Nuestra conciencia está “ungida” por el Espíritu bueno, que impide hablar y actuar con mala intención Hoy, Jesús de todos, sigue doliendo la separación eclesial (D. 19ºTO A 2ª 13.08.2023)

Seguimos sin aceptar que “somos uno en ti, Cristo Jesús”

Comentario: “mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo” (Rm 9,1-5)

Pablo pretende integrar a los gentiles en Israel a través de Cristo, y convertir a Israel a Cristo (Rm 9-11). Israel sigue siendo el pueblo elegido. Se salvará cuando crea en Jesús. La dureza de Israel está siendo providencial para que se incorporen los gentiles a la salvación. En la Segunda Carta a los Corintios, ya afirmaba: “hasta hoy, cada vez que se lee a Moisés, cae un velo sobre sus corazones;pero cuando se convierta al Señor, se quitará el velo-alusión a Ex 34, 34-” (2Cor 3, 15-16). Moisés, al ponerse ante Dios, se quitaba el velo. A los israelitas que creen en Jesús, se les quita el velo de su corazón y “ven” a su Dios. “Los dones y la llamada de Dios son irrevocables... Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (Rm 11, 29.32).

Se inicia con una expresión de sinceridad muy cristiana: Digo la verdad en Cristo, no miento -mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo-” (v. 1). Este sería el modo cristiano de manifestar la verdad personal, la recta intención, ante situaciones importantes: en la posesión de un cargo, en un juicio, en un tema relevante... Así hacemos caso a Jesús: “yo os digo que no juréis en absoluto... Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no...” (Mt 5, 33-37; Sant 5,12). Nuestra conciencia está “ungida” por el Espíritu bueno, que impide hablar y actuar con mala intención.

Pablo declara un gran amor a Israel, su pueblo: “siento una gran tristeza y un dolor incesante en mi corazón,pues desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne” (vv. 2-3). Viene a la mente el lamento de Jesús: “¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a quienes te han sido enviados, cuántas veces intenté reunir a tus hijos, como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas, y no habéis querido” (Mt 23,37; Lc 13, 34). La razón está en la “religión”, creación humana de ritos, normas impuestas por los dirigentes, control de la conciencia... Jesús antepuso la necesidad humana a toda ley, incluso religiosa. La religión prohíbe lo que Jesús permite y manda lo que Jesús prohibió: libertad de pensar y decir, toda ley al servicio del ser humano, vestir para sobresalir, primeros puestos, reverencias y títulos de poder y vanagloria... También la Iglesia se ha dejado atrapar por la religión con leyes no evangélicas: sacerdotes casados, personas divorciadas, la mujer, indulgencias...

Pablo enumera algunos rasgos de Israel que agudizan el dolor por no aceptar a Jesús. Sintieron antes “la filiación adoptiva: Israel es mi hijo primogénito” (Ex 4,22);  “Dios te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo se su propiedad” (Deut 7,6); “hijos sois del Señor, vuestro Dios” (Deut 14,1-2). Ellos poseen “la gloria(presencia divina, significada por la nube que envolvía el tabernáculo),las alianzas(en Abrahán y Moisés, a las que Jesús viene a dar plenitud),don de la ley(manifestaba la voluntad divina en el gobierno de su pueblo; Jesús la sustituirá con el Espíritu), “el culto(desarrollado en el templo por la institución sacerdotal, superado por el Espíritu de Jesús) “y las promesas(sobre todo mesiánicas, hechas a Abrahán y David, cumplidas en Jesús); suyos son los patriarcas(constructores primeros de Israel).

“De ellos procede el Cristo, según la carne; el cual está por encima de todo, Dios bendito por los siglos. Amén”.  Este es el  signo principal que llama a Israel: Jesús de Nazaret es israelita humanamente, es el Mesías, el Ungido por el Dios de Abrahán y de Moisés. “El cual está por encima de todo, Dios bendito por los siglos”. Discrepan los exégetas sobre la puntuación de esta frase. ¿Se dice de Cristo? Tradicionalmente se ha aceptado como un testimonio de la divinidad de Cristo. Hoy muchos creen que es una doxología o alabanza a Dios, que cierra esta reflexión sobre las prerrogativas de Israel, y la no aceptación de Jesús como Mesías.

Oración: “mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo” (Rm 9,1-5)

Hoy, Jesús, escuchamos el lamento del apóstol Pablo:

siento una gran tristeza y un dolor incesante en mi corazón,

pues desearía ser yo mismo un proscrito,

alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos,

los de mi raza según la carne”.

Es un eco de tu lamento: “¡Jerusalén, Jerusalén!,

que matas a los profetas y apedreas a quienes te han sido enviados,

cuántas veces intenté reunir a tus hijos,

como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas,

y no habéis querido” (Mt 23,37; Lc 13, 34).

