La fiesta de Cristo, Rey del Universo, está sujeta a interpretaciones mundanas Jesús, “testigo fiel” del Amor (Jesucristo, rey del universo B 2ª le. 24.11.2024)

El amor de Jesús sigue animando a las comunidades cristianas

Comentario:Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito...” (Ap 1, 5-8)

La fiesta de Cristo, Rey del Universo, está sujeta a interpretaciones mundanas de poder e imposición. En el ciclo B, la liturgia nos propone un texto del Apocalipsis o Revelación como segunda lectura. El evangelio de hoy (Jn 18,33-37) y este texto aclaran en qué consiste el reino de Jesús: “dar testimonio de la verdad” (Jn 18,36) y ser “el testigo fiel” del Dios-Amor (Ap 1,5).

El texto pertenece a la introducción del Apocalipsis (1,4-8). Presenta el libro como una carta: “Juan a las siete iglesias de Asia:Gracia y paz a vosotros”. “Juan” de Patmos: profeta desconocido, judeocristiano, en Asia Menor, provincia romana (hoy la parte mediterránea de Turquía y riberas del mar Negro). “Siete”: número simbólico de plenitud: a todas las iglesias. “Gracia y paz” son dones del Mesías.

Los versículos 4-8 enumeran las fuentes de la “gracia y paz: “de parte del que es, el que era y ha de venir; de parte de los siete Espíritus que están ante su Trono” (v. 4). “El que es, el que era” recuerda al Dios de Israel: “Yo soy el que soy” (Ex 3, 14). Elha de venir” parece expresar a Jesús que volverá.Los siete Espíritus que están ante su Trono”: puede referirse a la plenitud el Espíritu divino.

Los versículos 5-7 señalan que “la gracia y la paz vienen tambiénde parte de Jesucristo”: - el testigo fiel”: Testigo del Dios-Amor al que llamó “Padre” hasta en la muerte, y ¡qué muerte! - Primogénito de entre los muertos”: primer resucitado del tiempo mesiánico, y origen y revelador de la resurrección de todos. “Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto” (1Cor 15,20). - “El príncipe de los reyes de la tierra”: participa de la soberanía. Su reino, que “no es de este mundo” (Jn 18,36), afecta también los reyes de la tierra. Al final del libro, escribe: “En el manto y en el muslo lleva escrito un título: «Rey de reyes y Señor de señores»” (Ap 19,16). Imágenes que presentan a Jesús como precursor y guía del proyector de Dios para todos. 

Parte del versículo 5 y el 6 son una doxología dirigida a Jesucristo. Reconoce así su plena divinidad. “Al que nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre”: Jesús revela y transmite el perdón de Dios y la perfección de gloria.Nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (vv. 5b-6).En el bautismo, al dar su Espíritu, nos hace su reino y sacerdotes como él. Es el sacerdocio fundamental, del que participan todos los ministerios, “ordenados” y “no ordenados”. El Nuevo Testamento no llama a los “ordenados”, “sacerdotes”. Los denomina según su servicio: obispos, presbíteros, diáconos. Sacerdote es Jesús y, en su Espíritu, lo somos todos los bautizados.

El versículo 7 mira al final de los tiempos, a la escatología: “Mirad: viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron. Por él se lamentarán todos los pueblos de la tierra. Sí, amén”. “Cristo murió por todos... En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” (GS 22).

En el último versículo, habla Dios:Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y ha de venir, el todopoderoso»”. Es una expresión de la divinidad muy antigua Aparece ya en Las Leyes de Platón (IV,7), en Antigüedades de F. Josefo (VIII,11,2) … En el epílogo, Jesús se atribuye la misma expresión: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último” (Ap 22,13).

Oración: Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito...” (Ap 1, 5-8)

Jesús, “testigo fiel” del Amor creador:

al cerrar el ciclo litúrgico, miramos el universo mundo;

“el mundo, que los cristianos creemos fundado

y conservado por el amor del Creador” (GS 2);

mundo vivido por ti, Jesús, siguiendo el Amor del Padre;

mundo animado por el Espíritu divino en evolución creadora.

Tus comunidades no pueden dejar de mirarte a ti:

en tu evangelio contemplamos tu “testimonio fiel”:

ante a los amigos y los que no te querían;

distribuyendo el tiempo según tus prioridades:

enfermos, discípulos, marginados …

También contemplamos tu vida actual:

el Primogénito de entre los muertos” (Ap 1,5);

primicia de los que han muerto” (1Cor 15,20);

sabemos que, una vez resucitado de entre los muertos,

ya no mueres más;

la muerte ya no tiene dominio sobre ti” (Rm 6, 9);

Creemos en tu compañía permanente:

como el Padre me amó, yo también os he amado;

permaneced en mi amor” (Jn 15, 9);  

No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros.

Dentro de poco el mundo no me verá,

pero vosotros me veréis y viviréis,

porque yo sigo viviendo.

Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre,

y vosotros en mí y yo en vosotros” (Jn 14, 18-20).

En ti, Cristo, todos seremos vivificados” (1Cor 15,21).

Movidos por tu Espíritu, aceptamos tus palabras:

Mi reino no es de este mundo…;

mi reino no es de aquí.

Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo:

para dar testimonio de la verdad.

Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18,36-37).

Es la verdad que nace de la cruz del Amor:

en los pobres de espíritu, que deciden no tener nada suyo;

en los no violentos, sólo guiados por el amor desinteresado;

en los que lloran y se solidarizan con quienes sufren;

en los que desean y trabajan por la vida digna de todos;

en los que aman, incluso a quien no se lo merece...;

en los que tienen intenciones leales, transparentes, buenas;

en los que trabajan por la paz en todos los niveles...;

en los que endurecen su rostro, dan la cara, sufren persecución...

            por la verdad y la vida digna de todos. 

Unidos hoy, como las comunidades del apóstol Juan:

te bendecimos, Jesús, testigo fiel, primer fruto de los muertos;

rey de los reyes de tu saga y estilo;

de todos los que eligen seguir tus huellas;

te bendecimos –decimos bien de ti-, Jesús, porque

nos amas, y nos has librado de nuestros pecados con tu sangre,

y nos has hecho reino y sacerdotes para Dios, tu Padre” (Ap 1,5-6).

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