Los gemidos del Espíritu resuenan en la conciencia ante la realidad histórica El Espíritu habla en nuestra conciencia (Domingo 16º TO A 2ª Lect. 23.07.2023)

¿Qué dice el Espíritu ante “el aumento considerable de suicidios entre los sacerdotes”?

Comentario: “El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8, 26-27)

Los creyentes en Jesús son obsequiados con su Espíritu, “su poder”. Así lo reconoce la comunidad de Juan: “a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn 1,12s). Pablo lo recuerda a los Romanos: “habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!». Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rm 8,14-16). Jesús insiste en que pidamos el Espíritu: “Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?” (Lc 11,13). El objeto de petición es dejarnos del Espíritu.

El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (v. 26).

El Espíritu habla en lo profundo de nuestra conciencia. Pone en el corazón y en los labios el sentir y el hablar del Dios, “Padre-Madre” querido(a). Induce a pedir al Padre lo que conviene. Hace brotar en nuestro interior “gemidos inefables”, inenarrables, difíciles de verbalizar: sentimientos de vida, gracia, admiración, alegría, paz, amor a todos, tolerancia, paciencia..  Sentimientos de bien y de verdad. Pablo, conocedor de nuestra “debilidad”, acosada por infinidad de limitaciones e impulsos negativos, insiste: “sed constantes en orar... No apaguéis el Espíritu” (1Tes 5,17-19).

Los gemidos del Espíritu resuenan en la conciencia ante el Misterio del Dios que mira, lleva en su corazón, y ante la realidad histórica. El Padre de Jesús no espía ni acecha para controlarnos. Nos ve y mira según su corazón, amante siempre y en toda situación. En lo profundo de nuestro interior, oímos sus “gemidos” de ternura y de dolor, de complicidad con nuestros suspiros y deseos de felicidad y de ajustamiento pleno. El sustantivo griego “stenagmós” (gemido) procede del verbo “stenadso” (de ahí, estenosis: estrechamiento): gemir, lamentarse, quejarse, suspirar... En situaciones agobiantes surgen lamentos, quejas, lloros... La Biblia pone en boca de Dios: “he visto la opresión de mi pueblo..., he oído sus quejas contra los opresores...; conozco sus sufrimientos” (Ex 3,7). Jesús, “al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36; Mc 6,34). Pablo oye el “gemido de toda la creación” (Rm 8, 22). El discurso del protomártir Esteban ante el Sanedrín va en idéntico estilo. Destaca la llamada a Moisés: “A los cuarenta años, nació en su corazón la idea de visitar a sus hermanos... Entonces le dijo el Señor: Con mis propios ojos he visto la aflicción de mi pueblo..., he escuchado sus gemidos y he bajado a librarlos... ¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres... Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado” (He 7,23-52).  

El que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios” (v. 27).Es el Padre de Jesús quien “escruta los corazones”. El que desde el inicio bíblico se vislumbra como “Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6). Los creyentes le sienten como el que “no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas... Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que lo temen; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro” (Sal 103). Jesús, revelación definitiva del Padre (Jn 1,18), lo retrata en las parábolas de la misericordia (Lc 15): el pastor y la mujer que buscan a su oveja y a su moneda valiosas, y el padre al que “se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos” (Lc 15,20).

Oración: “el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8, 26-27)

Jesús, sobre quien está el Espíritu de Dios” (Lc 4,18):

ahora entramos a nuestra intimidad más profunda;

hacemos silencio exterior e interior;

dejamos sueños, dudas, recuerdos, realizaciones, frustraciones...

Repito varias veces lo que dice hoy Pablo:

El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad,

pues nosotros no sabemos pedir como conviene;

pero el Espíritu mismo intercede por nosotros

con gemidos inefables”.

Creo tus palabras: “recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,22):

siento un vigor vivo de amor gratuito:

“alguien” que me conoce y comparte mi debilidad como suya;

“alguien” que sostiene mi libertad de un modo nuevo;

“alguien” que me hace llamar a Dios: ¡Padre – Madre querido(a)!;

“alguien” que me hermana y activa ante los heridos del camino (Lc 10,25-37).

Nuestra interioridad acepta tu vida:

ungida por Dios con la fuerza del Espíritu Santo,

que pasó haciendo el bien y

curando a todos los oprimidos por el diablo,

porque Dios estaba con él” (He 10,38).

Esta fuerza busca luz y bien para todos:

se nos hace encontradiza en la realidad histórica;

suyos son los gemidos del agobiado, apurado, enfermo...;

suyas son el hambre y la sed de justicia;

suyas son la decisión y constancia en suprimir todo mal. 

suya es la alegría de “comer con” todos (Mc 2,15; Lc 7,34; Gál 2,11ss).

Hoy comparto la conmoción de un bloguero de RD:

“Estoy verdaderamente conmocionado por las informaciones

que  llegan acerca de la situación de algunos sacerdotes

afectados por la depresión y, lo que aún peor,

con la posibilidad real del suicidio.

El número de suicidios entre los sacerdotes ha aumentado

considerablemente en los últimos tiempos”

(RD 06.07.2023 Alejandro Fernández Barrajón.

Ver: La depresión acecha a los curas. RD 04.07.2023).

Concédenos, Jesús del Espíritu:

entrar en nuestro cuarto, cerrar la puerta y orar al Padre,

que está en lo secreto” (Mt 6,6);

escuchar los “gemidos inefables” de tu Espíritu;

entender los gemidos de la gente que nos rodea...

Que tu Espíritu mueva a la Iglesia a reformar el ministerio:

que “se facilite lo necesario para vivir una vida verdaderamente humana,

como el derecho a fundar una familia” (GS 26);

que los curas de la Iglesia latina tengan opción de “fundar una familia”,

“donde vivir afectivamente integrados y acompañados”.

Preces de los Fieles (D. 16º TO A 2ª Lect. 23.07.2023)

Escuchemos, hermanos, al Espíritu de Jesús, que nos habita. Oremos desde los gemidos, apuros, depresiones..., de enfermos, marginados, parados, perseguidos, ... Pidamos de corazón, diciendo: “Haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por las iglesias de Jesús:

- que estén atentas a la historia de cada día, sobre todo de los pobres;

- que atiendan a los heridos del camino, sin prejuicios ni privilegios.

Roguemos al Señor: “Haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por las intenciones del Papa (julio 2023):

- “que los católicos pongan en el centro de su vida la celebración de la Eucaristía”;

- “que ella transforme las relaciones y abra al encuentro con Dios y los hermanos”. Roguemos al Señor: “Haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por los gobernantes de los pueblos:

- que promuevan el desarrollo en todos los aspectos;

- que sean honrados, sirvan al bienestar y armonía con todos.

Roguemos al Señor: “Haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por la economía, el trabajo, la administración pública:

- que esté al servicio de las personas, de sus necesidades...;

- que ayude a la solidaridad, al crecimiento común, al bienestar integral.

Roguemos al Señor: “Haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por nuestras fiestas y encuentro con los vecinos:

- que sean sinceras, abran puertas y palabras, sean alegría común;

- que nos ayuden a crecer humanamente en la amistad.

Roguemos al Señor: “Haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Por esta celebración:

- que oigamos la voz de tu Espíritu que consuela y fortalece;

- que sintamos la fraternidad, la urgencia de trabajar por la paz y la vida.

Roguemos al Señor: “Haznos dóciles a los impulsos de tu Espíritu”.

Gracias, Señor, por darnos a sentir los gemidos del Espíritu Santo que nos habita. Haznos dóciles a sus impulsos. Que busquemos siempre el bien y curemos de todo mal, como hacía tú, Jesús, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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