Pablo participó un tiempo de esta ceguera:

su fanatismo le llevó a perseguir a tus discípulos;

le dolía tu libertad frente a la Ley y sus tradiciones;

su Dios “religioso” no podía aprobar tu propuesta de vida;

tu resurrección era un escándalo intolerable.

Persiguiendo a los tuyos, encontró tu Amor (He 9,1-18):

hiciste brotar en su vivo corazón el “¿por qué me persigues?”;

sus “amenazas de muerte” cayeron ante la claridad de tu Amor;

reconoce su “ceguera” ante “el camino” de los tuyos:

que devuelven bien por mal;

que perdonan a quienes les matan...

Ananías, un discípulo tuyo en Damasco, le abre los ojos:

hermano Saulo, el Señor Jesús,

que se te apareció cuando venías por el camino,

me ha enviado para que recobres la vista

y seas lleno de Espíritu Santo” (He 9, 17).

Al creerte, tu Espíritu empieza a respirar en él:

te reconoce como Mesías, Cristo, Hijo del Padre;

se siente enviado a tu misión: anunciar el amor del Padre.

Le escuchamos hoy hablaren tu Espíritu:

Digo la verdad en Cristo, no miento;

mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo”;

así nos enseñaste a decir la verdad:

yo os digo que no juréis en absoluto...

Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no...” (Mt 5, 33-37; Sant 5,12);

nuestra conciencia está “ungida” por el Espíritu bueno,

que impide hablar y actuar con mala intención.

Hoy, Jesús de todos, sigue doliendo la separación eclesial:

leyes, ritos, ideas... rompen la fraternidad;

ocurre con los teólogos, sacerdotes casados, divorciados, la mujer...;

diversas confesiones cristianas invocan tu Espíritu...,

pero no somos capaces de dialogar en tu Espíritu;

seguimos sin aceptar que “somos uno en ti, Cristo Jesús” (Gál 3, 28);

apegados a tradiciones, marginamos tu propuesta de Reino del Padre;

preferimos seguir la Ley por encima del Espíritu de hijos y hermanos;

identificamos “nuestra justicia” con la “justicia del Amor”.

Preces de Fieles (D. 19º TO A 2ª Lect. 13.08.2023)

Hoy escuchamos a Pablo dolerse de sus hermanos judíos por no haber reconocido el amor de Dios en Jesús de Nazaret. Su religión -credo, ritos, normas- les ha cerrado el corazón y no “ven” el Amor de Dios en Cristo Jesús. Pidamos reconocer la fraternidad universal manifestada en Jesús, diciendo: “somos uno en ti, Cristo Jesús” (Gál 3, 28).

Por la Iglesia:

- que anuncie y viva el amor universal de Dios a toda la humanidad;

- que se comporte como Tú, Cristo Jesús, acogiendo y respetando a todos.

Roguemos al Señor: “somos uno en ti, Cristo Jesús” (Gál 3, 28).

Por las intenciones del Papa (agosto 2023):

- que “la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa ayude a los jóvenes”;

- que “los ponga en camino, dando testimonio del Evangelio con su propia vida”.

Roguemos al Señor: “somos uno en ti, Cristo Jesús” (Gál 3, 28).

Por quienes presiden las comunidades cristianas:

- que tengan el Espíritu del Evangelio por encima de toda ley;

- que supriman toda ley contraria a los derechos humanos.

Roguemos al Señor: “somos uno en ti, Cristo Jesús” (Gál 3, 28).

Por las diversas religiones:

- que ninguna se crea absoluta, pues son creaciones humanas;

- que se sientan necesitadas de crecimiento en el Espíritu de Jesús.

Roguemos al Señor: “somos uno en ti, Cristo Jesús” (Gál 3, 28).

Por la paz en el mundo:

- que cesen las armas, la violencia en todas sus formas;

- que eliminemos la miseria, la enfermedad, la cerrazón del egoísmo.

Roguemos al Señor: “somos uno en ti, Cristo Jesús” (Gál 3, 28).

Por esta celebración:

- que sea de todos, consciente, sentida, comprometida;

- que haga crecer el Amor de Jesús en todos.

Roguemos al Señor: “somos uno en ti, Cristo Jesús” (Gál 3, 28).

Queremos, Jesús, vivir que: “no hay en Cristo y en la Iglesia ninguna desigualdad por razón de raza o nacionalidad, de condición social o del sexo, porque `no hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porquetodos vosotros sois uno en Cristo Jesús´ -Gál 3, 28 gr.”- (LG 32). Lo deseamos contigo, Jesús, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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