Huirán de adulación, sumisión, divinización camuflada (títulos, ornamentos, incensación, besamanos, genuflexiones...) Los servidores eclesiales traslucen al Buen Pastor (D. 4º de Pascua C 08.05.2022)
“La relación de poder ha sido el principio de descomposición de la Iglesia”
| Rufo González
Comentario: “Mis ovejas... nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10,27-30)
Leemos el final de la autoproclamación de Jesús como Buen Pastor. Responde a los “Judíos” (“dirigentes”): “¿Hasta cuándo vas a tenernos en suspenso? Si tú eres el Mesías dínoslo francamente” (10, 24). Jesús no usa la palabra “Mesías” para evitar que le enreden con el Mesías político, heredero del trono de Israel. Les dice: “Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí” (10,25).En las obras se ve al Padre que actúa “haciendo salir el sol sobre malos y buenos y mandando la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45). Los dirigentes judíos no han descubierto el Amor de Jesús. Interpretan sus obras desde el poder y el dinero en el que están sumergidos. En el fondo, les dice, “vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas” (10,26).
Jesús explica su ministerio con la vieja alegoría del pastor-ovejas (Sal 23; Jer 23,1-4; Ez 34; Zac 11,4-17; 13,7-9).“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen” (v.27). La relación entre el pastor bueno y la comunidad a la que sirve incluye: “escucha”, “conocimiento” y “seguimiento”. Antes ha dicho: “Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas” (10,14-15). Quien le “escucha” con confianza recibe su Espíritu. En la aceptación del Espíritu se da el mutuo conocimiento. El Espíritu “da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rm 8, 16s). Vivir su Espíritu traspasa las fronteras de la muerte: “Yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano” (10,28). Estarán seguras en su amor. Seguridad que viene del Padre: “Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno” (10,29-30). Pablo refleja esta verdad evangélica cuando escribe “pues estoy convencido de que ni muerte ni vida... ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,38-39). El seguimiento es fruto de la confianza. Consiste en amar como Jesús, hacer las obras del Padre, obras de amor, que liberan del mal (odio, enfermedad, avaricia, soberbia, mentira, esclavitud...) y aportan sentido y alegría (amor fraterno, libertad, verdad, simplicidad, desprendimiento...).
Los pastores eclesiales (quienes ejercen algún cargo eclesial) deben ser imágenes del Buen Pastor, que “está en medio de nosotros como el que sirve” (Lc 22,27). Su carisma no puede ejercerse en “relación de poder” que espera “sumisión”. Lo deben ejercer con humildad, acción de gracias, cooperación, discernimiento espiritual y amor sin hipocresía. Huirán de adulación, sumisión, divinización camuflada (títulos, ornamentos, incensación, besamanos, genuflexiones..)... Como Pedro, dirán siempre a quien “se postre y le quiera rendir homenaje: `Levántate, que soy una persona como tú´” (He 10,26). Esto exige “no imponer más cargas que las indispensables” evangélicamente (He 15,28). Se ha escrito que “la relación de poder ha sido el principio de descomposición de la Iglesia”. La razón es porque la relación poder-sumisión deforma la Iglesia. Ahí no está Jesús. Su vida en Amor genera sinodalidad de servicio, amor mutuo, respeto de derechos humanos...
Oración: “Mis ovejas... nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10,27-30)
Hoy, Jesús resucitado, explicas tu relación con nosotros;
pretendes traernos el amor de Dios,
que nos cuida como un pastor bueno;
“francamente” te manifiestas como su “Mesías:
“las obras que yo hago en nombre de mi Padre,
esas dan testimonio de mí” (10,25).
“Mis ovejas escuchan mi voz,
y yo las conozco y ellas me siguen” (v.27).
Por escucharte “hemos obtenido el acceso a esta gracia,
en la cual nos encontramos” (Rm 5,2);
“esta gracia” es tu Espíritu que “da testimonio a nuestro espíritu
de que somos hijos de Dios;
y, si hijos, herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rm 8, 16s).
