¿Boda o comedia?
Muchos se casan "en la Iglesia" pero NO "por la Iglesia". Se visten de gala, celebran el rito, pero NO reciben el "sacramento del matrimonio" porque están cerrados a él, no hay actitud de apertura. Innúmeros ni siquiera saben que existe un sacramento y lo que significa, celebran -como mucho- un "matrimonio civil" con velas, flores y música de órgano. Nada más. Muchísimos es lo que buscan, el adorno.
Esta REALIDAD me hace repetir que hay muchísimos más "matrimonios nulos" de los que se solicitan y declaran. ¿Un pingüino que comulgase recibiría el sacramento de la Comunión? No, porque no tiene capacidad ni actitud, falta el sujeto válido. (Dicho sea de paso: ¿Cuántas veces recibimos sacramentos como pingüinos?). Y me sigo preguntando: ¿Puede celebrarse una "boda sacramental" (la católica) sin conocer ni querer el sacramento? Estos "matrimonios sin sacramento" no deberían ser admitidos ni reconocidos por la Iglesia, de la misma manera que no se reconoce el "matrimonio civil".
Si hay falsedad, ignorancia, inconsciencia o involuntariedad sobre la espiritualidad del sacramento, no hay religión, no hay sacramento, no puede haber boda religiosa. ¡Cuántos hay que sólo despiertan cuando se sienten atrapados como conejos en una inamovible trampa! Y no porque se sientan atados por su pareja, sino por la inflexibilidad e incomprensión de las normas religiosas. ¡Cuántos huyen de la institución eclesial y sus rigideces para poder respirar! ¡Qué dolorosa paradoja!
Algunos objetarán que, aún así, el matrimonio es válido porque hay un contrato objetivo y público. Puede. Pero entonces sería un simple "matrimonio civil" festejado en una iglesia. Y muchas veces ni eso porque, además de no existir el sacramento, falta la suficiente madurez (voluntad, libertad y consciencia) para que ese contrato sea válido. ¿Puede casarse un niño de diez años? Teóricamente no. Sin embargo, mi experiencia me dice que hay muchos "niños" que se casan sin más bagaje que la fuerza de la costumbre, la necesidad carencial o el empuje biológico. Por desgracia, las leyes (civiles y religiosas) se fijan en la madurez biológica, no en la sicológica y espiritual. Así se fundan familias como corrales y no hogares cristianos.
Cuando más tarde muerdan las rupturas, no se puede aplicar a los divorciados menor comprensión que la aplicada a estos "matrimonios de pacotilla" celebrados dentro de una iglesia. El rigor, la severidad y la madurez han de exigirse ANTES de la boda y no DESPUÉS del reconocimiento del error. Sería un disparate MANTENER el matrimonio "formalizado" entre una rana y un cocodrilo. Y mayor aún querer NEGAR los "iniciales errores de los contrayentes" con la culpabilización de la religión.
La solución para los divorciados católicos (de buena fe) pasa por facilitar el acceso a la "declaración oficial de nulidad" (reconocimiento de errores básicos en el origen) tras un meditado y resumido "proceso de conciencia" y no con los larguísimos trámites procesales actuales a imitación de la justicia civil. Con la actual estructura jurisdiccional de nuestra Iglesia sería imposible atender el aumento de procesos de nulidad. Los errores entre los católicos deberían sustanciarse "en conciencia" con el asesoramiento, asistencia y declaración de los profesionales adecuados, no necesariamente clérigos.
La "nulidad matrimonial" no es cuestión de rígidas leyes, avispados abogados, trampas procesales, ni dinero a espuertas (la gente está muy equivocada en este punto porque las tasas eclesiásticas son mínimas). Es una "cuestión de conciencia", de discernimiento, de si hubo libertad, voluntad y consciencia suficientes o un fatídico ERROR de emparejamiento, pura comedia inconsciente. La misión de la Iglesia debería ser AYUDAR a discernir en conciencia si hubo o no hubo matrimonio. Más que un tema jurídico y procesal es un tema sicológico y espiritual. Más que jueces y abogados deberían intervenir sicólogos y maestros espirituales.
