No van al templo a buscar el perdón divino, sino a donde hay verdad de vida Domingo 2º Adviento B (06.12.2020): Abran el corazón al Amor que llega
Cristo Jesús: ábrenos los ojos para mirar bien la realidad
| Rufo González
Comentario:“Él os bautizará con Espíritu Santo” (Mc 1,1-8)
Leemos hoy parte del prólogo preparatorio del ministerio de Jesús(1,1-13). “Comienzo (“arjé”) delEvangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (v. 1). El primer elemento subraya el fundamento, el cómo surge la “buena noticia”. “De Jesucristo, Hijo de Dios” puede tener significado subjetivo y objetivo. Jesús, “sujeto” que da la Buena Noticia, y, a la vez, “objeto” de la misma: su persona y su vida son la Buena Noticia. Su nombre lo resume: “Jesús, Mesías, Hijo de Dios” (Salvador, Ungido con el Espíritu, Hijo de Dios).
El resto del prólogo presenta el ministerio Juan, precursor del bautismo del Espíritu, la investidura de Jesús en el Jordán y el retiro preparatorio en el desierto, donde experimenta las tentaciones de la vida. Hoy sólo leemos la presentación de Juan, mensajero, y su proclama del bautismo en el Espíritu Santo. Juan es el mensajero, el ángel prometido también a Moisés (Ex 23, 20); intuido por los profetas (Mal 3,1; Is 40,3). Las dos profecías expresan que la misión de Jesús es obra de Dios. Jesús va a realizar un nuevo éxodo y Juan es el “ángel que Dios envía delante” para “preparar el camino al Señor”, “la voz del desierto”.
“Se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismode conversión para el perdón de los pecados” (1,4). “Un bautismo de conversión" (“báptisma metanoias”) es signo eficaz de cambio personal. Sin “conversión” (cambio de mente), el bautismo queda vacío, es pura ceremonia, puro rito social. Como, por desgracia, son muchos de nuestros bautizos. Es verdad de fe que en el bautismo cristiano se entrega el Espíritu Santo. Pero, al recibirlo sin conocimiento, sin fe, queda en “suspenso”, en espera de que la persona bautizada conozca algún día a Jesús, experimente su Amor y actúe libremente según su Espíritu.
“Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén.Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados” (1,5). Es un nuevo éxodo. Ahora, Judea, con Jerusalén a la cabeza, es tierra de opresión, como lo fue Egipto en otro tiempo. Acuden a la frontera de la tierra prometida (el Jordán) para encontrarse con Dios. No van al templo a buscar el perdón divino, sino a donde hay verdad de vida. Juan provoca la conversión por medio del bautismo. Les hace conscientes y responsables de la situación injusta. Les insta a reconocer su complicidad con el mal (“confesaban sus pecados”) y expresa el amor reconciliador divino (“perdón”) al sentirse limpios tras salir del agua.
Juan es descrito con los rasgos de Elías (2Re 1,8: “uno vestido de pieles y con una faja ceñida a la cintura”), supuesto precursor del Mesías (Mal 3,23: “mirad, os envío al profeta Elías antes de que venga el día del Señor...”; Lc 1,17: Juan “irádelante del Señor, con el espíritu y poder de Elías...”). Juan comunica el cambio de alianza. El papel de esposo que los profetas antiguos atribuyen a Dios (Os 2,4ss; Is 54,5ss; Jer 1,2) será realizado ahora por Jesús. Él es el nuevo esposo de la alianza nueva (Mc 14, 24: “sangre de la alianza”). Él, “el esposo de la boda” (Mc 2,19; Jn 3,29), es el rescatador o redentor de la viuda al que alude el v. 7b: “no merezco agacharme para desatarle las sandalias”. “Antiguamente, en los casos de compra o cambio, era costumbre que uno se quitara la sandalia y se la diera al otro” (Rut 4, 7). Jesús tiene la sandalia y Juan no puede ni siquiera iniciar el proceso de quitársela. Juan “bautiza con agua”, Jesús “bautizará con Espíritu Santo”. Hará lo prometido por Dios: “infundiré mi espíritu en vosotros” (Ez 36, 27; Is 44, 3), nos dará su Amor sin medida.
Oración: “Él os bautizará con Espíritu Santo” (Mc 1,1-8)
Tú, Jesús de Nazaret, eres el “comienzo del Evangelio”:
nos traes la Buena Noticia del amor del Padre;
eres tú la Buena Noticia, “manifestación de la gracia de Dios” (Tit 2,11);
eres “la salvación”, que el Misterio creador nos envía;
eres el “Cristo”, el “Ungido” con el Espíritu divino;
eres el Hijo “salido y venido de Dios” (Jn 8, 42; 3,16; 8,16...).
Contemplamos hoy a Juan que prepara tu camino:
“Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén...”;
Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados”;
como “el mensajero que Dios envía delante a preparar tu camino”.
Comienza un nuevo éxodo de la miseria y de la esclavitud:
Judea, con Jerusalén a la cabeza, es tierra de opresión, como Egipto;
el pueblo sencillo no tiene vida digna;
se resiste a buscarla en el templo, lleno de ritos vacíos,
“convertido en cueva de bandidos” (Mc 11,17);
en él no se vive el amor del Padre;
sus dirigentes han pervertido la verdadera religión:
“ellos dicen, pero no hacen”;
“todo lo que hacen es para que los vea la gente”;
“alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto”;
“les gustan los primeros puestos en los banquetes
y los asientos de honor en las sinagogas”;
“descuidan lo más grave: la justicia, la misericordia, la fidelidad”;
“por dentro están repletos de hipocresía y de crueldad” (Mt 23,3c.5-6.23.28b).
