El Verbo de Dios se ha hecho humano en Ti, Jesús de Nazaret; nos ha dado a conocer a Dios, a quien nadie ha visto jamás Domingo 2º después de Navidad (03.01.2021): el misterio de Dios se humaniza
“Nos ha hecho capaces de ser hijos de Dios”
Comentario: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 1-18)
El prólogo de Juan essíntesis de su evangelio, “su resumen más apretado y redondo” (J. M. Cabodevilla, “Cristo Vivo”. BAC Madrid 1963 p. 4). Algunos piensan que es la profesión de fe de sus comunidades (cf. 1,14-16 “nosotros”). Otros ven un himno (escrito en prosa rítmica, difícil de encajar en esquemas métricos) que canta al “Logos-Palabra” divina en relación con Dios, con la humanidad, con el pueblo judío. El Verbo es “gracia”, “vida” y “verdad”. Este prólogo le ha merecido a Juan el título de “teólogo de la Encarnación”, al pensar tan densamente este misterio. Buen inicio para entender y animarse a vivir el camino de Jesús.
El misterio de Dios se hace presente en Jesús de Nazaret. Se inicia el prólogo con una afirmación de fe:“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios” (vv. 1-2). Se incluyen dos realidades del Verbo: su preexistencia junto a Dios y participación de la Divinidad. Inmediatamente se conecta al Logos con nuestra realidad: “por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho” (v.3). Se reconoce “la vida y la luz” que brilló en medio de “la tiniebla”, sin ser “recibida”. Es la historia del Verbo humanizado, Jesús de Nazaret. Él nos “ha dado a conocer a Dios”, misterio que “nadie ha visto jamás” (Jn 1,18).
La historia más concreta de Jesús viene avalada por el testimonio de Juan Bautista, presentándole como el Ungido de Dios, pues él no es la luz, sino testigo de la luz (vv. 6-8). Marca la diferencia con el grupo que defendía a Juan como Mesías; grupo que se formó en los primeros años del cristianismo, y que Pablo encontró en Éfeso (He 19:1-7). El Verbo, “viniendo al mundo”, siendo “la luz verdadera”, alumbra a todo ser humano, pero “el mundo” y “los suyos” no le conocieron ni le recibieron (vv. 9-11).
A quienes le recibieron,creyendo en él, “les dio poder de ser hijos”. Este poder les hizo “nacer de de Dios” (vv. 12-13). Lo concretará en la conversación de Jesús con Nicodemo: “el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Jn 3,3). Este nacimiento nuevo es obra del Espíritu de Dios que Jesús entrega a todo el que cree en él, “Espíritu” que es “don o gracia”, “poder”, “fuerza” de luz y vida que lleva al creyente a “hacer obras como las de Jesús y aún mayores” (Jn 14,12)
“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros,y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Es el hecho básico de la fe cristiana: La Palabra, el Verbo, que estaba junto a Dios y que era Dios, “habitóentre nosotros” (“eskénosen en hemín”: puso su tienda, acampó, vivió...). Ha entrado en la tierra nuestra, se ha hecho “carne” (naturaleza humana, frágil, limitada, mortal). Nada de apariencia o docetismo, herejía que concedía a Cristo un cuerpo "aparente". “Hemos contemplado su gloria, gloriacomo del Unigénitodel Padre” porque hace las obras del Padre (cf. Jn 14, 9-11). Especialmente en el cuidado a los más débiles (cf. Jn2,11; 11,4.40), y en su “paso al Padre” (Jn 13,31; 17, 1-5). “Lleno de gracia y verdad”: es una endíadis (figura literaria que expresa con dos sustantivos una sola realidad cualificada; el segundo sustantivo expresa una cualidad del primero, y por tanto sustituible por un adjetivo o proposición de relativo): “gracia que es verdad”, “misericordia efectiva”, “bondad auténtica”... Se aplica a Jesús una cualidad exclusiva divina en el Antiguo Testamento (cf. Ex 34,6). Lo realmente nuevo es que Dios, queriendo revelarse como vida para el ser humano, se ha hecho uno de ellos, solidarizándose con su destino. Esta vida es Jesús de Nazaret, que se autodefine como luz, verdad, camino, vida, resurrección. La carne de Jesús es el lugar donde se localiza la Gloria de Dios en la tierra, el nuevo templo (Jn 2,19-22; 4,23). Ahí, en la humanidad de Jesús, es donde nos habla el misterio de Dios. Teresa de Jesús lo recuerda varias veces. Por ejemplo en “Cuentas de conciencia”: “no me acuerdo haberme parecido que habla nuestro Señor, si no es la Humanidad, y ya digo, esto puedo afirmar que no es antojo” (55ª,22. OC 7ª ed. BAC. Madrid 1982, p.484).
Oración: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 1-18)
El prólogo del evangelio de Juan, Jesús hermano:
nos ofrece una meditación profunda de la Navidad;
te presenta a Ti como encarnación del Verbo del Padre:
“En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios” (vv. 1-2).
“A Dios nadie lo ha visto jamás:
Dios unigénito, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer” (v. 18).
