La ceremonia inaugural de los JJOO, "falta de respeto reverente" Del mal gusto a la irreverencia: La parodia 'olímpica' de La Última Cena como signo

Detalle de 'La Última Cena' en los JJOO de París
Detalle de 'La Última Cena' en los JJOO de París RD/Captura

"Solamente que nos queda una deformación grotesca de la reverencia, entendida como respeto y admiración genuinos. Ésta es el alma de nuestro siglo: la era de la irreverencia, es decir, de la falta de respeto reverente, por ejemplo en la reciente ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos en París, que merecen los símbolos también de las grandes tradiciones religiosas como lo es el cristianismo"

«Yo llamaría a la época actual la era de la irreverencia. La admiración, por no hablar de la reverencia, ha pasado de moda. Estamos acostumbrados a la envidia, la denigración y la nivelación hacia abajo. Nuestros ídolos deben exhibir una cabeza de barro. Cuando el incienso flota, se dirige hacia los atletas, las estrellas del pop, los adictos al dinero o los capos del crimen" George Steiner, ‘Lecciones de los Maestros’, 2004.

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La "democratización" del arte ha transformado el ‘τέχνη’ en una mercancía. El concepto de ‘pour art’ había sido abandonado en favor de un arte capaz de satisfacer los gustos de las masas, la moda, so pena de no poder vivir del propio trabajo. La creación alcanza fama adaptando el talento creativo a las exigencias del mercado. 

En el lenguaje hablado, el término “ídolo” ha ido perdiendo progresivamente su connotación negativa, convirtiéndose en sinónimo de “persona admirada”. Sin embargo, en la sociedad moderna, esta "admiración" aún conserva esa huella de marcado fanatismo, que en el pasado había convertido a los ídolos en objetos de condena. Recordemos el episodio del Becerro de Oro, narrado en el Éxodo, que ejemplifica perfectamente la crítica de una religión monoteísta, que además carece de iconos que representen la divinidad, hacia las religiones politeístas. Se trata de la acusación del culto a los falsos ídolos, antiguo, pero sumamente actual.

La religión y el "escepticismo científico"

En el pasaje bíblico, la fe en el Dios de la tradición judeo-cristiana representa el único camino hacia la verdad, la salvación del engaño de una falsa divinidad. Pero en una sociedad en la que la religión ha sido puesta en crisis por lo que el crítico George Steiner define como "escepticismo científico", ¿es realmente posible impedir el culto a falsos ídolos? La respuesta a esta pregunta es más compleja que un simple "no" y necesariamente debe resaltar las raíces de este siglo XXI, más antiguo que las revoluciones políticas y sociales propias del siglo XX.

Nietzsche
Nietzsche

Seguramente durante el siglo XIX la mercantilización del arte, convertido en un producto destinado a satisfacer a un público numéricamente mayor, pero cuyo nivel cultural era inferior al del pasado, ha conducido a una devaluación del propio arte. El arte es simplemente un bien de consumo.

Por otro lado, en el mismo período, Friedrich Nietzsche destaca otra crisis de su siglo: la religiosa. En ‘La gaya ciencia’, el filósofo anuncia la muerte de Dios, la caída del absoluto, que hasta ese momento había sido la brújula moral de la sociedad, y -al mismo tiempo- lo que Karl Marx llamó "el opio del pueblo", capaz de hacer que las masas sean pasivas y subyugadas.

En esta nueva sociedad cientificista, el ejercicio de la "sospecha" se vuelve esencial, ya que el colapso de las certezas ha enseñado al ser humano común la importancia del escepticismo

El colapso de estas dos "certezas" que constituían los fundamentos de la civilización, del arte y de la religión - que, de hecho, Friedrich Nietzsche, en la primera fase de su pensamiento, consideraba "entidades superhistóricas" - va acompañado del surgimiento de un nuevo "pilar": ciencia de positivistas y utilitaristas. Se convierte en el único punto de apoyo seguro posible para la humanidad, sinónimo de progreso y bienestar. En esta nueva sociedad cientificista, el ejercicio de la "sospecha" se vuelve esencial, ya que el colapso de las certezas ha enseñado al ser humano común la importancia del escepticismo.

La época de la irreverencia 

De aquí surge la "época de la irreverencia" de la que habla el citado George Steiner en su mencionado ensayo. La pérdida del absoluto lleva a la sociedad a buscar un sustituto, un objeto de veneración que proporcione orientación y seguridad. Sin embargo, este punto de referencia no puede ser constituido por el sabio, que es incapaz de hablar a las masas, como lo entendía el artista en el sentido antiguo del término. No se puede encontrar un profeta entre los intelectuales.

Así, el ídolo se convierte en alguien parecido al ser humano común, que sin embargo ha tenido éxito, un ideal al que aspirar, cuya admiración viene dada por el sentimiento de envidia que despierta. Son el político y el futbolista, el cantante y el streamer: son los influencers, cuya fama explota en un milisegundo y puede agotarse con la misma rapidez. Son ídolos temporales, constantemente examinados por la comunidad, cuyas carreras se ponen en riesgo por una palabra incorrecta en un tweet o por un comentario publicado en una red social siete años antes. Toda su existencia es analizada minuciosamente para encontrar un defecto, aunque sea mínimo, que pueda arrebatarles esa fama fugaz y concedérsela a quien consiga desenmascararlos, un nuevo héroe de breve popularidad.

Parodia de La Última Cena, en la ceremonia inaugural
Parodia de La Última Cena, en la ceremonia inaugural RD/Captura

George Steiner destaca perfectamente este aspecto en su reflexión, cuando escribe: «La admiración, por no hablar de la reverencia, ha pasado de moda». Posteriormente, el escritor también afirma que la sociedad moderna es una reverencia enajenada, de carácter no menos religioso y ritual.

"Relación parasocial"

Los anglosajones han acuñado un nuevo término para referirse a esta forma de reverencia: “relación parasocial”. El término hace referencia a una relación unilateral en la que una persona dedica tiempo y atención a un sujeto, en cuya vida participa plenamente, también y sobre todo a nivel emocional. Sin embargo, el sujeto en cuestión desconoce por completo la existencia de este individuo. Se trata de una evolución poco saludable de la relación fan-celebridad, que tiende a derivar en comportamientos abusivos por parte de los propios fans. Son los "admiradores" y que tienen comportamientos extremos, vinculados más al fanatismo que a la admiración. Los "admiradores" no sólo atribuyen a su ídolo un papel comparable al de una deidad a venerar, sino que también creen tener una relación personal e íntima con él: creen conocerlo como individuo.

Todo lo anterior, seguramente hasta demasiado, para apuntar solamente que nos queda una deformación grotesca de la reverencia, entendida como respeto y admiración genuinos. Ésta es el alma de nuestro siglo: la era de la irreverencia, es decir, de la falta de respeto reverente, por ejemplo en la reciente ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos en París, que merecen los símbolos también de las grandes tradiciones religiosas como lo es el cristianismo.

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