Por los velones que iluminaban el Monumento El trágico incendio de la Iglesia de Santa Catalina un Jueves Santo

Iglesia de Santa Catalina. Valencia.
Iglesia de Santa Catalina. Valencia.

El altar mayor también ardió y de nuevo tuvieron que rescatar la caja del Santo Sepulcro, que hacía de sagrario, con las Sagradas Hostias en su interior, y se la llevaron a la cercana iglesia de san Martín. Mientras, las llamas se expandieron por el templo.

En segundo lugar afectaron al órgano, que destruyeron por completo. Camino del Sagrario el fuego, un joven lo abrió y saco de dentro el viril de la custodia con otra Sagrada Forma.

La ciudad de Valencia vivió en 1584 un Jueves Santo que conmocionó a sus habitantes a causa del pavoroso incendio que se originó en la Iglesia de santa Catalina mártir precisamente durante la celebración de los Oficios, a resultas del cual todo el templo quedó en ruinas y a punto de desaparecer, lo que volvió a repetirse en la pasada guerra civil.

Al mediodía del 29 de marzo, “poch apres  haver posat a nostre Senyor en lo monument… un sumptuos monument de tela blanca pintada” se declaró un incendio en la iglesia de santa Catalina mártir de Valencia. El fuego se produjo a causa de las velas que iluminaban por arriba el mismo, que pronto “fon fet tot aquella flama”.

Quienes estaban en esos momentos allí, lo primero que pensaron fue en salvar de las llamas las Sagradas Formas allí depositadas. “Prengueren la Caixa del Sant Sepulcre, ab lo Sant Sagrament dins de aquella e portarenla  a l altar major, e, acabantse de ensendre  dit monument e tenint per hon espirar la gran flama, aplega a l altar major e pega foch a la cortina ab que estava cubert lo retable.”

El altar mayor también ardió y de nuevo tuvieron que rescatar la caja del Santo Sepulcro, que hacía de sagrario, con las Sagradas Hostias en su interior, y se la llevaron a la cercana iglesia de san Martín. Mientras, las llamas se expandieron por el templo. En segundo lugar afectaron al órgano, que destruyeron por completo. Camino del Sagrario el fuego, un joven lo abrió y saco de dentro el viril de la custodia con otra Sagrada Forma, que un sacerdote llevó también a la iglesia de san Martín.

Casi todo lo que había de madera en el templo voló en cenizas. Algunos retablos de las capillas laterales pudieron ser salvados al arrancarlos de su emplazamiento antes de que llegaran hasta allí las llamas. El fuego afectó también a la estructura del templo. “Les pedres, de cuites i fetes cals, se caien a trosos. Los arcos hubo de hacerlos nuevos.

En día tan tranquilo, el pueblo entró en pánico. Las campanas del resto de iglesias tocaron “a foc”. Cuando no había nada más que quemar, el fuego se extinguió. La iglesia quedó cerrada tras adecentarla un poco y el Viernes Santo se reabrió para los Oficios, igualmente el Sábado Santo y el Domingo de Pascua.

El 3 de abril se organizó una solemne procesión para devolver el Santísimo que estaba en san Martín a su `procedencia. “Portaren la caixa del Sant Sepulcre ab lo Sagrament dins de aquella, posada sobe unes andes y cuberta ab un drap de brocat”, sin música, cantando en voz baja el Miserere, se lee en el dulce valenciano del siglo XVI en el “Llibre de les memories de la ciutat de Valencia”.

Fundación jaimina

La historia de este templo la cuenta el ilustrado Marqués de Cruïlles. Su fundación se debe a Jaime I el Conquistador que lo advocó a santa Catalina mártir ene honor de una Infanta de la Casa Real de Aragón. Junto a la iglesia se reunía el Tribunal del Almotacen, que controlaba los mercados y el comercio de la ciudad. Su demarcación parroquial se extendía hasta Campanar. La fábrica de su edificio hubo de remodelarla como consecuencia del incendio y se convirtió en “una escepcion de las iglesias parroquiales de esta ciudad, famoso santuario y muy frecuentado por sus milagrosas imágenes y reliquias”.

Su campanario, según Orellana, “se planteó en un sitio que a causa de estrechar la calle fue preciso cercenar”. El Consell de la Ciutat ordenó “cortar y cercenar el esquinazo que mira a la calle de los Sombreros… Hoy mismo se ve el cercen en la esquina que forma el octógono del campanario a la parte de dicha calle, ahora de la Sombrerería Vieja”.

La construcción de la torre tuvo sus anécdotas. El dueño del terreno sobre el que se alzó tuvo que pleitear para que le pagaran los quindemios pactados y quien dirigió la obra, en origen, la hizo sin escalera para subir al cuarto de campanas, las cuales no tuvo hasta 1729, traídas desde Londres.

Díez Arnal, que se conoce hasta el último ladrillo de Valencia y se merece un reconocimiento público, completa y actualiza con mucho detalle la historia del templo y la torre, que en la pasada última guerra civil resultó muy dañado, tanto que pensaron en demolerlo, al igual que san Agustín, pero lo recuperaron. De su impresionante campanario dice: “La torre campanario de Santa Catalina Mártir está considerada como una de las torres barrocas más originales de la arquitectura española. Como la mayor parte de las torres campanarios de la ciudad de Valencia data del siglo XVII. El precio final de su edificación se calculó que rondaba los 10.000 ducados. En la actualidad, es considerada como todo un modelo original e irrepetible.”

Hoy, el templo de santa Catalina, no es barroco, sino gótico, como en sus inicios. Se aprovechó la restauración para quitarle los aditamentos barrocos. Del barroco sólo le queda el campanario. Tampopco es parroquial, sólo cultual. Su intitulación le fue adjudicada a la parroquia de san Agustín, que estuvo a punto de desaparecer también por su ruindad tras la guerra. Hoy son dos de los grandes monumentos histórico-religiosos de Valencia.

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