Juan, desde el desierto, desde la aridez, invita a todos a encontrarse con el Señor, a cambiar el modo de pensar y de vivir, a recibir el espíritu nuevo que traes tú, Hijo de Dios Domingo 3º Adviento B (13.12.2020): Nuestra vida, la vida de la Iglesia, ¿es hoy “voz” de Jesús?

Sólo somos la voz que te señala a Ti, Jesús, lleno del Espíritu de Dios

Comentario:Allanad el camino del Señor” (Jn 1,6-8.19-28)

El primer fragmento (Jn 1,6-8) pertenece al prólogo del evangelio: “Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz” (Jn 1,6-8). El prólogo es la profesión de fe de la comunidad en cuyo seno se redacta el cuarto evangelio. Las alusiones al Bautista demuestran la gran admiración de esta comunidad por su figura. La luz, de la que el Bautista es testigo, es el Verbo, la Palabra hecha carne, plenitud de amor y lealtad, explicación y prueba del amor de Dios al mundo, Hijo único de Dios dado a los hombres. Lo dice expresamente el prólogo: “el Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo” (Jn 1,9). Jesús se presenta a sí mismo como “la luz del mundo... la luz de la vida” (Jn 8,12). Para Juan, “Dios es luz” (1Jn 1,5b) equivale a “Dios es amor” (1Jn 4, 8b). El amor es luz, el egoísmo, tiniebla: “Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza” (1Jn 2,9-10). El amor y la luz de la vida han brillado en Jesús: “en esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo... A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a plenitud” (1Jn 4,10-12). La vida sin amor no tiene rumbo ni salida en el ámbito de las ideas y de la actividad. Sólo el amor ilumina y realiza la persona.

El segundo fragmento (Jn 1,19-28) desarrolla el testimonio iniciado en el prólogo. Ahora Juan es “la voz” que señala la luz a “sacerdotes y levitas”. De modo negativo, Juan deja claro no es el Mesías, ni Elías, ni el Profeta que, según la tradición, debería preparar la venida del Mesías. Por contraste, señala a Jesús como Mesías, Sacerdote (Elías, como precursor del Señor tiene una tarea sacerdotal, reconciliadora, como dice el libro de Malaquías (3,24): “él convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres”; citado por Lc 1,17) y Profeta (“Suscitaréun profeta de entre sus hermanos, como tú.Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande” -Dt 18,18-. Por este texto, puesto en boca del Señor por Moisés, los judíos esperan al Mesías).

Ante la insistencia de los “sacerdotes y levitas”, el Bautista responde de forma positiva:Yo soy la voz que grita en el desierto: `allanad el camino del Señor´(Is 40,3). Lo que supone una actitud crítica respecto a las autoridades judías. Han torcido la voluntad de Dios. Juan, como profeta, les acusa e insta a la conversión. En la embajada judía había también representantes del grupo fariseo (v. 24). Éstos le insinúan, con su pregunta, que es un timador por bautizar sin ser Mesías, Elías ni el Profeta. El bautismo supone un cambio de vida: entrar y salir del agua, supone enterrar el egoísmo como modo de vida y nacer al amor, el camino de Jesús. Este cambio de vida sólo lo puede exigir el Mesías (“ungido” por Dios), Elías (Lc 1,17: “quien irá delante del Señor con el espíritu y poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los hijos...), o el Profeta (del que hablaba Moisés en Dt 18,18). Les molesta porque cuestiona la institución oficial judía.

El Bautista les aclara: “yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia” (v. 26). Anuncia la nueva alianza de Jesús. Marcos (1,7-8), Lucas (3,15-16) y Mateo (3,11) contraponen con más claridad el bautismo “con agua” al “con Espíritu Santo”. Juan dice lo mismo con la figura de la sandalia. Expresa la presencia entre ellos del nuevo esposo, que aún no conocen. El esposo para los profetas es Dios (Os 2, 4ss; Is 54, 5ss; Jer 2,1ss). Será ahora Jesús, “el novio de la boda” (Mc 2,19; Jn 3, 29), que va a rescatar a la viuda (Rut 4, 7-10). Jesús tiene la sandalia y Juan no puede ni siquiera iniciar el proceso de quitársela. Jesús cumplirá la promesa: “infundiré mi espíritu en vosotros” (Ez 36, 26-28; Is 44, 3). Es igual que decir: Jesús “bautizará con Espíritu Santo”.

Oración: “Allanad el camino del Señor(Jn 1,6-8.19-28)

Jesús, luz de la vida:

en Navidad, no puede faltar la figura de Juan Bautista;

surgió un hombre enviado por Dios,

que se llamaba Juan...;

no era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz” (Jn 1,6.8).

En la comunidad donde nace y se redacta este evangelio:

la luz verdadera que alumbra a todo hombre,

viniendo al mundo,

es el Verbo” (Jn 1,9);

es decir, eres Tú, “Dios Unigénito,

que estás en el seno del Padre,

y lo has dado a conocer” (Jn 1,18).

Hijo de Dios, entregado a la vida humana:

Palabra de Dios, hecha carne;

lleno de gracia y de verdad;

explicación y demostración del amor de Dios al mundo: 

tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único...” (Jn 3,16).

Hoy resuena la voz de Juan, testigo de la luz-amor:

él no es el Mesías, el Ungido, el Cristo, con el Espíritu de Dios;

no es Elías que reconcilia a todos como hermanos e hijos del Padre;

no es el Profeta, el nuevo Moisés, que salvará definitivamente al pueblo.

