vistos” (Mt 6,1-6.16-18)
Empezamos a preparar la Pascua, la gran fiesta cristiana. Celebrar la vida del Resucitado supone volver a la verdad vital, denunciar la hipocresía, sepultar maldades y “dejarnos llevar por el Espíritu de Dios” (Rm 8,14). El evangelio hoy nos abre a la verdad: “cuidad de no practicar vuestra justicia... para ser vistos”. “Vuestra justicia” será siempre vivir ajustados a la realidad, a la verdad y a la bondad del corazón. Nos acerca así a la perfección del Padre del cielo. No vivir en verdad nos introduce en una dinámica destructiva personal y social. Construir una realidad falsa, basada en la apariencia de honores, en el poder del dinero, en la fama de santo..., impide la propuesta de Jesús: experimentar el amor gratuito del Padre del cielo.
La verdad debe iluminar toda práctica humana. El evangelio se fija en tres prácticas del judaísmo: limosna, oración y ayuno. Pero puede extenderse a toda actividad humana. Actuamos en mentira cuando “mandas tocar la trompeta ante ti en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente”, “oras de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que te vean los demás”, “pones cara triste, desfigurando tu rostro para hacer ver que ayunas”. Actuamosen verdad cuando “no sabe tu mano izquierda lo que hace tu derecha”, “entras en tu cuarto, cierras la puerta y oras a tu Padre que está en lo secreto..., no usas muchas palabras..., pues tu Padre sabe lo que te hace falta antes de que lo pidas”, “perfumastu cabeza y te lavas la cara para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre que está en los escondido”.
Actuar en mentira tiene recompensa inauténtica. Es la paga mundana de la que habla el evangelio: “ya han recibido su recompensa”. Es el orgullo soberbio, el prestigio que separa y margina, el poder..., que no llenan nunca de alegría profunda el corazón. Sólo sirven para pavonearnos, aparentar lo que no somos, distanciarnos de los que necesitan ayuda, compañía, consuelo, dignidad igual, ánimo para vivir en verdad.
Actuar en verdad tiene recompensa auténtica. Coincide con la realización personal. Constituye la tarea de toda vida. Vivir desarrollando capacidades, orientándonos bien, escuchando la bondad que nos habita, construyendo la fraternidad universal. En búsqueda constante e inalcanzable del todo. Jesús la llama “recompensa del Padre celestial”. Es la esperanza a la que nos guía la fe en el Resucitado. Es la experiencia de vivir el don “más excelente”, que asemeja al Padre: “seréis hijos del Altísimo, que es bueno con malvados y desagradecidos” (Lc 6,35-36; Mt 5,45). Es el don cantado por las comunidades de Pablo, recogido en una de sus cartas: “os voy a mostrar un camino más excelente. Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría. El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca” (1Cor 12,31b-13,1-8a).
Oración: “cuidad de no practicar vuestra justicia... para ser vistos” (Mt 6,1-6.16-18)
Jesús de la vida en verdad:
emprendemos la cuaresma, preparación de la Pascua;
este tiempo incita a mirar la realidad vital;
mirar nuestra vida con tus ojos, con tu evangelio;
volvernos al “amor primero,
acordarnos de dónde hemos caído,
convertirnos y hacer la obras primeras” (Apoc 2, 4-5a).
Sentimos la indiferencia, la tibieza, ante tu Amor:
sólo nos mueven los bienes materiales y de apariencia;
nos domina la apatía por los derechos humanos;
el egoísmo nos descontrola en envidia, ideología interesada, rivalidad...;
aceptamos leyes y costumbres que esclavizan, dividen, marginan...;
es palmario nuestro desinterés por el necesitado de pan y techo...;
pasamos del hermano silenciado, ausente, rebelde...;
en secreto deseamos “un día de venganza de nuestro Dios” (Is 61,2b);
nuestras oraciones y limosnas son utilitarias e interesadas...
Merecemos la ceniza, signo de destrucción y fragilidad:
para recordar nuestra caducidad y la vaciedad de nuestra vida;
para sincerarnos ante ti y ante los hermanos;
para girar nuestra mente y corazón hacia tu Vida;
para volver a sentir tu amor sincero, leal, activo, transformador.
Queremos confiar en ti, Hijo del Padre, Amor sin medida:
por ti sabemos que el Padre nos ama en toda situación;
por creer en ti nos llegado tu Espíritu,
“la gracia en la cual nos encontramos” (Rm 5,2);
por ti reconocemos las oportunidades constantes de regeneración,
la conciencia de que estamos en “el tiempo de la gracia”;
por ti descubrimos la libertad de los hijos de Dios.
Estamos decididos a relacionarnos con el Padre del cielo:
“sintiendo y gustando internamente” su amor desbordante;
su amor que “habita en las criaturas,
dando el ser en los elementos,
vegetando en las plantas,
sensando en los animales,
dando entender en los hombres;
y así en mí dándome el ser, animando, sensando, y haciéndome entender;
y asimismo haciendo templo de mí, siendo creado a similitud e imagen suya..;
considerando cómo Dios trabaja y labora por mí en todas las cosas...”
(S. Ignacio: EE, 235, 236).
Ayúdanos, Jesús de la libertad, a vivir tu Amor:
que nuestros ayunos y abstinencias sean actos de amor, no de egoísmo;
que seamos sinceros y guiados por el Amor, como tú;
que nuestros pies, manos, rodillas, espaldas... ayuden al necesitado.
Preces de los Fieles (Miércoles de Ceniza 02.03.2022)
Nuestro mundo está como “encenizado”, “quemado”, por la violencia y la injusticia, la corrupción y el desorden moral. Poner ceniza en la cabeza es reconocer nuestra miseria. Llamemos a Cristo para que nos dé su Espíritu. Pidamos la conversión al Amor primero diciendo: “queremos escuchar tu voz, Señor”.
Por la Iglesia universal:
- que reconozca humildemente la “ceniza”, la miseria que acumula;
- que sienta la llamada de Jesús a convertirse al Amor primero.
Roguemos al Señor: “queremos escuchar tu voz, Señor”.
Por las intenciones del Papa (marzo 2022):
- que los “cristianos respondamos a los retos de la bioética”;
- que “promovamos siempre la defensa de la vida con oración y acción social”.
Roguemos al Señor: “queremos escuchar tu voz, Señor”.
Por la paz, rota ahora en Ucrania y Rusia:
- que el Espíritu de Jesús inspire a los dirigentes políticos la no violencia;
- que sean capaces de dialogar y dirimir así sus diferencias.
Roguemos al Señor: “queremos escuchar tu voz, Señor”.
Por los más “encenizados”, “quemados”, de nuestra sociedad:
- que nos acerquemos a ellos, les cuidemos, les reavivemos;
- que también ellos descubran la fuerza de bien que les habita.
Roguemos al Señor: “queremos escuchar tu voz, Señor”.
Por nuestra comunidad:
- que nos reunamos a preparar entre todos la cuaresma;
- que nos ayudemos a crecer en oración, autodominio, ayuda mutua.
Roguemos al Señor: “queremos escuchar tu voz, Señor”.
Por esta celebración:
- que reavive en lo profundo el Amor primero;
- que sintamos la presencia de Cristo, “Dios con nosotros”.
Roguemos al Señor: “queremos escuchar tu voz, Señor”.
Acepta y bendice, Señor, nuestros deseos de cambio, de vuelta a tu Amor. Queremos sentir como tú, Jesús de todos, participar de tus entrañas, construir tu paz, tu verdad, tu Amor, que vive por los siglos de los siglos.
Amén.