Abracemos la situación actual, la pandemia que nos agobia, como lo hace Jesús: curando, compartiendo mesa, esperanzados Pregón Pascual: ¡CRISTO RESUCITADO, GRACIAS POR TU VIDA!

VIGILIA PASCUAL (03.03.2021): Vivamos con Cristo resucitado

Comentario: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis” (Mc 16,1-7)

Leemos el final original -excepto el versículo 8- de Marcos según la mayoría de críticos textuales del Nuevo Testamento. El final largo (Mc 16,9-20) fue añadido como apéndice inspirado en narraciones de Mateo y Lucas, resumiendo las apariciones del Resucitado y citando algunos milagros atribuidos a los primeros cristianos. El texto supone un relato tradicional no procedente de testigo ocular. Esa tradición es la creencia primitiva de que las mujeres visitaron el sepulcro y estaba vacío, y alguien les interpretó el vacío con la resurrección de Cristo. No se describe el hecho de resucitar ni aparición del resucitado. “Marcos describe de forma gráfica lo que cree que sucedió” (V. Taylor).  

Es el nuevo día de la nueva creación: “El primer día de la semana” (lit.: “el uno de los sábados”). Estas tres mujeres, entre otras, dice Marcos, “miraban desde lejos” (Mc 15,40) la ejecución y muerte de Jesús. María Magdalena y María, madre de José “observaban dónde lo ponían” (Mc 15,47) en el entierro. Hoy compran aromas para embalsamar su cadáver. En el camino descubren la dificultad de su pretensión: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”.

El joven representa a Jesús divinizado (“sentado a la derecha”), glorificado (“vestido de blanco”). Interpreta y anuncia el cumplimiento de lo que Jesús ya les había dicho: “a los tres días resucitaré” (Mc 8,31; 9,31; 10,34). “No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado, no está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron”. Manifiesta la fe de la primera comunidad:ha resucitado” (`eguérze´: aoristo pasivo de `egueiro´: hacer levantar, despertar...). Literalmente hay que traducir: “fue resucitado”. Se supone que fue resucitado por el Espíritu creador que le ha hecho gloria, luz, comunión, presencia ilimitada, “espíritu vivificante” (1Cor 15, 45), “carne olvidada de sí misma” (S. Ireneo, Adversus Haereses V, 9,2). Es la interpretación explícita de Pablo: “si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros” (Rm 8,11).

De esta persuasión de fe nace la misión: “Id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como dijo”. Galilea es donde empezó Jesús y a donde les dijo que él les predecería (1,14; 14,28). Hay que dejar Jerusalén, símbolo del judaísmo mesiánico nacionalista. Hay que empezar, como empezó Él, desde Galilea, a vivir y explicar el amor del Padre.

PREGON PASCUAL: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis” (Mc 16,1-7)

Hermanos, esta noche (hoy) quisiera ser el joven del sepulcro:

representante de Jesús resucitado,

que, como el otro joven del prendimiento,

despojado de todo, desnudo y libre,

anuncia la libertad plena del Resucitado.

¡Ojalá mis palabras os hagan sentir su presencia real!

La fuerza del Espíritu Santo vendrá en ayuda nuestra.

Decid conmigo:

“ven Espíritu divino;

envía tu luz desde el cielo;

entra, divina luz, hasta el fondo de nuestra alma;

llena nuestros corazones;

enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

(momento de silencio)

Envueltos en la confianza del amor divino:

hemos apagado las luces del templo;

hemos hecho nacer una luz con su poco de calor entre tinieblas;

hemos convertido nuestras velas en esta cálida luminaria;

hemos caldeado la comunidad con esa llama propagada;

nos preside el Cirio pascual, símbolo de Jesús resucitado.

Tal vez, como aquellas mujeres, sólo buscamos a Jesús muerto:

nos duele su fracaso, sentimos lástima, queremos embalsamarlo;

su palabra y su vida nos han dejado una huella profunda;

no deberían haberlo crucificado, pensamos también;

hagámosle un pequeño homenaje visitando su tumba.

Hermanos, no podemos quedarnos en el recuerdo de su vida:

escuchemos a este “joven” (lleno de vida) del evangelio,

vestido de blanco(glorificado), sentado a la derecha(divinizado)”;

el joven que se les escapó desnudo y libre, despojado en la pasión.

Escuchemos lo que dice su Espíritu a nuestro corazón:

No tengáis miedo.

¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado?

Ha resucitado, no está aquí.

Mirad el sitio donde lo pusieron”.

Amigos, hermanos:

Jesús, el Nazareno, el crucificado, ya no ocupa lugar: “no está aquí”;

se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén

adoraréis al Padre;

seacerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores

adoraránal Padre en espíritu y verdad” (Jn 4,21-23);

su vida resucitada es el nuevo templo que Dios habita.

El Nazareno, el crucificado, ¡ha sido resucitado!:

ha pasado a una vida nueva;

el Espíritu creador ha penetrado todo su ser;

ha sido hecho gloria, luz, comunión, presencia ilimitada,

transparencia plena, “espíritu de vida” , (1Cor 15,45),

“carne olvidada de sí misma” (S. Ireneo, Adversus Haereses V,9,2),

amor concreto a cada ser humano.

No necesitamos templos, “casas de Dios”, lugares santos:

Jesús resucitado habita el universo entero;

su amor paciente, nos está diciendo al corazón:  

mira, estoy de pie a la puerta y llamo;

si alguien escucha mi voz y abre la puerta,

entra en su casa y cena con él y él conmigo” (Apoc 3,20).

Hermanos, abramos ojos y oídos del corazón:

a pesar de que a veces olvidamos que sus vicarios son los pobres;

a pesar de nuestra pobre comunión como Pueblo de Dios;

a pesar de la marginación de la mujer, mayoría eclesial,

como si el cuerpo de las mujeres no fuera digno

de encarnar también a Jesús, el Cristo (Gál 3,28); 

a pesar de vivir desunidos en múltiples iglesias...,

Cristo resucitado vive en cada ser humano y en sus comunidades:

lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños,

conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40);

donde dos o tres están reunidos en mi nombre,

allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).

Vivamos con Cristo resucitado:

su “cuerpo espiritual”, su persona, es amigo y hermano para siempre;

oigamos su llamada a amar a todos, especialmente a los más débiles;

aceptemos su vida compartida, corresponsable, en comunidad;

creamos que “en él ya no hay varón ni mujer... todos somos uno” (Gál 3,28);

sintámonos en él íntima y realmente solidarios del género humano (GS 1);

ofrezcamos su verdad y su amor libremente, sin imposición;

respetemos la dignidad de toda persona, aunque la creamos equivocada;

vivamos agradecidos a tantas personas que viven a favor de los demás,

siendo testigos suyos porque viven, sin saberlo, su mismo amor.

abracemos la situación actual, la pandemia que nos agobia,

como lo hace Jesús: curando, compartiendo, esperanzados.

Amigos, hermanos: ¡Alegraos con Jesús resucitado!

Él vive en nosotros, en la Iglesia, en el mundo entero.

Él sigue alimentado nuestro amor.

Él sigue llamando a su reino de vida para todos.

A todos nos mira con infinito amor.

A todos nos quiere resucitar de la pereza y el egoísmo.

A todos nos dice: ¡Sígueme!

¡CRISTO RESUCITADO, GRACIAS POR TU VIDA!

Leganés (Madrid), 3 de abril 2021

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