No se trata de hacer desaparecer los divorcios ensanchando la manga con nulidades para todos. Se trata más bien de abrir los ojos a la REALIDAD y comprender que muchos humanos se emparejan por error propio o inducido. No parece justo que haya soluciones fáciles para un asesino múltiple que se arrepiente, mientras no hay piedad para quien reconoce el ERROR de haber "formalizado" una boda equivocadamente. Para el asesino arrepentido, el perdón sin condiciones. Para el erróneamente casado que quiere rectificar su error y su vida, excomunión perpetua. No parece siquiera lógico.
Esta es una asignatura pendiente en nuestra Iglesia que la jerarquía conoce muy bien. Por eso eminentes voces de esa misma jerarquía piden un Concilio para profundizar y dar soluciones a estos hermanos nuestros que sufren al estar "oficialmente" rechazados. También conoce nuestra jerarquía que la protección del matrimonio y familia católicos pasa por proporcionar una formación seria y profunda ANTES de la boda y una asistencia continuada DESPUÉS (1).
Claro que una cosa es ver los problemas y otra darles solución. La lentitud de nuestros dirigentes es proverbial. Me temo que, cuando lleguen al Cielo, no va a colar eso de la inmóvil prudencia. Creo que les van a tener esperando el mismo tiempo que los católicos esperaron sus decisiones reales para problemas reales.
Visualizaré en tres cuentos, como síntesis final, los casos más frecuentes de bodas religiosas"sin sacramento". Que cada cual saque sus conclusiones.
1. Boda en la Iglesia expulsando a Dios
"Una pareja era muy amiga del Rey y le invitaron a su boda. Él llegó contento y cariñoso, vestido de gala, y se puso en lugar preferente por razón de su rango. Todos los invitados pudieron verle devoto, sonriente y complacido. Pero, apenas terminó la ceremonia, le dijeron que se fuera. Sí, tal cual, le echaron de la boda y no pudo ir al banquete, ni jamás a la casa del matrimonio.
A pesar de ello, el Rey les hizo llegar sus regalos. Eran unas cajitas con estos rótulos: paz, unidad, fuerza, alegría, amor, inteligencia, seguridad, fidelidad. Cuando la pareja encontró aquellas sugerentes cajitas las abrieron pero al verlas aparentemente vacías las echaron a reciclar".
Esta increíble historia se repite muchas veces. Hay parejas que se casan por la Iglesia, teóricamente se administran el Sacramento, invitan al mismísimo Creador que viene puntualmente con sus regalos, pero después de la ceremonia se olvidan de su mejor invitado y tiran los regalos.
Abrir un regalo significa aceptarlo, conservarlo, utilizarlo. Pero algunos católicos se olvidan del matrimonio y no vuelven a pisar una iglesia hasta el próximo evento social. Consideran la iglesia un "salón" para puntuales celebraciones solemnes, en vez de mi casa, la casa de mi Padre. Si pensáis así, es mejor que no os caséis por la Iglesia, que no hagáis la comedia. Si no vais a abrir vuestro mejor regalo de boda, si vais a tirar el Sacramento, es preferible no recibirlo. Si vais a echar del banquete y de vuestra vida al Invitado principal, es mejor que no le invitéis.
Ante todo y sobre todo, casarse por la Iglesia significa buscar la Presencia del mismísimo Dios en la construcción del matrimonio y la familia. Celebrar el Sacramento del Matrimonio es echarnos literal y públicamente en los brazos del Padre para que nos una, nos acompañe y nos ayude a caminar. Si no buscáis esto, os habéis equivocado de puerta.
2. Boda religiosa sin religión
"Había un matrimonio que vivía en un espléndido velero, modernísimo, magníficamente equipado con todos los lujos para vivir bien en el mar. Pero... no usaban las velas. Esta pareja era muy pragmática, no creían en la brisa y el viento porque no se ven. Sólo usaban lo que veían: las olas, unos largos remos y un pequeño motor auxiliar. Cuando se alejaron de la costa no lograron llegar muy lejos. Un día el mar les arrastró contra las rocas. En lo peor de su tragedia les encontró un marino experto que, después de auxiliarles, les enseñó a usar las velas y aprovechar la fuerza del viento.
Al despedirse, el marinero les volvió a repetir: la brisa y el viento son regalos invisibles pero reales, están ahí para vosotros. A partir de entonces se hicieron unos expertos en la navegación a vela y utilizaron los vientos con maestría, se adentraron en alta mar y llegaron muy lejos, justo donde querían llegar".
