“Los oídos de nuestro espíritu están, Señor, en tu presencia; ábrelos, y di a nuestra alma: `Yo soy tu salvación´” “Atrévete a orar” y vivirás mejor (Transfiguración del Señor 2ª Lect. 06.08.2023)

Abre nuestros oídos a tu Amor

Comentario: “haamos sido testigos oculares de su grandeza” (2Pe 1,16-19)

Las cartas de Pedro se escriben en la primera mitad del s. II. La atribución a Pedro es recurso literario para reforzar la autoridad del escrito. Los destinatarios son los mismos de la primera: comunidades del Asia Menor: “Esta es ya, queridos míos, la segunda carta que os escribo” (2Pe 3,1). El capítulo primero resume la fe y la esperanza; el segundo y tercero delatan y rebaten a los perseguidores.

El primer capítulo afirma el don de Dios: “su poder divino nos ha concedido todo lo que conduce a la vida y a la piedad...; nos ha llamado con su propia gloria y potencia...; nos han concedido las preciosas y sublimes promesas, para que... seáis partícipes de la naturaleza divina, escapando de la corrupción que reina en el mundo por la ambición” (1,3-4). “Su poder” es su Espíritu. Pide a los destinatarios: “hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección...Así se os facilitará muchísimo la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (1,10-11).

El fragmento leído evoca la transfiguración de Jesús, fiesta que celebramos hoy, 6 de agosto. Como en 1Pe 5,1 (“a los presbíteros entre vosotros, yo presbítero con ellos, testigo de la pasión de Cristo...”), aparece  Pedro de “testigo ocular” de la vida de Jesús: “Pues no nos fundábamos en fábulas fantasiosas cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino en que habíamos sido testigos oculares de su grandeza” (v. 16).El conocimiento, pues, que transmite a los cristianos, está acreditado por en el hecho de que Pedro fue testigo ocular de la “grandeza” de Jesús:recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: «Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido». Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada” (vv. 17-18).  Relato de los tres sinópticos (Mt 17, 1-13; Mc 9, 2-13; Lc 9, 28-36). La crítica libre niega la veracidad del hecho. No cuadra con la huida y negación de los discípulos tras el prendimiento. Los críticos confesionales lo explican de modos distintos, suponiéndolo producto de reflexión pospascual: aparición pascual trasladada a la vida anterior, visión mística del mismo Jesús o de un profeta cristiano, narración de una experiencia oracional, recreación a imitación de la transfiguración del rostro de Moisés (Ex 34,29-35).

La fe en la grandeza de Jesús transforma la vida: “Así tenemos más confirmada la palabra profética y hacéis muy bien en prestarle atención como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones” (v. 19). La palabra profética intuyó “el día de Yahvéh” (Is 13, 6; Ez 30,2-3; Amós 5, 18; Jl 1, 15; 2, 1; Sof 1, 14-15). Profecía realizada en Jesús: “El Espíritu del Señor está sobre mí..Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,16-21). 

El evangelio de Mateo une anuncio de la pasión y reproche de Pedro con el episodio de la transfiguración. Pedro reprende a Jesús: “¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte¡”. Jesús reacciona duramente: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios” (Mt 16, 22-23). Para corregir la situación, “Seis días más tarde, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos...” (Mt 17,1ss). Esta experiencia oracional les hace ver a Jesús como “sol” y como “luz”, como “el Hijo, el amado, el predilecto”, al que hay que escuchar. Escuchar a Jesús, “convertido en espíritu vivificante” (1Cor 15,45), transforma la vida: “todos nosotros, con la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente, por la acción del Espíritu del Señor” (2Cor 3,18).

Oración: “haamos sido testigos oculares de su grandeza” (2Pe 1, 16-19)

Por ti, Jesús transfigurado por el Amor,:

Dios nos salvó y nos llamó con una vocación santa,

no por nuestras obras, sino según su designio y según la gracia

que nos dio en ti Cristo Jesús...,

la cual se ha manifestado ahora por tu aparición,

que destruyó la muerte e hizo brillar la vida y

la inmortalidad por medio del Evangelio” (2Tim 1, 9-10).

