Una reflexión a propósito de la invitación del Papa Francisco a una Europa acogedora e integradora Europa, acoge e integra
"La frontera no es más que una barrera política colocada con arrogancia en un confín declarado propio, cuando en realidad es de todos"
"Mirando nuestro planeta desde arriba descubriremos que no hay fronteras, no hay confines y tampoco hay barreras"
"No hay "barrera" que la naturaleza no haya superado porque fue creada por ella como amiga, no como enemiga"
"Con la esperanza de que la comunidad humana europea pueda reunirse en las diferencias entre culturas y no en las similitudes"
"No hay "barrera" que la naturaleza no haya superado porque fue creada por ella como amiga, no como enemiga"
"Con la esperanza de que la comunidad humana europea pueda reunirse en las diferencias entre culturas y no en las similitudes"
¿Qué opinamos cuando decimos “frontera”? ¿Qué sentimos?
El concepto de frontera tiene su origen en el de confín.
El confín es una línea o una zona de separación y a la vez de contacto entre dos áreas geográficas naturales; mientras que la frontera es cualquier paso fronterizo por el que se puede entrar o salir de un Estado, en referencia a todos aquellos puntos geográficos por los que se puede cruzar una línea fronteriza.
Nosotros, seres humanos y como especie, habitamos la tierra desde hace sólo 500.000 años; mientras que ella que nos acoge nació hace más de 4000 millones de años. Primero elegimos cómo contar los años y luego cómo arruinarla. En el medio, sin embargo, elegimos sobre todo que la tierra no era para todos o, por lo menos, no de la misma manera.
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Los humanos hemos puesto límites, encerrándonos dentro.
La frontera no es más que una barrera política colocada con arrogancia en un confín declarado propio, cuando en realidad es de todos. Colocar una frontera significa declarar posesión material y, a menudo, incluso militar de la misma.
Es interesante, también importante, saber mirar mapas. El Planisferio físico es la representación más precisa del planeta Tierra que se puede encontrar. Mirando nuestro planeta desde arriba descubriremos que no hay fronteras, no hay confines y tampoco hay barreras. Todo lo que vemos siempre ha estado ahí, como la madre naturaleza quería que estuviera. Lo que creemos que son barreras naturales, y a las que los gobiernos posteriormente pusieron fronteras, son sólo rincones y minucias de todo el globo terráqueo. Así como nuestro cuerpo, la Tierra tiene crecimientos, partes duras, partes blandas, cabellos, porciones líquidas o ardientes. Es la representación ideal del cuerpo de quienes la habitan.
Cuando miramos los Pirineos situados en la frontera entre España y Francia, el Río Grande que divide México de Estados Unidos de América o incluso los Montes Urales que absurdamente creemos que pueden separar dos continentes unidos, nos estamos equivocando.
No hay "barrera" que la naturaleza no haya superado porque fue creada por ella como amiga, no como enemiga.
Desde la antigüedad, el ser humano ha navegado por todos los mares, escalado todas las montañas y atravesado todos los desiertos. Y como el ser humano, también los animales. Las fantásticas rutas migratorias que mueven el círculo de la naturaleza para que cada especie encuentre alimento, desde aves hasta peces pasando por mamíferos. La naturaleza nos enseña que vivimos en este mundo en la misma parte donde nos encontramos. Todo está a nuestra disposición y nosotros estamos a su disposición.
El límite, representado por el confín, nos encierra. Nos hace creer que estamos hechos para habitar sólo una parte de él. Vivir, comer, trabajar,…, como la gente que vive en esa porción. Pensar todos de igual modo porque están encerrados en un confín donde se hace eso de igual modo. Porque alguien lo ha elegido y decidido de ese modo por nosotros.
Es hora de repensar el concepto de barrera. Si todavía queremos creer que existe, entonces será hora de evaluar su significado en términos positivos: un obstáculo físico que superar para luego ver un nuevo amanecer y un nuevo atardecer. Algo diferente. Lejos o cerca.
Frontera significa rechazar lo diferente porque está mal. Encerrarse y protegerse. Pero esto no es lo que manda la naturaleza que ha dictado una sola ley: aquí somos todos iguales porque este lugar pertenece a todos por igual.
El Papa misionero peregrina. Y trata de ayudar a Europa a caminar, peregrina, más allá de la idea de espacio y tiempo. A explorar, observar, maravillarse.
Europa, deja atrás las barreras, derriba los muros, supera cada línea de demarcación. La brújula de tu corazón encontrará el Norte, te levantarás por el Este y por el Oeste encontrarás el descanso una vez que se ponga el sol. No te olvides del Sur del mundo, donde aprenderás a vivir con tus miedos.
Peregrinar es ese lugar metafísico donde las fronteras no existen en absoluto, a pesar de que estemos obligados a emitir pasaportes, a obtener visados o permisos de residencia; precisamente porque los derribamos con nuestra peregrinación. Libres y gratis, como debería ser todo.
Con la esperanza de que la comunidad humana europea pueda reunirse en las diferencias entre culturas y no en las similitudes.
Porque las fronteras no son límites geográficos sino mentales.
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