No tengo nada contra los "no practicantes", les quiero como a hermanos. Pero me estremece oír: "soy católico no practicante". Pero, criatura, si a la Iglesia se viene sobre todo a recibir regalos, a recibir sacramentos, a recibir paz, amor, luz, fuerza. Si sólo hace falta venir con las manos y el corazón abiertos... ¿Cómo dices tú que eres católico no practicante? Es como si dijeses: "Soy un rico heredero, pero no me hablo con mi Padre millonario. No practico de hijo, sólo de mendigo".
3. Boda con muchísima fe pero sin humanidad
"Un agricultor tenía el almacén repleto de semillas de gran calidad que no llegaba a utilizar por falta de terreno. Él sabía perfectamente que el sol y la lluvia, siendo lo más importante para obtener una buena cosecha, le salían gratis. Así que se dijo: tengo las mejores semillas, tengo muchísimas y buenas macetas, el sol y la lluvia son gratuitos, mi gran fe no puede dudar: obtendré una abundante cosecha y haré un negocio redondo.
Repartió sus preciadas semillas en las macetas vacías, las puso a la intemperie y esperó. Naturalmente los vecinos se rieron de él y le dijeron: ¿Por qué malgastas tus buenas semillas? ¿Cómo pretendes que germinen y crezcan en macetas vacías? ¿No te das cuenta que necesitas la tierra de la madre naturaleza?".
Pues esta historia absurda es real. Ocurre todos los días. Es el caso de los "practicantes vacíos", de los súper católicos que coleccionan rutinas, ritos, oraciones y sacramentos en su vacía humanidad. Pretenden que la "gracia gratuita de Dios" supla su formación, su concurso y su esfuerzo. Sin embargo, la gracia de Dios se perderá sin la colaboración del hombre, es decir, sin la concurrencia de nuestra personalidad, de nuestra humanidad, de nuestras potencialidades, decisiones y obras. Necesitamos tener nuestra tierra humana disponible y abonada antes de suplicar la lluvia. Quienes lo esperan todo del Sacramento (signo puntual y externo) y se olvidan de VIVIR su "matrimonio humano" en su vida diaria, quienes creen que todo llueve del cielo, también se equivocan. Tal vez más que los anteriores. La religión no es práctica vacía, la religión es VIVENCIA que expresa lo mejor del corazón humano.
Quienes quieren contraer un "matrimonio cristiano" y quienes aspiramos a vivirlo deberíamos tener grabada a fuego en el corazón esta cita de un cura bueno, profundo pensador y escritor admirable:
"Jesucristo es amor... Es el amor que hace posible todos los amores... Porque Cristo ama en el amante y es amado en la persona amada... Que nadie tema nada de semejante amor. Podría parecer que un amor tan absoluto, tan omnipresente, ha de acabar absorbiendo los otros amores. Sobre todo en el amor de hombre y mujer, ése que llamamos amor humano por antonomasia, hay quien teme que Dios venga a interponerse entre ellos, como si el amor debido a Dios hubiera que restarlo del amor que ambos se profesan. No. ``El amor de Dios es más ensanchador que ocupador´´, decía el místico Osuna. No temáis... Cristo no es un rival para los amantes, sino un aliado. Su amor no sólo deja sitio a cualquier otro amor, sino que le hace sitio y le da holgura... Su amor crea amor, lo mismo que su presencia crea espacio... Cristo es la erosfera, el ámbito donde crece el amor, el aire que los amantes respiran" (2).
Si queréis amaros de verdad, si queréis un matrimonio con garantía de por vida, quizás deberíais recibir o desenterrar el Sacramento. Que no es sólo un rito o fiesta puntual, sino el SIGNO de un estilo de vida que se elige y vive cada día, el SIGNO de nuestra apertura al Dios de la Vida que llama insistentemente a nuestra puerta para acompañarnos, ayudarnos, impulsarnos y abrazarnos. No deberíamos olvidar nunca que el matrimonio católico es un matrimonio de tres.
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(1) No puedo callar aquí la gran labor de construcción del matrimonio que hacen los "Equipos de Nuestra Señora", moderna fundación católica no suficientemente reconocida y extendida.
(2) José Mª Cabodevilla, "365 nombres de Cristo" - BAC.
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¿Ya lo has leído?
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