La ley, con la presión conservadora, parece que pesa más que la libertad del Espíritu ¿“El celibato no se toca ni se cuestiona”?
El Simposio internacional sobre el sacerdocio al servicio de la Ley, no del Espíritu
| Rufo González
“El celibato no se toca ni se cuestiona”. Esta afirmación encabeza un artículo de José Beltrán, director de la revista Vida Nueva, en el diario La Razón, edición digital (20-02-2022 | 09:21 H). Su aserto está basado en el Simposio internacional "Hacia una teología fundamental del sacerdocio", dirigido por la Congregación para los Obispos y el Centro de Investigación y Antropología de las Vocaciones del 17 al 19 de febrero de 2022 en el Vaticano. Así de rotundo se pronuncia el articulista: “Ni en el hoy ni el mañana más próximo parece abrirse la puerta a los curas casados, al menos en el rito católico latino, algo que sí es un hecho en las 23 ramas orientales en comunión con Roma. Benedicto XVI fue el único que se permitió una licencia en 2009 al admitir al presbiterado a ministros anglicanos conversos casados previamente. Esta excepción no se ampliará”.
Su argumento se basa en las palabras del Papa en la sesión inaugural: «El celibato es un don que la Iglesia latina conserva». El Papa, escribe, “con una sutil firmeza venía a confirmar su postura en estos años”. El Papa sólo dice que “el celibato es un don que la Iglesia latina conserva”. Afirmación que nadie niega, pero aplicable a todas las Iglesias cristianas. Todas “conservan el don del celibato”. Se supone el celibato opcional, no el “celibato obligatorio” para algunos ministerios. Sobre éste hay discrepancia abundante.
Subraya las palabras del Papa de “que no se puede ser célibe de cualquier manera”. Ni cristiano tampoco. Todo don de Dios (vocación bautismal o las más específicas) «para ser vivido como medio de santificación, exige sanas relaciones, de verdadera estima y bondad arraigadas profundamente en Cristo». «Sin amigos y sin oración –subrayaba–, el celibato puede convertirse en una carga insoportable y en un testimonio contrario a la belleza misma del sacerdocio»”. Lo mismo puede decirse de la vocación al ministerio, o incluso de la vocación cristiana. Sin comunidad y sin oración no se es cristiano.
Supongo que el Papa dirige su alocución sobre el sacerdocio ministerial a todos los sacerdotes de la Iglesia universal: occidental y oriental. A todos les vienen muy bien las “cuatro cercanías” de las que habla. Afirmar que sólo la Iglesia latina “conserva el celibato” me parece una inexactitud o una frivolidad eclesial interesada. Toda Iglesia de origen evangélico acepta el celibato por el reino de los cielos como un don a conservar. La diferencia está en la imposición. Lo que hay que analizar son las razones de la ley romana. Ver si hoy son válidas desde todos los aspectos a tener en cuenta.
El articulista cita el libro del cardenal Sarah con el papa emérito, sin decir una palabra sobre la tesis que defiende. Tesis abiertamente contraria al Vaticano II: “para el sacerdote el celibato no es un `suplemento espiritual´ bienvenido en la vida del sacerdote. Una vida sacerdotal coherente exige ontológicamente el celibato” (pp. 79-80: “Desde lo más hondo de nuestros corazones”). El Vaticano II afirma lo contrario: el celibato “ciertamente no es exigido por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la práctica de la Iglesia primitiva (1Tim 3,2-5; Tit 1,6) y por la tradición de las Iglesias Orientales” (PO 16). Este libro es un despropósito respecto de la doctrina cristiana. Así lo he demostrado en los 26 comentarios semanales que dediqué a este el libro en el Blog de RD, “Atrévete a orar” (de 10 de septiembre de 2020 al 28 de mayo de 2021).