Escucharte a Ties oír al “Espíritu vivificante:

oír gemidos, deseos, sueños de corazones humanos;

mirar la realidad de nuestro mundo, próximo y lejano;

descentrarse del egoísmo y empatizar con los más débiles;

religarnos con el Amor, que “ve, oye, conoce” (Ex 3,7.

Creemos, con san Agustín, que

“nos hicieron para el Amor (Dios),

y nuestro corazón está inquieto

hasta que descanse en el Amor...

Dinos, por tu misericordia, Señor Dios nuestro,

qué es lo que eres para nosotros.

Di a nuestra alma: `Yo soy vuestra salvación´.

Dinos eso para que nosotros podamos oírlo.

Los oídos de nuestro espíritu están, Señor, en tu presencia;

ábrelos, y di a nuestra alma: `Yo soy tu salvación´”

(S. Agustín: Confesiones L. 1,1-2,2.5,5: CSEL 33, 1-5).

Lo escucharon los Apóstoles en la montaña:

“Porque desde aquel día que bajé con mí Espíritu

sobre él en el monte Tabor, diciendo :

`Este es mi amado Hijo en que me he complacido;

a él oíd´ (Mt 17,5)...,

oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar,

ni más cosas que manifestar”

(Subida del monte Carmelo, libro 2º, capítulo 22, 5).

Nos basta tu presencia resucitada, tu evangelio:

tu corazón realiza, ilumina, transforma la vida;

tu corazón hace buenos como el Padre que está en los cielos;

tu corazón restituye dignidad y esperanza incluso al más miserable.

Que tu Espíritu fortalezca nuestros redaños:

para compartir con los necesitados;

para suprimir violencias y venganzas;

para acompañar el llanto y el sufrimiento;

para desear y procurar la justicia de Dios, su Amor;

para perdonar incluso a quien no se lo merece;

para actuar siempre con buena intención;

para trabajar por la paz en toda ocasión;

para soportar el sufrimiento natural y el llegado con el Amor.

Preces de Fieles (Transfiguración del Señor. 2ª Lect. 06.08.2023)

La fiesta de la Transfiguración celebra el cambio de vida que trae el Espíritu de Jesús. En la “montaña”, en la oración, los discípulos supieron que había que escuchar a Jesús, el Hijo de Dios. Pidamos oír a Jesús diciendo: abre nuestros oídos a tu Amor”.

Por la Iglesia:

- que se deje guiar por el Espíritu de Jesús;

- que se confíe en el Amor de los cristianos.

Roguemos al Señor: abre nuestros oídos a tu Amor”.

Por las intenciones del Papa (agosto 2023):

- que “la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa ayude a los jóvenes”;

- que “los ponga en camino, dando testimonio del Evangelio con su propia vida”.

Roguemos al Señor: abre nuestros oídos a tu Amor”.

Por el trabajo comunitario:

- que todos colaboremos en el reino del bien, la verdad, el amor...;

- que seamos capaces de dialogar y hacer comunidad.

Roguemos al Señor: abre nuestros oídos a tu Amor”.

Por los más débiles, los que no cuentan, apenas existen...:

- que reconozcamos su dignidad de hijos de Dios, hermanos de Jesús;

- que les sirvamos y nos sentemos con ellos a la mesa de la Vida.

Roguemos al Señor: abre nuestros oídos a tu Amor”.

Por la paz en nuestra tierra:

- que cese toda violencia, guerra, hambre...;

- que cuidemos la naturaleza y la vida humana.

Roguemos al Señor: abre nuestros oídos a tu Amor”.

Por esta celebración:

- que “nos atrevamos a orar” y sentir el Amor divino;

- que cambie nuestro pensar y sentir en pensar y sentir de Jesús.

Roguemos al Señor: abre nuestros oídos a tu Amor”.

También en vacaciones, Señor, necesitamos tu Espíritu. Queremos vivir en tu Amor para que “nuestro amor no sea fingido; aborreciendo lo malo, apegándonos a lo bueno,amándonos cordialmente unos a otros” (Rm 12, 9-10a). Te lo pedimos a ti Jesús, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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