Las tres formas actuales de la Penitencia deberían ser igualmente optativas Jesús perdona y recrea la vida (Domingo 5º Cuaresma C 03.04.2022)

Queremos, Jesús, ser sacramento, signo eficaz, de tu Amor

Comentario: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más” (Jn 8,1-11)

Juan 7,53-8,1-11 no pertenece al texto original de este evangelio. Falta en los mejores y más importantes manuscritos. Algunos lo colocan como apéndice del capítulo 21. Se considera una “perícopa errática”. Podría colocarse, por similitud literaria y doctrinal, tras: “Estaba durante el día enseñando en el templo, pero de noche se marchaba y pernoctaba en el monte llamado de los Olivos. Y todo el pueblo madrugaba para venir en su busca a escucharlo en el templo” (Lc 21, 37-38). Se piensa que un redactor de Juan recupera este episodio omitido por otras comunidades más conservadoras. Se incorporó aquí por lo que dice Jesús sobre el juicio: “Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie”(8,15). “Según la carne” es según la ley humana, lógica de equivalencia. “Según el Espíritu” es según el Amor desinteresado, que “no juzga”, perdona como el Padre del hijo pródigo.

La escena presenta a Jesús como Mesías del perdón de Dios. Evoca y se contrapone al juicio de Susana, recogido por la tradición judía en Daniel 13 (en la versión de los LXX; la Iglesia lo acepta como inspirado, aunque no está en el canon hebreo). Susana, hermosa mujer, bañándose en su jardín, es solicitada por dos ancianos, jueces además. Al no hacer caso a su proposición, la acusan de adulterio con un joven. Condenada, al ir a ejecutarla, encuentra al sabio juez Daniel, que pide nuevo juicio. Interroga por separado a los jueces ancianos. Descubre la mentira al revelar cada uno que la habían visto adulterar bajo un árbol distinto. Las piedras contra ella caen sobre los calumniadores. Se hace justicia según la ley israelita. Dios escucha la súplica del inocente. 

La escena evangélica supera la justicia humana. Escribas y fariseos traen una mujer sorprendida en adulterio. Según la ley: “si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, serán castigados conla muerte: el adúltero y la adúltera”(Lv 20,10; Dt 22,22-24). Demuestran machismo y misoginia llevando sólo a la mujer. Implican a Jesús contra Roma, que tenía el “jus gladii” (derecho de espada: sentencia y ejecución de muerte). Los judíos ejercían su propia ley circunstancialmente. La ejecución de Esteban por lapidación se hace sin juicio del Sanedrín ni de Roma (He 7,54-60).

Jesús no investiga los hechos, como Daniel, fariseos y letrados. No reclama al cómplice. No alude a atenuantes o agravantes psicológicos y sociales. Ni siquiera intenta descubrir si es verdad o no. No quiere ser juez. Se revela como Mesías de la gratuidad. A la mujer la perdona y le brinda vida nueva: “no te condeno... no peques más”. A los acusadores les pone ante sus pecados, iniciándoles en la reconciliación.

Jesús, el Mesías del Amor, nos pone ante la propia conciencia. Nos hace sentir lo que dice Pablo: “todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús” (Rm 3,23-24). Reconocer nuestras culpas lleva a reconciliarnos con nosotros y a sentir el perdón gratuito. Al escuchar: “tampoco yo te condeno, vete y no peques más”, Jesús recrea una vida nueva, reconciliada y reconciliadora, llena de paciencia y amor sin límites. Desde aquí habría que renovar el sacramento de la Penitencia. Las tres formas actuales de su celebración deberían ser igualmente optativas: que los penitentes elijan la que consideren más conveniente para su personalidad. Todas tienen pros y contras. Todas se pueden practicar con sinceridad. Ninguna debe parecer un “ajuste de cuentas”. La que mejor expresa el Amor del Padre es, sin duda, la tercera: reconciliación comunitaria, con confesión y absolución general. Es menos signo de poder y sumisión clericales.  

Oración: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más” (Jn 8,1-11) 

Jesús de Nazaret, Mesías del perdón gratuito:

este relato es parábola de tu vida;

los maestros y los más devotos del pueblo:

no han comprendido tu propuesta de reino;

te creen incompatible con la Ley de Moisés;

no aceptan que el Amor supere toda ley.

Por eso te tienden una trampa:

Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en fragrante adulterio.