“Cuando Sarah habla de `celibato indispensable´ está en conflicto con la doctrina de la Iglesia”.Así lo señala expresamente el teólogo brasileño, Antonio José de Almeida, en una entrevista precisamente en Vida Nueva: “Si el celibato fuera necesario no tendríamos en la Iglesia católica a presbíteros casados de rito oriental. Ni la constitución apostólica “Anglicorum coetibus” de Benedicto XVI, habría admitido a sacerdotes casados deseosos de continuar ejerciendo el ministerio, algo ya previsto en la encíclica “Sacerdotalis Coelibatus” de Pablo VI. El decreto “Presbyterorum ordinis”, del Vaticano II, deja claro que el celibato no es una exigencia de la propia naturaleza del sacerdocio. Cuando Sarah habla de “celibato indispensable” está en conflicto con la doctrina de la Iglesia. ¿Herejía o delirio?” (Entrevista en Vida Nueva. 28.09.2020).
“Es una falsedad teológica como un pino”, escribe el teólogo español, Bernardo Pérez Andreo, en su blog de RD (`Rara Temporum´), en un artículo titulado: “Sacerdocio sin celibato. El sacerdocio ministerial al servicio del sacerdocio real de Cristo”. Dos párrafos concretan su pensamiento: a) “Se ha escrito en un libro (Desde lo más hondo de nuestros corazones, publicado por la editorial del Opus Dei, “Ediciones Palabra”, 25 febrero 2020) que `hay un vínculo ontológico-sacramental entre el sacerdocio y el celibato´. Así dicho, esto es una falsedad teológica como un pino. En todo caso, no pasaría de ser una piadosa reflexión propia de un fundamentalista trasnochado sin ninguna preparación teológica seria, más bien superficial, de seminario decimonónico, si no fuera porque el autor es mitrado de la Iglesia que se postula para sustituir al actual Papa. Habría que dar una lección de historia, primero, y de teología después, incluso con recurso al Magisterio eclesial más importante que tenemos en el Concilio Vaticano II...”. b) “La cuestión del celibato es distinta a la del sacerdocio, pues es anterior, muy anterior, pero relacionada más con los laicos que con el clero. Desde antiguo se conoce la existencia de vírgenes consagradas y con el monacato surge el celibato como opción de vida radical, pero no vinculada al sacerdocio. No es hasta San Ambrosio y San Agustín que empezamos a ver un vínculo entre sacerdocio y celibato. Por tanto, no existe ningún vínculo ontológico-sacramental entre uno y otro. Tanto es así, que la tradición oriental, más antigua en muchos elementos que la occidental, no conoce esta unidad. El celibato puede adornar al sacerdote, pero no es algo esencial en su función, por eso cuesta tanto de explicar teológicamente que el celibato sea algo esencial al sacerdocio, porque es una cuestión eclesiástica, no teológica y menos de derecho divino. Lo que la Iglesia pone, la Iglesia quita, en este caso el Papa. Por eso, Francisco puede permitir la ordenación de hombres casados, o de mujeres, porque es una cuestión de organización eclesiástica” (Religión Digital 14.01.2020).
“Francisco visibilizó su continuidad con el magisterio de sus predecesores en la exhortación «Querida Amazonía». En el texto remarcó que la eucaristía y la confesión solo «pueden ser recibidos en el sacramento del orden sacerdotal»”. Son temas distintos: el celibato y la vinculación de eucaristía-confesión con el “orden sacerdotal”. Sobre el celibato el Papa guardó silencio. Silencio que no cuadra con la asunción de lo aprobado por el Sínodo que el Papa, dice, no pretende “reemplazarlo ni repetirlo”. Es cierto que no ratificó la propuesta de ordenar varones casados. La ley, con la presión conservadora, parece que pesa más que la libertad del Espíritu de la que gozan las más de veinte Iglesias católicas, no romanas, como la copta, la melquita, la maronita, la etíope, la bizantina griega, la armenia, la siríaca, la caldea... En ellas hay sacerdotes casados y célibes, todos católicos como los de la Iglesia romana. Y “tan meritorios”, subraya el Vaticano II (PO 16).