“Dios me ha mostrado que no debo llamar profano o impuro a ningún hombre” Bautismo, básica y fundamental consagración cristiana (Bautismo del Señor C 2ª lect. 12.01.2025)
Gracias, Jesús, por nuestro bautismo
| Rufo González
Comentario: “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo” (He 10,34-38)
Leemos parte del discurso de Pedro en casa de Cornelio. No le fue fácil acudir a casa de un no judío, sentarse a su mesa y administrarle el bautismo. Supone evolución en la comprensión de la voluntad divina. El redactor introduce el discurso de Pedro con las mismas palabras que Mateo el discurso de las bienaventuranzas (Mt 5,2): “Pedro, abriendo la boca, dijo(Ἀνοίξας δὲ Πέτρος τὸ στόμα εἶπεν·). Pedro anuncia “el hecho Jesús” como Jesús “las bienaventuranzas”.
“Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas” (v. 34). Literalmente: “en verdad caigo en la cuenta (καταλαμβάνομαι. en voz media, expresa el dinamismo personal ante lo que acontece: comprender a través de, encontrar a través de, caer en la cuenta por...) de que el Dios no es `persona que muestra favoritismo´ (προσωπολήμπτης: aceptador de personas)”. Dios hace bien a todos sin importarle la situación social, étnica, etc. Es lo que decía Jesús: “vuestro Padre celestial hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45).
El hecho iluminador de su conciencia es el que un gentil, Cornelio, le pida que acuda a su casa y que le diga “sus palabras”. Cuando llega a casa de Cornelio, le quieren “rendir homenaje. Pero Pedro lo levantó, diciéndole: «Levántate, que soy un hombre como tú»” (He 10, 25-26). Se sincera ante un no judío:“Dios me ha mostrado que no debo llamar profano o impuro a ningún hombre, por eso, al recibir la llamada, he venido sin poner objeción” (10,28-29). Cornelio le dice que el origen de la llamada está en la oración, y, por eso: “aquí nos tienes a todos delante de Dios, para escuchar lo que el Señor te haya encargado decirnos»” (10,30-33). Esto demuestra que Dios “acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”. Es la creencia judía que el evangelio de Juan pone en boca del ciego de nacimiento, ante los judíos que no creían que las obras de Jesús vienen de Dios: “Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad” (Jn 9,31). “Piadoso” equivale a “respeta (teme) a Dios”, y “su voluntad” a “justicia”.
A continuación, les proclama “el hecho Jesús”:
- “Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos” (v. 36). Pedro y Pablo, sienten a Israel “pueblo elegido”, prioritario, tanto para el premio como para el castigo: “Tribulación y angustia sobre todo ser humano que haga el mal, primero sobre el judío, pero también sobre el griego; gloria, honor y paz para todo el que haga el bien, primero para el judío, pero también para el griego; porque en Dios no hay acepción de personas” (Rm 2,9ss). Es un hecho: Israel es mediación para Jesús. Lo dice claro la Carta a Efesios: “los que un tiempo erais gentiles según la carne…, vivíais sin Cristo: extranjeros a la ciudadanía de Israel, ajenos a las alianzas y sus promesas, sin esperanza y sin Dios. Ahora…, estáis cerca por la sangre de Cristo. Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno… Vino a anunciar la paz: paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre por medio de él en un mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular” (Ef 2,11-20).
- “Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan” (v. 37). “Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (v. 38). “Lo que sucedió” (“τὸ γενόμενον ῥῆμα”: la sucedida palabra, mensaje, evento...) es el complemento directo de “conocéis”.“Me refiero a” no está en el texto original. “Jesús el de Nazaret” (Ἰησοῦν τὸν ἀπὸ Ναζαρέθ), en acusativo, es sustantivo apuesto al complemento directo: “Vosotros conocéis lo que sucedió..., Jesús el de Nazaret”. Sigue una oración modal: “cómo Dios le ungió con Espíritu santo y fuerza, que pasó haciendo bien y curando a todos…”. Alusión clara al bautismo de Jesús, celebrado hoy: “Dios le ungió con Espíritu Santo y fuerza” (πνεύματι ἁγίῳ καὶ δυνάμει”). Pedro bautiza a un no judío y confirma la universalidad de Jesús. Ya venían haciéndolo los audaces misioneros (el diácono Felipe: He 8,26-40) y se le había anunciado a Pablo (He 9,15). El bautismo es la básica y fundamental consagración cristiana. Sobre ella se añaden otras consagraciones secundarias según los carismas que Dios reparte, la Iglesia reconoce y, por ello, encarga los diversos servicios o ministerios.
Oración: “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo” (He 10,34-38)
Jesús, ungido con la fuerza del Espíritu divino:
contemplamos hoy tu investidura como misionero del Padre;
es un hecho, central en tu vida, subrayado por los cuatro evangelios
(Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22; Jn 1,29-34).
El bautismo de Juan demuestra tu compromiso vital:
compartes su denuncia y su llamada al cambio de vida;
experimentas que “el cielo se rasga”, se comunica con “el Hombre”;
sientes el Espíritu divino que habita tu vida humana;
tomas conciencia de que eres el Hijo, el amado, del Padre.
“Inmediatamente”, apunta Marcos, el Espíritu impele tu vida:
“te empujó al desierto”, donde te zarandean “fieras y ángeles” (Mc 1, 12-13);
la muerte de Juan, signo del Espíritu, pone en marcha tu misión:
“Después de que Juan fue entregado,
marchaste a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios;
decías: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios.
Convertíos y creed en el Evangelio»” (Mc 1, 14-15).
La lectura segunda nos acerca a tus primeros misioneros:
están llenos de tu mismo Espíritu;
se sienten vinculados por el Amor del Padre;
dicen tener un solo corazón y una sola alma;
no consienten que nadie pase hambre, como hacías tú;
comparten y multiplican la generosidad de todos;
rompen poco a poco con el “gueto” de su religión;
comprenden que el Creador es Padre de todos;
repasan tu vida “ungida por Dios con la fuerza del Espíritu Santo,
haciendo el bien y curando a todos…,
porque Dios estaba contigo” (He 10, 38).
Ellos han experimentado tu vida resucitada:
agradecen tu perdón a su cobarde comportamiento;
se han visto desbordados por tu amor incondicional;
sienten que vives con ellos para siempre;
están dispuestos a ser, como tú, testigos del mismo Amor.
Hoy, Pedro, primer responsable de la misión:
“comprende ahora con toda verdad que Dios
no hace acepción de personas,
sino que acepta al que lo teme y practica la justicia,
sea de la nación que sea”;
proclama que Dios “envió su palabra a los hijos de Israel,
anunciando la Buena Nueva de la paz
que traerías tú, Jesucristo, Señor de todos” (10,34-36).
Pedro les anuncia tu realidad:
“lo que sucedió en toda Judea, Jesús de Nazaret”;
atestigua que en el bautismo:
“Dios te ungió con la fuerza del Espíritu Santo
y pasaste haciendo el bien y curando a todos
los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba contigo”.
Te sientes Hijo amado y trasluces todo el amor del Padre:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18s).
Gracias, Jesús, por nuestro bautismo:
tu Espíritu alienta también en nosotros:
nos está recreando y sosteniendo siempre;
tu Espíritu provoca y sugiere lo mejor en nosotros:
nos capacita para escuchar tu voz;
nos pone en marcha para curar, bendecir, ofrecer ayuda,
construir tu fraternidad.
Gracias por tu Espíritu.
rufo.go@homtail.com