Construimos comunidades tuyas abrazando a cada uno con tu amor gratuito La presencia de Jesús se percibe en la misión (Domingo 3º de Pascua (01.05.2022)

El poder, con normas, ritos, dogmas..., divide y enfrenta

Comentario: “Y aunque eran tantos, no se rompió la red” (Jn 21,1-19)

Las apariciones en Galilea son anteriores a las del sepulcro vacío en Jerusalén. Pablo en los años 50 no sabe nada del sepulcro vacío. Lo que indica que surgieron después. No es lógico que los discípulos siguieran unos días en Judea tras la muerte de Jesús. Según Los Hechos , “los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron” (He 13,27-29). Quienes le bajan y entierran son las autoridades judías. José de Arimatea sería el funcionario encargado. Lo enterrarían en la fosa común de los ajusticiados. Sus discípulos huirían a Galilea (Mt 26, 31-32). Allí, con Pedro, reflexionarían sobre la muerte de Jesús desde las profecías escatológicas de Daniel y del siervo del Señor de Isaías. En esta convivencia surgen experiencias pascuales que los evangelistas narran en forma de apariciones. Narraciones teológicas, espirituales, para transmitir la noticia de que Jesús ha resucitado a otra vida, está vivo con Dios, el Padre.  

La aparición en la pesca milagrosa narra la presencia del Resucitado el trabajo pastoral. Los discípulos, llamados a ser “pescadores de personas” (Mt 4,19) para el reino de Dios, siente la presencia de Jesús junto al mar, en plena actividad. Así tiene fruto la misión. El discípulo Amado lo revela a Pedro: “es el Señor”. Pedro “se ató la túnica y se echó al agua”. Se ciñe la túnica de servicio sin miedo, corre el riesgo de perder la vida. Jesús pone brasas y pan, el fuego de su amor y el alimento de su vida. Les pide el fruto de su trabajo: los peces. El número ciento cincuenta y tres no tiene explicación convincente. San Jerónimo propuso la teoría de que ese era el número de especies de peces; aludiría al objeto misionero: la humanidad entera. Otros lo explican como grupos de cincuenta, tres comunidades del Espíritu (los profetas se agrupan en cincuenta -1Re 18,4.13; 2Re 2,7-). El tres, signo de la divinidad (Gn 18,2; Is 6,3: el tres veces santo) aludiría a Jesús vivo, “espíritu” multiplicador y unificador de las comunidades. Permanecen unidos y diversos. Signos compartidos hacen presente al Resucitado. El poder, con normas, ritos, dogmas..., divide y enfrenta. El amor edifica, arraiga, respeta, alimenta, plenifica... (cf. Ef 3, 14-19).

Después de comer, Jesús dice a Pedro: “¿Me amas más que éstos?” Nada de dominio, sino “servicio desinteresado, responsabilizado ante el Señor de la Iglesia y ejercido en humilde fraternidad. Un primado en el Espíritu de Cristo Jesús, no en el espíritu del imperialismo romano orlado de religiosidad” (H. Küng, “Ser cristiano”. Edit. Cristiandad. Madrid 1977, p. 632-639). Pedro sigue tentado de “no pensar como Dios” (Mc 8,33). En el resto del capítulo 21, no leído hoy, Pedro pregunta al ver a Juan: “Señor, y éste ¿qué?”. Jesús le corrige enseguida: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme” (Jn 21,21s). Es decir, tú ama, cuida con amor..., pero sin dominar ni controlar, sin imponer modelos y rutas tuyas. Puede haber relaciones especiales con Jesús. El amor pastoral respeta la memoria de Jesús y la libertad de los hijos de Dios. Proceder que los dirigentes eclesiales no han respetado durante siglos. Ejemplos claros de imposición no evangélica: unir por ley ministerio y celibato, trato al pecador, elección de dirigentes, vestidos eclesiásticos, marginación de seglares y de la mujer, títulos y dignidades, etc.

Oración: “Y aunque eran tantos, no se rompió la red” (Jn 21,1-19)

Seguimos, Cristo Jesús, celebrando tu resurrección:

descubriéndote en el servicio a los hermanos;

compartiendo la misión de reunir a los que van creyendo;

invitando a seguir echando las redes de tu amor;

preparando el alimento que les sustente en la tarea;

dando tu misma vida, tu aliento, tu Espíritu sin medida;

responsabilizando a Pedro para que los apaciente con tu amor.