Yo soy la voz que grita en el desierto:

allanad el camino del Señor” (Jn 1,23); 

así responde a las autoridades “que les han enviado”;

desde el desierto, desde la aridez, invita a todos: 

a encontrarse con el Señor que llega;

a cambiar el modo de pensar y de vivir;

a recibir el espíritu nuevo que traes tú, Hijo de Dios.

Los fariseos perciben el peligro de Juan:

como percibieron el tuyo: “¿has venido a acabar con nosotros?” (Mc 1,24);

Juan llama a renovarse fuera del templo;

su bautismo pone en peligro la eficacia salvadora del culto oficial;

no siendo el Mesías, Elías o el Profeta,

no tiene derecho a crear un ámbito nuevo de fe.

Juan responde a quienes creían tener la exclusiva religiosa:

en medio de vosotros hay uno a quien no conocéis,

el que viene detrás de mí,

que existía antes que yo,

al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia” (Jn 1,26b-28).

Es, Jesús, el anuncio de tu alianza con el pueblo de Dios:

tú, el Hijo del hombre, te vas a identificar con toda persona;

te conocerá quien responda a tu amor, amando como Tú;

vienes del Padre, nos traes el Espíritu de amor sin medida;

abrazarás, como esposo, al pueblo y a cada persona;

harás realidad las profecías más valiosas:

yo les daré otro corazón e infundiré en ellos un espíritu nuevo” (Ez 11,19);

yo mismo cuidaré de mi rebaño y lo cuidaré” (Ez34,11);

pondré mi espíritu en vosotros y viviréis” (Ez 37,14a);

quien tedesposa es tu Hacedor, su nombre es Señor todopoderoso...” (Is 54,5ss);

me desposaré contigo para siempre;

me desposaré contigo en justicia y derecho, en misericordia y en ternura;

me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor” (Os 2,21-22).

También nosotros estamos anunciando estos días tu llegada:

no somos la justicia de Dios: ¡es tan evidente nuestra miseria!

no somos los mediadores de Dios: ¡tú habitas en todo corazón!

no somos la salvación definitiva: ¡es tan pobre nuestro amor!

no somos el esposo de la nueva alianza: ¡está tan prostituido nuestro amor!

Sólo somos la voz que te señala a Ti, Jesús, lleno del Espíritu de Dios:

tú eres la justicia de Dios: amor perdonador, incondicional, gratuito;

tú eres el Mediador: escuchas directamente a toda persona;  

tú eres la salvación: nos libras del egoísmo y nos regalas el amor de hijos y hermanos;

tú eres el esposo de la humanidad: amas y das vida a todos.

Nuestra vida, la vida de la Iglesia, ¿es hoy tu “voz”, Jesús?

muchos no ven en nosotros tu voz,

pero queremos ser voz de tu luz y de tu amor;

muchos piensan que buscamos sólo nuestro bien,

pero trabajamos por las vidas más débiles;

muchos denuncian nuestro orgullo y ajuste de cuentas,

pero queremos enterrar la soberbia y la venganza;

muchos nos sienten apegados a nuestras normas,

pero queremos ensanchar la libertad hasta llenar tu evangelio;

muchos nos acusan de ser fieles a la institución eclesial,

pero queremos ser más fieles a tu amor y a todo ser humano.

Preces de los Fieles (D. 3º Adviento 13.12.2020)

La Iglesia, nosotros los cristianos, podemos representar el papel de Juan Bautista en nuestra sociedad. Sabemos que no somos el Mesías, ni Elías ni el Profeta. Humildemente podemos ser “la voz que grita en el desierto: allanad el camino del Señor”. Pidamos que nuestra vida sencilla sea “voz que grita en el desierto” de la vida, diciendo: “queremos ser buenas personas, como Tú, Señor”.

Por la Iglesia:

- que reconozca que ella no es la luz, sino “testigo de la luz”;

- que sea capaz de desprenderse del boato y la hipocresía.

Roguemos al Señor:“queremos ser buenas personas, como Tú, Señor”.

Por quienes presiden las comunidades cristianas:

- que, guiados por el amor, sean capaces de reformar la Iglesia;

- que promuevan los derechos humanos dentro y fuera de la Iglesia.

Roguemos al Señor:“queremos ser buenas personas, como Tú, Señor”.

Por las intenciones del Papa (Diciembre 2020):

- que nuestro anuncio evangélico surja de la amistad con Jesús en la oración;

- que “nuestra relación con Jesucristo se alimente de Palabra de Dios y de oración”.

Roguemos al Señor:“queremos ser buenas personas, como Tú, Señor”.

Por la paz:

- que respetemos sus cimientos: los derechos humanos;

- que pongamos límite al hambre, la incultura, el racismo, la intolerancia...

Roguemos al Señor:“queremos ser buenas personas, como Tú, Señor”.

Por la esperanza de la gente:

- que nos creamos capaces de hacer mucho bien a quien nos rodea;

- que creamos que en medio de nosotros está la fuerza del Espíritu de Jesús.

Roguemos al Señor:“queremos ser buenas personas, como Tú, Señor”.

Por esta celebración:

- que sea un testimonio de nuestra fe en Cristo vivo en nuestro medio;

- que nos comprometa a trabajar por un mundo más justo, más fraternal.

Roguemos al Señor:“queremos ser buenas personas, como Tú, Señor”.

Este es el camino que nos hace “voz de tu luz”, Señor, y nos lleva a la felicidad: amar a los hermanos, y trabajar para que todos puedan vivir con dignidad. Este es el camino que nos lleva igualmente a ti, Jesús, Hijo de Dios, hermano de todos, camino, verdad y vida, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

Leganés (Madrid), 13 de diciembre de 2020

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