La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras;

Tú, ¿qué dices?”.

Ellos, estudiosos en la ley y los profetas, captarían tu signo:

inclinándote, escribías con el dedo en el suelo”;

quienes se apartan de Ti, quedan inscritos en el polvo

por haber abandonado al Señor, la fuente de agua viva” (Jer 17,13).

Quieres llevarlos al amor del Padre, fuente inagotable de vida:

pero ellos insisten en la justicia de la ley;

hay que posicionarse: estás con los malos o con los buenos.

Inicias con ellos un camino de reconciliación:

el que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”;

no hubo ningún cínico que se creyera inocente:

el Espíritu les hizo ver la realidad de su vida;

miraron sus adentros y descubrieron sus miserias;

se sintieron tolerados por Dios, a pesar de todo;

se fueron escabullendo empezando por los más viejos.

Tú, Mesías de la gracia creativa, realizas tu misión:

acoges a los pecadores y comes con ellos”;

tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”;

no investigas los hechos:

no preguntas por el cómplice, ni cuánto tiempo lleva sucediendo;

no valoras posibles atenuantes o agravantes;

ni siquiera intentas descubrir si es verdad o no.

Está claro que tú, Jesús del Padre, no quieres ser juez:

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo

para juzgar al mundo,

sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,17).

Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar

y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10).

A todos pones ante sus pecados y ante tu amor:

que reconozcan su debilidad y sean comprensivos;

que conozcan el Amor que perdona siempre;

que sientan la vida nueva que surge del Amor.

Queremos, Jesús, ser sacramento, signo eficaz de tu Amor:

viviendo “el amor paciente, benigno, sin envidia;

no presumiendo ni engriéndonos;

no siendoindecorosos ni egoístas;

no irritándonos ni llevando cuentas del mal;

no alegrándonos de la injusticia, sino gozando con la verdad;

excusando, creyendo, esperando y soportando todo” (1Cor 13,4-7).

Preces de los Fieles (D. 5º Cuaresma C (03.04.2022)

La Iglesia ha hecho del sacramento del perdón un “ajuste de cuentas" odioso: clase de pecado, gravedad, cuántas veces, lugar, personas, consecuencias, censuras, reservas especiales... Pidamos recuperar este sacramento desde el Evangelio diciendo: “El Padre lo vio y se le conmovieron las entrañas” (Lc 15,20).  

Por la Iglesia:

- que invite a la sinceridad ante Dios “que ve en los secreto” (Mt 6,6);

- que facilite los dones de divinos, regalos del Padre Dios.

Roguemos al Señor: “El Padre lo vio y se le conmovieron las entrañas” (Lc 15,20).  

Por las intenciones del Papa (abril 2022):

- que “los sanitarios atiendan enfermos y ancianos, sobre todo en los países más pobres”;

- que “el personal sanitario sea apoyado por los gobiernos y las comunidades locales”.

Roguemos al Señor: “El Padre lo vio y se le conmovieron las entrañas” (Lc 15,20).  

Por quienes presiden lasiglesias:

- que vivan y respeten los derechos humanos;

- que su autoridad sea su coherencia evangélica servicial.

Roguemos al Señor: “El Padre lo vio y se le conmovieron las entrañas” (Lc 15,20).  

Por la renovación del sacramento de la Penitencia:

- que sea expresivo del cambio sincero;

- que manifieste el perdón gratuito del Padre.

Roguemos al Señor: “El Padre lo vio y se le conmovieron las entrañas” (Lc 15,20).  

Por los más débiles de la sociedad y la Iglesia:

- que acojamos a refugiados, emigrantes, sin techo, sin comida...;

- que les miremos, y “se conmuevan nuestras entrañas”.

Roguemos al Señor: “El Padre lo vio y se le conmovieron las entrañas” (Lc 15,20).  

Por esta celebración:

- que nos sintamos perdonados por Jesús, hijo del Padre;

- que nos anime a reconciliar, a perdonar, a ser testigos del Amor.

Roguemos al Señor: “El Padre lo vio y se le conmovieron las entrañas” (Lc 15,20).  

Queremos, Señor, ser tu Iglesia visible, presente en todas partes, proclamando tu Evangelio de vida, animando con nuestra conducta tu amor a todos, sobre todo a quien menos se lo merece. Te lo pedimos a ti, Jesús resucitado, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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