Jesús ha dedicado su vida a dar salud, comida, relación sana... Jesús, Rey del Amor (Domingo 34º TO C 20.11.2022)

La muerte física no interrumpe el Amor divino

Comentario: “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,35-43).

Lucas presenta a Jesús como el “rey” mesiánico, soñado por los Profetas y la historia de Israel. Un rey singular, que invita a vivir en libertad y amor, semejantes a su libertad y a su amor. Su proyecto de vida lo entiende mal su pueblo, y sobre todo sus gobernantes y dirigentes religiosos y sociales. Entregan su vida en manos de quien puede quitarlo de en medio. “«Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey».«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí»... Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.(Lc 23,2.10).

Hoy, en pocas palabras, Lucas informa de la actitud del pueblo, los dirigentes, los soldados y la causa de su muerte: “El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo: `A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido´. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: `Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo´Había también por encima de él un letrero: `Este es el rey de los judíos´”. El pueblo “mira”, las autoridades apelan irónicamente al mesianismo triunfal; los soldados bromean crueles y le ofrecen “vinagre” de odio y desprecio. Un letrero despectivo expresa la ridiculez y el sarcasmo de su reinado. Le condenan por sedicioso al considerarse rey (Jn 19,36s).

El poder y la riqueza, personificados en los jefes del pueblo y en las clases ricas, han logrado deshacerse de Jesús. Los sumos sacerdotes lo vieron como un peligro “para el lugar santo y la nación” (Jn 11,48). El gobernador romano se deja intimidar: “Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César” (Jn 19,12). Y ahí lo tienen, en medio de dos malhechores. Uno, obstinado, comparte el “insulto” de los dirigentes y soldados: la impotencia de Jesús para evadir la muerte demuestra lo absurdo de su pretensión. Para los dirigentes no hay más “salvación” que librarse de la muerte. 

El sueño de Jesús -“el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará” (Lc 9,24)- aparece en la figura del otro malhechor. En él, Lucas personifica la “salvación” propuesta por Jesús. Reconoce su culpabilidad de participar en la rebelión contra el Imperio romano y la inocencia de Jesús. Le pide: “Jesús,acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Acepta que Jesús tiene razón: “no ha hecho nada malo”, y Dios le hará caso, le llevará a su reino definitivo. Jesús le confirma su fe en el amor del Padre: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. “Hoy” expresa la resurrección inmediata tras la muerte: la entrada en la vida divina, en la “visión de Dios tal cual es” (1Jn 3,2).

En los compases finales de su vida, brilla su realeza alternativa: consolar, alegrar la vida hasta los momentos finales. Jesús ha dedicado su vida a dar salud, comida, relación sana... Lo hará siempre, en toda circunstancia, con toda persona que le escuche. Guarda silencio ante la provocación de salvarse (lucir poder, ganar prestigioso, triunfar ante opositores...). Se limita a consolar a un ajusticiado con la esperanza de una vida mejor: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Así reina Jesús: amando como el Padre del cielo (Lc 6,27-36).

Jesús pensaba que la institución religiosa de su pueblo, con jerarquías, leyes y culto, no respondía al Amor divino. El poder y la riqueza impiden la igual dignidad, compartir, ayudar, vivir la libertad... “Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna, como el que sirve. Porque ¿quién es más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,25ss; y paral.).

Oración: “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,35-43).

Jesús, rey crucificado por amar a todos:

tu vida ha sido manifestación del Amor inaudito;

tus palabras son invitación a vivir amando sin más;

tus obras concretan el amor en enfermos y marginados;

sostienes a quienes no pueden consigo mismos;

devuelves la dignidad perdida o arrebatada...

Proclamas la “mejor noticia”:

el Misterio de la vida es Amor;

es Padre-Madre de amor sin límites;

habita lo profundo de toda realidad;

escucha nuestro latir y aspiraciones;

respira en lo profundo de nuestra conciencia.

Sientes que “el Espíritu del Señor está sobre ti,

porque él te ha ungido;

te ha enviado a evangelizar a los pobres,

a proclamar a los cautivos la libertad,

y a los ciegos, la vista;

a poner en libertad a los oprimidos;

a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18s).

Tu vida es reinado de Dios:

vives la fraternidad universal;

compartes libremente lo que eres y lo que tienes;

tienes hambre y sed de vida para todos;

hablas claro sobre nuestra resistencia al Amor:

apego a la riqueza, poder, honor...

Llamas a toda persona a compartir tu pretensión:

educas pacientemente en las actitudes del Reino;

tus obras avalan tus palabras;

tus comidas son parábolas del amor;

tu oración solo y acompañado caldea tu pasión amorosa:

Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino...” (Lc 11,2).

Tomas la decisión de ir a Jerusalén (Lc 9,51):

ahí está el centro de poder que mantiene ciego al pueblo;

dicen representar al Dios del cielo, pero no viven de su Amor;

templo, sacerdotes, teólogos... están al servicio de ellos mismos;

desmontas su hipocresía, su riqueza, sus honores...;

pronto te identifican como enemigo y buscan deshacerse de ti.

Hoy te contemplamos llevando tu amor hasta el límite:

te han conducido a la muerte de cruz, entre dos malhechores;

escuchas sus lamentos y desesperación;

palabras y silencios dejan ver la coherencia de tu vida;

quien la percibe escucha tu consuelo y esperanza:

hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Gracias, Jesús, rey-hermano de todos:

danos hambre y sed de tus bienaventuranzas;

“hoy” nos sentimos ya en tu “reino de amor”;

creemos que este “amor no pasa nunca” (1Cor 13,8).

Preces de los Fieles (D. 34º TO C 20.11.2022): Jesucristo, Rey del Universo

El reinado de Jesús tiene como cimiento el Amor sin límites. Amor que para Jesús es Creador, Padre, “bueno con los malvados y desagradecidos” (Lc 6,35s). Cuidar la vida de todos, la libertad y los derechos y deberes humanos, es parte sustancial de la voluntad del Padre. Pidamos vivir su reinado diciendo: “Venga a nosotros tu Amor”.

Por la Iglesia:

- que respete los derechos y deberes humanos;

- que viva en libertad, diálogo, discernimiento comunitario...

Roguemos al Señor: “Venga a nosotros tu Amor”.

Por las intenciones del Papa (noviembre 2022):

- por “los niños que sufren, viven en las calles, víctimas de las guerras y huérfanos”,

- que “puedan acceder a la educación y redescubrir el afecto de una familia”.

Roguemos al Señor: “Venga a nosotros tu Amor”.

Por nuestros pueblos y ciudades:

- que compartan trabajo, cultura, relaciones sanas...;

- que las autoridades sean honradas y sirvan al bien común.

Roguemos al Señor: “Venga a nosotros tu Amor”.

Por los países más débiles:

- que erradiquen la violencia, dialoguen generosamente...;

- que se abran a la solidaridad, al trabajo digno, a la honradez...

Roguemos al Señor: “Venga a nosotros tu Amor”.

Por la igual dignidad de las personas:

- que todo ser humano sean respetado y ayudado;

- que toda persona tenga la misma dignidad.

Roguemos al Señor: “Venga a nosotros tu Amor”.

Por esta celebración:

- que sintamos el Espíritu de Jesús, su amor incondicional;

- que nos haga crecer en hambre y sed de Amor a todos.

Roguemos al Señor: “Venga a nosotros tu Amor”.

Acepta y bendice, Señor, nuestros deseos. Que el Espíritu evangélico llene nuestra vida. Que seamos pobres de espíritu y ricos de tu amor. Te lo pedimos a ti, Jesús resucitado, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

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