Ante la vida de Juan, la gente recuerda la profecía de Malaquías:
“mirad, os envío al profeta Elías, antes de que venga el día del Señor” (Mal 3,23);
“irádelante del Señor, con el espíritu y poder de Elías...” (Lc 1,17);
“vestido de pieles y con una faja ceñida a la cintura” (2Re 1,8);
su misión es anunciar tu llegada inminente:
decir a la gente que abran el corazón al Amor que llega;
comunicar el cambio o sustitución de la alianza;
presentarte a ti, Jesús, como esposo divino;
anunciar tu bautismo con Espíritu Santo.
Ellos conocían la comparación profética:
“quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso...” (Is 54,5);
“me desposaré contigo para siempre;
me desposaré contigo en justicia y derecho,
en misericordia y en ternura;
me desposaré contigo en fidelidad, y conocerás al Señor” (Os 2,21-22).
Juan reconoce:
“Detrás de mi viene el que es más fuerte que yo,
y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias”.
Sus oyentes conocen muy bien estas palabras:
“Antiguamente, en los casos de compra o cambio,
era costumbre que uno se quitara la sandalia
y se la diera al otro. Así se cerraban los tratos en Israel.
El tal pariente dijo a Booz: `cómpralo tú´.
Y se quitó la sandalia.
Entonces Booz declaró ante los ancianos y ante todo el pueblo:
`sois testigos en este día... de que tomo por mujer a Rut..., viuda...,
para perpetuar el nombre del difunto junto con su propiedad...” (Rut 4, 7-10).
Juan te identifica a ti, Jesús, como “el esposo de los discípulos” (Mc 2,19):
tienes la sandalia, eres el nuevo esposo de una comunidad nueva;
vas a redimir a la mujer que ha perdido a su esposo;
Juan confiesa que no merece agacharse para desatarte la sandalia.
Él sólo “bautiza con agua”, invitando a vivir honradamente;
Tú, Jesús, “bautizarás con Espíritu Santo”:
“derramaré sobre vosotrosun agua pura que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías..;
os daré un corazón nuevo..., os infundiré mi espíritu...” (Ez 36, 25-28).
Cristo Jesús: ábrenos los ojos para mirar bien la realidad:
que entremos en “el núcleo más secreto y el sagrario humano,
en el que nos sentimos a solas con Dios,
cuya voz resuena en nuestro recinto más íntimo, la conciencia” (GS 16);
que seamos conscientes de la situación real de la vida hoy;
que comprendamos nuestra responsabilidad personal en la injusticia;
que escuchemos tu Amor que quiere abrazar a todos;
que nuestra religión sea vivir de tu mismo Espíritu;
que demos vida: alimento, salud, instrucción, compañía, trabajo, amor...
Preces de los Fieles (D. 2º Adviento B 06.12.2020)
Hoy, la pandemia es un signo más de la necesidad que tenemos de ayudarnos. Se necesitan personas como Juan Bautista, sencillas, sinceras, valientes... que nos animen a trabajar por una vida mejor para todos. Tuvo buen olfato al descubrir a Cristo Jesús como lleno del Espíritu de amor en favor de todos. Pidamos dejarnos llevar del Espíritu de Jesús diciendo: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por todos los cristianos:
- que “la verdadera fe en el Hijo de Dios... sea inseparable del don de sí”;
- que vivan en “comunidad, servicio, reconciliación con la carne de los otros” (EG 88).
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por las intenciones del Papa (Diciembre 2020):
- que nuestro anuncio evangélico surja de la amistad con Jesús en la oración;
- que “nuestra relación con Jesucristo se alimente de Palabra de Dios y de oración”.
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por este tiempo de adviento:
- que “corramos el riesgo del encuentro con el rostro del otro;
- que “su presencia física, su dolor, sus reclamos, su alegría... nos interpele” (EG 88).
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por nuestros conciudadanos:
- que “encuentren en la Iglesia una espiritualidad que los sane...;
- que “se sientan convocados a la solidaridad y fecundidad misionera...” (EG 89).
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por nuestras parroquias y comunidades:
- que “aprendan a descubrir a Jesús en el rostro de los demás...;
- que “aprendan a sufrir..., sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad” (EG 91).
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
Por esta celebración:
- que nos ponga en “contacto con la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel”;
- que nos “libere de estar centrados en nosotros mismos” (EG 96-97).
Roguemos al Señor: “queremos vivir de tu Espíritu, Señor”.
No queremos, Señor, estar “escondidos en una apariencia religiosa, vacía de Dios. ¡No queremos dejarnos robar el Evangelio!” (Ev. G. 97). Queremos, como Juan Bautista, comunicar tu amor a todos, especialmente a los más débiles. Ésta queremos que sea nuestra alegría y nuestra paz en este tiempo de incertidumbre, y que llegue a su plenitud en la vida que nos espera, por los siglos de los siglos.
Amén.
Leganés, 6 de diciembre de 2020