Jesús pone la relación con Dios en la vida, en la conducta. Nos vinculó con Dios por su existencia vital, por su conducta, reflejo del amor del Padre. Ese fue su sacerdocio existencial La santidad, la perfección, es amar como Jesús ama (Domingo 4º Adviento C 2ª lect. 22.12.2024)

Danos, Jesús, a conocer la voluntad de Dios

Comentario:todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo” (Hb 10,5-10)

Tras la anunciación, Lucas presenta la visitación de María (evangelio hoy) a su parienta Isabel. La llegada de Jesús trae consigo encuentro, unión de personas, bendiciones mutuas…, aunque vivan lejos. Lo que divide y enfrenta -como sucede a menudo con las religiones- no es voluntad de Dios. El evangelio no es religión. Esel camino nuevo y vivo que Jesús ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne” (Heb 10,20). Entramosacercándonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura” (Heb 10,22).

Jesús, según Hebreos, cumple el Salmo 40: “Tú no quieres sacrificiosni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios; entonces yo digo: «Aquí estoy -como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas»” (Sal 40,7-9). Hebreos lo pone en boca de Jesús: “Por eso, al entrar él en el mundo dice: `Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas (θυσίαν καὶ προσφορὰν: en singular: sacrificio y ofrenda como prácticas religiosas), pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias´ (ὁλοκαυτώματα -en víctimas quemadas enteras- καὶ περὶ ἁμαρτίας -y por razón de pecado- οὐκ ηὐδόκησας -no te complaciste). Entonces yo dije: `He aquí que vengo -pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí- para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad´. Primero dice: `Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias, que se ofrecen según la ley´. Después añade: `He aquí que vengo para hacer tu voluntad (ἰδοὺ ἥκω τοῦ ποιῆσαι τὸ θέλημά σου: mira, vengo a hacer tu voluntad). Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre” (ἐν ᾧ θελήματι ἡγιασμένοι ἐσμὲν διὰ τῆς προσφορᾶς τοῦ σώματος Ἰησοῦ Χριστοῦ ἐφάπαξ: en la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre). “La ofrenda del cuerpo de Jesucristo” es su vida entregada al hermano. Nuestro camino también.

Jesús sustituye la religión cultual por la relación fraterna. Claramente excluye la relación con Dios que se practica en los templos y alrededores: ofrendas, expiaciones, procesiones, ceremonias, jubileos, lampadarios, sumisión a dirigentes religiosos… Por ello los “dirigentes de la religión” le acosaron, pidieron su muerte, consiguieron que lo asesinaran como un revoltoso social. “El poder no soporta a las personas libres que educan a los pueblos y a las gentes en la libertad al servicio de la misericordia”. Si Jesús volviera, no se reconocería en muchas comunidades cristianas.

Jesús pone la relación con Dios en la vida, en la conducta. A quienes creen en él, los entrega su Espíritu, la fuerza para vivir en el amor sin egoísmo. Amor que activa las mejores actitudes para ser y hacer feliz a la persona y a su entorno. Ese amor mueve su sacerdocio existencial. A todos nos hace sacerdotes como él al entregarnos su Espíritu. Su “religión” es obediencia (escucha obediente) al amor de Dios, Padre-Madre. Se siente su Hijo y realiza su voluntad: cura, alimenta, hermana. La oración personal y comunitaria celebra ese amor y lo agradece profundamente al Dador de todo.

Esta carta nos anima a seguir su camino:corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios” (Heb 12,1-2). Renuncia a lo que estorba la vida fraterna (codicia de dinero, poder, honor…) y al pecado (desamor, daño a la vida personal, social, natural…). Siempre mirando a la vida de Jesús, y escuchando su Espíritu.

La santidad, la perfección, es amar como Jesús ama. Así consta en el evangelio: “Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo’. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 45,43-48).

Oración: todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo” (Hb 10,5-10) 

Tú, Jesús, queriendo “llevar muchos hijos a la gloria:

te perfeccionas mediante el sufrimiento (propio del amor),

para así guiarnos a la salvación” (Heb 2,10).

Tu vida funda “la esperanza que tenemos delante;

como ancla del alma, segura y firme,

que penetra más allá de la cortina (cuerpo),

donde entraste como precursor, por nosotros,

Sumo Sacerdote siempre según el rito de Melquisedec” (Heb 6,18-20).

Por eso “fijamos los ojos en ti, Jesús,

que iniciaste y completas nuestra fe” (Heb 12,2).

Queremos, Jesús, pensar y amar como tú:

tu “Dios no quiere sacrificios ni ofrendas,

ni holocaustos, ni víctimas expiatorias...” (10,8);

no todo el que me dice “Señor, Señor”

entrará en el reino de los cielos,

sino el que hace la voluntad de mi Padre

que está en los cielos” (Mt 7,21).

La voluntad del Padre es vivir como tú:

este es su mandamiento:

que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo,

y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó.

Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él;

en esto conocemos que permanece en nosotros:

por el Espíritu que nos dio” (1Jn 3,23-24).

Celebrar tu Navidad es vivir tu Espíritu:

queremos “fijar los ojos en ti, Jesús” (Hebr 12,2);

queremos tener en el corazón tu misma esperanza;

queremos poner amor donde hay indiferencia, marginación, odio;

queremos curar llagas del cuerpo y del espíritu;

queremos sufrir la cruz que el amor acarrea.

Jesús. que vienes a hacer la voluntad del Padre:

Tú eres nuestra fuente, la inspiración, el original de vida...;

sólo podemos evangelizar siguiendo tu Espíritu;

transfórmanos en evangelio, en fuente verdadera, vida tuya;

danos coraje para eliminar bártulos y apariencias,

que no buscan la voluntad del Padre;

al Padre no le sirven la pleitesía de cosas y dinero;

al Padre le agrada la vida en Amor:

su verdadero reino, su gloria,

el ser humano viviendo en amor.

Danos, Jesús, a conocer la voluntad de Dios:

danos voluntad para querer realizarla;

fortalece nuestro espíritu para sanar heridas,

mitigar sufrimientos,

despejar miedos y desesperanzas,

perfeccionar nuestras vidas con actitudes evangélicas,

transmitir el amor divino que nos llena... 

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