“Queremos enfrentarnos hoy a esta difícil situación con las armas habituales del cristiano: la reflexión, el diálogo y la oración” Tras el Sínodo, más “Tiempo de Hablar y de Actuar”
“A todos los que todavía vivís la esperanza de que esto es posible”
| Rufo González
Reproduzco el editorial del número 1 de la revista “Tiempo de hablar” del año 1978. Sigue teniendo actualidad. Entonces se las tenían que ver con San Juan Pablo II, negado totalmente a conceder la opcionalidad celibataria. Hoy, 46 años después, la oposición viene del Papa Francisco, que reconoce que es una ley disciplinar y que, por supuesto, “puede revisarse”. Pero no está dispuesto a revisar. Su oposición es tan fuerte como que “prefiere morir” antes de eliminar dicha ley. Inconcebible dar la vida por no permitir la libertad que Jesús vivió y practicó con sus discípulos. Ha prohibido discutirlo en el Sínodo.
EDITORIAL TIEMPO DE HABLAR Nº 1 1978:
“Para muchos creyentes se habría puesto un “techo”, unas “barreras”, a la búsqueda, a las experiencias, a la expresión. Todo esto significaría que “no es Tiempo de Hablar...” sobre el cambio de la ley celibataria.
Desde este prisma, nos quedarían dos opciones: romper y luchar al margen, o ceder y entender que hemos errado el camino al elegir el momento histórico actual para estos planteamientos. Pues, no estamos ni por lo uno ni por lo otro. Y pensamos que por ello no se nos puede acusar de hacer caso omiso del momento y la situación actual.
Vamos a referirnos -directamente- a uno de los temas arriba indicados, porque toca más específicamente a nuestras opciones y objetivos: la carta de Juan Pablo II a los sacerdotes. Hemos reflexionado detenidamente lo que el Papa dice a propósito de la tradición que une sacerdocio y celibato: «De hecho, ella constituye una característica, una peculiaridad, una herencia de la Iglesia latina a la que ésta debe mucho y en la que está decidida a perseverar, a pesar de todas las dificultades...» (N. I., 7). Es claro que, en Roma, y en gran parte de nuestros obispos, existe el deseo, repetidamente manifestado, de mantener sin fisuras la ley del celibato en la Iglesia latina. La carta antes aludidahace explícito una vez más este deseo.A pesar de ello, pensamos que nuestro objetivo (alumbrar una figura de sacerdote enraizado en una comunidad y libre para optar por el matrimonio o el celibato) es alcanzable.
No son los techos que más limitan los que ponen las afirmaciones de la «Jerarquía». Más flaco servicio prestan a la Iglesia quienes dicen: «habló Roma, se acabó la cuestión». Y los que crean o aceptan la falsa dicotomía «autoridad-sumisión». O entienden la comunión como un asentimiento infantil. Muchas son las razonesque pueden llevarnos a aceptar sin rechistar los pronunciamientos de la «Jerarquía»: la pereza, el pasotismo, el miedo, la no asunción del riesgo de una fe vivida en responsabilidad adulta... o la coincidencia con nuestros planteamientos.
Nosotros no nos situamos ahí. No queremos ni exigimos un Papa ni una «Jerarquía» pro-celibato opcional... Entendámonos: es lógico y aceptable que el Papa hable de aquella realidad que conoce, que se manifieste según lo que su circunstancia histórica le ha permitido descubrir... Quizá nos gustaría que la suya hubiera sido más amplia; pero hemos de partir de lo real y de sus limitaciones. Esta misma visión crítica la aplicamos a nuestra perspectiva. Pero -aun admitiendo esto- entendemos que debe haber otra forma de vivir la comunión que no sea el claudicar o el tener que aceptar una marginación impuesta. Más aún, cuando, a veces, la autoridad se sustenta en unos pilares anti o extraevangélicos, y se convierte en autoritarismo.
Queremos enfrentarnos hoy a esta difícil situación con las armas habituales del cristiano: la reflexión, el diálogo y la oración. Desde aquí queremos pedir a nuestros pastores que, en lugar de constituirse en guardianes de tradiciones, o hablar de «reglas de juego en 1a Iglesia», se pongan también ellos en búsqueda. Esta es nuestra postura al recibir la carta del Papa.
Y han sido una serie de acontecimientos -“Signos de los tiempos”- los que nos han ayudado a vislumbrar que el Espíritu no sopla sólo en una dirección. A Aquel de quien sabemos que sopla como el viento, ignorándose de dónde viene y a dónde va, le percibimos hoy actuando a la manera de esos remolinos que se forman en verano sobre los campos de Castilla: sopla de arriba y de abajo, del norte y del sur, del levante y del poniente... como dándonos a entender que no podemos encerrarle en los estrechos límites - “Techos, Barreras”- de nuestros planes humanos.
Son muchos los acontecimientos a los que damos el valor de “Signos”. Nos hablan de una nueva situación en la Iglesia. Iluminan dos de los grandes temas que quiere abarcar nuestro movimiento: el sacerdocio y el celibato. La presencia de Juan Pablo II en Roma es uno de los signos de los tiempos que hemos tomado en cuenta y de los que más nos han incitado a la reflexión.
Son muy numerosos los signos y tumbativa su elocuencia:
- los miles de sacerdotes secularizados en los últimos años; muchos de ellos, con una fe recia, como raíz de olivo;
- el florecimiento de las comunidades cristianas, que necesitan unos pastores nacidos de ellas, y difícilmente esperables de unos seminarios semivacíos;
- la negativa de muchos jóvenes vocacionados a identificarse con la figura tradicional del sacerdote;
- la actitud de muchos creyentes célibes, laicos o sacerdotes, hombres o mujeres, que viven gozosamente su carisma del celibato y se rebelan ante una ley superflua y humillante para ellos;
- la zozobra de no pocos sacerdotes, que se ven obligados a vivir un celibato impuesto, porque no quieren abandonar un ministerio que da sentido a su vida de fe;
- el deseo de volver a ejercer el ministerio sacerdotal expresado aquí y allá por cientos de «secularizados» que han formado un hogar estable;
- ese sexto sentido del pueblo cristiano que no mide la fidelidad de sus pastores por la fidelidad a una ley impuesta contra su conciencia, sino por la fidelidad a un Evangelio y a un pueblo cuyas luchas y fatigas quieren verlos compartir plenamente…
Queremos huir de toda actitud clerical, revanchista o reivindicativa de cualquier cosa que no sea la libertad de manifestarnos como somos, de decir lo que pensamos y de expresar lo que vamos viviendo...
Queremos aportar nuestro granito de arena a una tarea que nos parece ineludible, si escuchamos en profundidad el gran reto que nuestro tiempo hace a los cristianos: alumbrar una alternativa de Iglesia con rostro nuevo, fraterna, libre y dócil al Espíritu. Una comunidad de esas características necesita también dar a luz un pluralismo de ministerios y carismas que no ahoguen el Espíritu ni monopolicen su traducción al tiempo presente.
A todos los que todavía vivís la esperanza de que esto es posible y el compromiso de que está en nuestras manos, porque el Espíritu de Jesús está sembrado en nuestros corazones..., a todos, curas o seglares, pastores o marginados, jóvenes o maduros, os queremos repetir que es Tiempo de Hablar”.