"En el último adiós a Francisco, el mundo estará allí con todas sus contradicciones" Gracias, Papa Francisco

Francisco es el Papa que nos ha enseñado que «el mundo se ve mejor desde las periferias»
El Papa Francisco no ha sido un Papa estadista. No ha escrito tratados de geopolítica. En sus discursos improvisados, a veces ha habido incluso imprecisiones
Con el rito de hoy se cierra un círculo. El hombre que los cardenales eligieron hace doce años en el «fin del mundo» nos despide pidiendo que no olvidemos las periferias de la Tierra
Con el rito de hoy se cierra un círculo. El hombre que los cardenales eligieron hace doce años en el «fin del mundo» nos despide pidiendo que no olvidemos las periferias de la Tierra
Cuando el 13 de marzo de 2013 apareció por primera vez en la plaza de San Pedro, dijo que los cardenales en cónclave lo habían elegido «desde el fin del mundo». Muchas veces, en estos años, hemos repetido que esas palabras no solo se referían a una ubicación física: Francisco es el Papa que nos ha enseñado que «el mundo se ve mejor desde las periferias». Y quizá deberíamos recordarlo un poco más ahora, mientras seguimos narrando su muerte —y hoy también su funeral— con la mirada fija solo en el corazón de Roma.
Esta mañana, en la plaza de San Pedro, junto al féretro, el mundo entrará a través de los rostros de sus hombres aparentemente más poderosos. No hay nada extraño ni hipócrita en ello: suele ocurrir en los funerales de grandes personalidades. No podía ser menos para el pastor de 1400 millones de católicos en todo el mundo. Estarán allí en representación de sus pueblos, nada más y nada menos. Por eso resulta empalagoso el afán por elaborar clasificaciones sobre quién ha escuchado más o menos sus palabras; como es ilusorio pensar que los representantes de los países en guerra que no escucharon los llamamientos del Papa Francisco en vida, a partir de mañana cambiarán de rumbo. Sabemos bien que eso no sucederá.
El mundo que se dará cita en la plaza de San Pedro, en el último adiós a Francisco, estará allí con todas sus contradicciones. Las que, precisamente, se ven mejor desde las periferias, desde las zonas de sombra, desde los lugares que nadie menciona nunca cuando se habla de geopolítica. Y es de allí de donde han llegado estos días los recuerdos más interesantes del Papa Francisco. Desde el párroco de Gaza hasta los rohingya, desde los pueblos de la Amazonia hasta aquellos a los que visitó en silla de ruedas bajo el calor y el polvo de la República Democrática del Congo, todos han dicho lo mismo: «Ha sido el único que no nos ha olvidado». También su último mensaje urbi et orbi del Domingo pasado es ejemplar desde este punto de vista: en el día de su Pascua, no se olvidó de nadie. Casi como si quisiera confiarnos de nuevo a los olvidados de la Tierra.
El Papa Francisco no ha sido un Papa estadista. No ha escrito tratados de geopolítica. En sus discursos improvisados, a veces ha habido incluso imprecisiones: más de una vez ha confundido un país con otro. Pero ha conocido esta Tierra como nadie. Porque en el «fin del mundo» no se analizan los big data; se aprende que abrir el corazón amplía la mirada.
Con el rito de hoy se cierra un círculo. El hombre que los cardenales eligieron hace doce años en el «fin del mundo» nos despide pidiendo que no olvidemos las periferias de la Tierra. Se lo dice a las cabezas coronadas y a los jefes de Gobierno, reunidos alrededor de su féretro, pero se lo dice sobre todo a nuestro corazón. Justo cuando el mundo debate su futuro y su sentido, nos deja una Iglesia en la que, por primera vez en un cónclave, entrarán cardenales procedentes de países como Timor Oriental, Haití y Burkina Faso. Con una indicación clara: «Fratelli tutti» -Todos hermanos-. Los últimos ya lo han entendido, ahora nos toca a nosotros.

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