El Espíritu divino había insinuado “este Verbo”:
sugiriéndonos al Creador como fuente de realidad y sabiduría;
instándonos a creernos fundamentados y protegidos por su amor;
abriéndonos a su justicia fraternal por personas justas y esperanzadas,
que fustigan la cerrazón y el egoísmo.
La Navidad es la expresión divina en el mundo:
el Verbo de Dios se ha hecho humano en Ti, Jesús de Nazaret;
nos ha dado a conocer a Dios, a quien nadie ha visto jamás;
nos ha traído la vida divina, el Espíritu de Dios:
amor, luz, agua viva, pan de vida, verdad, resurrección.
Celebrar tu navidad es abrirnos de verdad de la vida:
aceptarte a Ti, como presencia del Misterio insondable;
creer que Tú procedes de Dios como obra del Espíritu;
llamarte Hijo único del Padre, la mejor expresión del amor;
reconocerte lleno del Espíritu que te ha abierto a nuestra historia;
recibir tu mismo Espíritu que nos capacita
para sentirnos hijos del Padre,
para tener un corazón como el tuyo,
para ser fuerza creadora, aliento de amor y vida.
Tu humanidad es efusión del Amor divino:
expresado en las muchas obras de amor gratuito:
en la oración al Padre y en la escucha a los hermanos;
en el enfrentamiento con los manipuladores de lo religioso;
en la restitución de la dignidad perdida a los marginados;
en la atención a los enfermos y necesitados de todo;
en la construcción de la comunidad libre y fraterna...
Jesús hermano, tú eres “Mesías del Espíritu”:
el Espíritu divino te “ungió”, consagró tu naturaleza humana;
el Espíritu divino te abrió a la fraternidad universal:
trayéndonos la buena noticia del amor del Padre;
formando la nueva familia nacida de Dios;
entregándonos , “la misericordia efectiva”, “la bondad fiel”;
por eso, tras aceptar tu amor, nos atrevemos a decir:
“ni muerte ni vida, ni ángeles, ni principados,
ni presente, ni futuro, ni potencias,
ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura,
podrá separarnos del amor de Dios,
manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8,38-39).
Este es siempre el fruto de la Navidad:
al recibirte como Dios humanizado nos das tu Espíritu:
apertura al amor y a la verdad,
fuerza de vida y de justicia,
opción convencida por la libertad y la paz,
predilección por los más débiles y necesitados,
entrega confiada al amor del Padre:
“vivimos y morimos para Ti:
en la vida y en la muerte somos tuyos, Señor” (Rm 14,7-8).
Preces de los Fieles (D. 2º después de Navidad 03.01.2021)
Este domingo después de Navidad somos invitados a ahondar en el hecho “Jesús de Nazaret”. Su vida nos vincula al Misterio de la vida, al que llamamos Dios. Jesús viene del Misterio: es su Palabra, su Proyecto, su Persona..., realizándose entre nosotros. Recibamos a Jesús diciendo: “nos ha hecho capaces de ser hijos de Dios”.
Por nuestro mundo:
- que busque sentido a la vida humana en el Misterio que llamamos “Dios humanizado”;
- que escuche las propuestas de Jesús de Nazaret a todo corazón humano.
Oremos al Señor: “nos ha hecho capaces de ser hijos de Dios”.
Por la Iglesia universal:
- que anuncie sin miedo “la vida que ha visto” (1Jn 1-3) en Jesús de Nazaret;
- que, en su quehacer, “camine como caminó Jesús” (1Jn 2,6).
Oremos al Señor: “nos ha hecho capaces de ser hijos de Dios”.
Por las intenciones del Papa (Enero 2021):
- que “el Señor nos dé la gracia de vivir en plena fraternidad
con hermanos y hermanas de otras religiones,
rezando unos por otros, abriéndonos a todos”.
Oremos al Señor: “nos ha hecho capaces de ser hijos de Dios”.
Por las religiones:
- que respeten la dignidad humana: la integridad física, la libertad...;
- que ofrezcan humildemente su sentido de la vida en paz.
Oremos al Señor: “nos ha hecho capaces de ser hijos de Dios”.
Por los niños y jóvenes:
- que sean iniciados en la vida con respeto y dedicación sincera.
- que tomen en serio su crecimiento en el saber y en el ser honrados.
Oremos al Señor: “nos ha hecho capaces de ser hijos de Dios”.
Por la convivencia en nuestro pueblo:
- que nos valoremos como personas, nos respetemos, nos ayudemos;
- que los más débiles encuentren siempre comprensión y cuidado;
Oremos al Señor: “nos ha hecho capaces de ser hijos de Dios”.
Por esta celebración:
- que sea luz para guiarnos en la vida más humana;
- que sintamos la fuerza de Jesús que ama siempre y alegra el corazón.
Oremos al Señor: “nos ha hecho capaces de ser hijos de Dios”.
Dios nuestro, has iluminado nuestra vida con la vida de Jesús de Nazaret. Él nos ha dicho que todos somos hijos tuyos, y, por tanto, hermanos entre nosotros. Queremos sentir tu Espíritu que nos habita y anima a vivir en amor, por los siglos de los siglos.
Amén.
Leganés, 3 de enero de 2021