Vemos, Jesús, que no abandonas a los discípulos:

les visitas mientras “juntos” forman una comunidad abierta;

trabajan al aire libre, a la orilla del mar, a la intemperie.

Tu presencia se nota en la misión:

la perciben quienes sienten tu amor gratuito;

tienen el calor de las brasas de tu Espíritu;

viven con entrañas de servicio;

entregan su vida de forma decidida y plena;

se nutren del Pan que fortalece y asimila contigo;

acogen los “peces” en la red amorosa que no se rompe.

Y así, Jesús, construimos comunidades tuyas:

abrazando a cada uno con tu amor gratuito;

amando, sobre todo, a los más débiles;

la red no se rompe, a pesar de tantos, unidos y diversos.

A todos nos invitas: “vamos, almorzad”:

el pan y el pescado compartidos te hacen presente;

sabían bien que era el Señor”;

te acercas, tomas el pan y se lo das, y lo mismo el pescado;

al comerlo, los alimentas con tu vida entregada;

los asimilas para que puedan vivir tu mismo amor.

Tras comer,dices a Pedro en presencia de la comunidad:

¿Me amas más que éstos?”.

Encomiendas tus ovejas, para cuidarlas con tu mismo amor.

Nada de dominio, ni hacerse llamar Bienhechor... (Lc 22,24-27);

servicio desinteresado, responsabilizado de tu evangelio,

ejercido en humilde y sencilla fraternidad.

Mucho le costó a Pedro entender tu pastoreo:

a tus promesas no siempre respondió con tu amor:

- “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia...”;

¡ponte detrás de mí, Satanás!...,

tú piensas como los hombres no como Dios” (Mt 16,18.23).

- “he pedido por ti para que tu fe no se apague... confirma a tus hermanos”;

no cantará hoy el gallo antes que tres veces

hayas negado conocerme” (Lc 22,32.34);

- “apacienta mis ovejas”;

Señor, y éste ¿qué?”...

“Si quiero que se quede hasta que yo venga,

¿a ti qué?... Tú, sígueme” (Jn 21,15-23).

Que los responsables de tus comunidades:

tengan tu mismo corazón, Jesús de todos;

no quieran dominar ni controlar a los demás;

no impongan modelos y rutas inventadas por ellos;

amen sin medida y den la vida por los hermanos, como Tú; 

inviten a seguir tu Espíritu de amor y libertad.

Preces de los fieles (D. 3º Pascua C 01.05.2022)

El amor de Jesús alimenta y sostiene sus comunidades. Lo celebramos cada domingo en la Eucaristía. Una Iglesia sin el amor y libertad de Jesús no puede llevar adelante su misión. Atrapada en normas, ritos, dogmas... vive para sí, no para los más débiles del mundo. Pidamos restaurar la Iglesia, diciendo: queremos vivir tu amor, Jesús”.

Por la Iglesia:

- que “Cristo habite por la fe en nuestros corazones”;

- que “su amor sea nuestra raíz y nuestro cimiento” (Ef 3,17).

Roguemos al Señor: queremos vivir tu amor, Jesús”.

Por las intenciones del Papa (mayo 2022)

- que “los jóvenes se sientan llamados a una vida plena”;

- que “descubran en María el estilo de la escucha,

la profundidad del discernimiento,

la valentía de la fe y la dedicación al servicio”.

Roguemos al Señor: queremos vivir tu amor, Jesús”.

Por los servidores eclesiales (papa, obispos, presbíteros...):

- que no dominen, sino amen y sean testigos de Jesús;

- que respeten y promuevan los carismas de todos.

Roguemos al Señor: queremos vivir tu amor, Jesús”.

Por la paz en el mundo:

- que no tenga sentido ninguna guerra;

- que aprendamos a solucionar los conflictos de modo racional.

Roguemos al Señor: queremos vivir tu amor, Jesús”.

Por migrantes, refugiados, enfermos, perseguidos...:

- que nos hagamos encontradizos, les acojamos, les ayudemos;

- que exijamos a los políticos que les den asilo, protección, ayuda.

Roguemos al Señor: queremos vivir tu amor, Jesús”.

Por esta celebración:

- que la presencia de Cristo resucitado nos consuele y nos fortalezca;

- que sintamos las redes del amor de Jesús que nos unen en la Iglesia.

Roguemos al Señor: queremos vivir tu amor, Jesús”.

Aquí nos tienes, Jesús resucitado, como “peces” de las redes de tu amor. Queremos vivir siempre, arraigados en las brasas de tu Espíritu, por los siglos de los siglos.

Amén.

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