Vivir en tu Espíritu traspasa las fronteras de la muerte:
“Yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre,
y nadie las arrebatará de mi mano” (10,28).
Estamos seguros en tu Amor, que viene del Padre:
“Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas,
y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos uno” (10,29-30).
Así lo sentía Pablo, y lo sentimos nosotros:
“pues estoy convencido de que ni muerte ni vida...
ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,38-39).
Tú, Mesías de Dios, nos invitas a mirar al Padre:
“nadie viene a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado” (Jn 6,44);
el amor del Padre “está más en las obras que en las palabras”;
“el Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras.
Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí.
Si no, creed a las obras.
El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago,
y aun mayores, porque yo me voy al Padre” (Jn 14,10-12).
Hoy, Jesús, “traemos a la memoria los beneficios recibidos:
creación, redención y dones particulares;
ponderamos con mucho afecto
cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí
y cuánto me ha dado de lo que tiene;
y consecuentemente el mismo Señor
desea dárseme en cuanto puede según su voluntad”.
Queremos “reflejar en nosotros mismos,
considerando con mucha razón y justicia,
lo que debemos ofrecer y dar a su divina majestad,
es a saber, todas nuestras cosas y a nosotros mismos con ellas...
Tomad, Señor, y recibid toda nuestra libertad, memoria,
entendimiento y toda nuestra voluntad,
todo nuestro haber y poseer.
Vos nos lo distes, a Vos, Señor, lo tornamos:
todo es tuyo, disponed a toda tu voluntad;
dadnos tu amor y gracia, que esta ya basta” (S. Ignacio. EE).
Preces de los Fieles (D. 4º PASCUA C 08.05.2022)
El Buen Pastor nos da su Espíritu que “da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rm 8,16). Nos hace conscientes de las obras del Padre, haciendo sus mismas obras de amor: cuidando nuestra debilidad, animando nuestra vida, creando fraternidad. Pidamos seguir su voz diciendo: “Queremos hacer tus obras, Señor”.
Por las comunidades cristianas:
- que “aprecien el esfuerzo de los que trabajan entre nosotros
cuidando de nosotros por el Señor y amonestándonos” (1Tes 5,12).
Roguemos al Señor: “Queremos hacer tus obras, Señor”.
Por las intenciones del Papa (mayo 2022)
- que “los jóvenes se sientan llamados a una vida plena”;
- que “descubran en María el estilo de la escucha,
la profundidad del discernimiento,
la valentía de la fe y la dedicación al servicio”.
Roguemos al Señor: “Queremos hacer tus obras, Señor”.
Por la reforma evangélica de la Iglesia:
- que haya diálogo entre “apóstoles, presbíteros y toda la Iglesia” (He 15,22);
- que toda ley eclesial respete los derechos humanos.
Roguemos al Señor: “Queremos hacer tus obras, Señor”.
Por las víctimas de la violencia, del paro, de la injusticia...:
- que sean el centro de nuestra atención, como lo fueron de Jesús;
- que los demás países los acojan, los ayuden sobrevivir...
Roguemos al Señor: “Queremos hacer tus obras, Señor”.
Por los dirigentes políticos:
- que dialoguen buscando caminos viables para todos;
- que atiendan de modo especial a los más débiles.
Roguemos al Señor: “Queremos hacer tus obras, Señor”.
Por esta celebración:
- que “escuchemos la voz” del Buen Pastor, que guía y alimenta;
- que nos sintamos unidos por el Espíritu de Jesús.
Roguemos al Señor: “Queremos hacer tus obras, Señor”.
Danos, Buen Pastor de nuestras vidas, confianza en tu amor. Que nuestra Iglesia, nuestra comunidad sea capaz de eliminar lo que impide ejercer nuestros carismas en libertad de hijos y hermanos. Te lo pedimos a ti, Buen Pastor de nuestras vidas, por los siglos de los siglos.
Amén.